por Sebastian Tapia
Los presidentes estadounidenses suelen presentar al comienzo de su mandato una Estrategia de Seguridad Nacional, donde plantean cómo ven al mundo y qué papel creen que Estados Unidos debe tener en él. Joseph Biden acaba de publicar la suya, la cual compararemos con la de Trump, en busca de diferencias y similaridades.
La ruptura de Trump
La Estrategia de Seguridad Nacional del gobierno de Trump fue publicada en diciembre del 2017. Rompe con las estrategias anteriores, en tanto no considera al terrorismo internacional o al cambio climático como grandes amenazas, sino que se enfoca en la “Competencia Estratégica” con China y Rusia, en primera instancia, e Irán y Corea del Norte, en segunda.
Da por terminada la era de la Guerra contra el Terrorismo y abre la de la Competencia Estratégica. Ya no se reconocen una serie de amenazas globales que ponen en peligro a toda la “comunidad internacional”, sino que se identifican algunos actores de esta comunidad como amenazas en sí. También fija el concepto de “America First” (Estados Unidos Primero) como criterio ordenador de todas las acciones a realizar en política exterior.
La estrategia se sustenta en cuatro pilares:
- Proteger al pueblo estadounidense, la patria y el estilo de vida estadounidense
- Promover la prosperidad estadounidense
- Mantener la paz por la fuerza
- Aumentar la influencia estadounidense
Todo esto aplicado a 6 regiones en las que se divide el globo:
- Indo-pacífico
- Europa
- Medio Oriente
- Asia Central y del Sur
- Hemisferio Occidental
- África
En sí el documento es bastante completo, de 68 páginas, donde se entra en detalle sobre estos “pilares” . Se definen los objetivos a cumplir y se proponen acciones específicas a realizar para lograr dichos objetivo.
La estrategia de Biden
A poco más de un mes de mandato, Joe Biden publicó su propia Estrategia de Seguridad Nacional. Parece ser un esfuerzo por diferenciarse rápidamente de su antecesor, pues lleva el nombre de “Provisional” y no cuenta con el nivel de detalle de la anterior.
Por empezar, es un documento más pequeño y más simple, de 24 páginas, compuesto por una introducción, un Panorama de la Seguridad Global, las Prioridades en Seguridad Nacional y una conclusión.
A diferencia del documento anterior, el lenguaje es propagandístico y lleno de promesas indefinidas. Parece un documento de la campaña electoral más que un documento de trabajo gubernamental.
Diferencias
En el documento se nota una clara visión ideologizada del mundo. Comienza por dividirlo en dos grandes bloques, los autocráticos y los democráticos:
“Hay quienes sostienen que, dados todos los desafíos que enfrentamos, la autocracia es el mejor camino a seguir. Y hay quienes entienden que la democracia es esencial para enfrentar todos los desafíos de nuestro mundo cambiante. “
Rápidamente ubica a Estados Unidos en el bando democrático y trata de separarse de cualquier descrédito surgido por las dudosas elecciones – el 35% de los estadounidenses no cree que hayan sido limpias:
“Ahora debemos demostrar, con una claridad que disipe cualquier duda, que la democracia aún puede ser beneficiosa para nuestra gente y para la gente de todo el mundo. Debemos demostrar que nuestro modelo no es una reliquia de la historia;”
En este Panorama de la Seguridad Global que pinta Biden, las democracias no están pasando su mejor momento:
“Las democracias de todo el mundo, incluida la nuestra, están cada vez más sitiadas. Las sociedades libres han sido desafiadas desde adentro por la corrupción, la desigualdad, la polarización, el populismo y las amenazas antiliberales al estado de derecho. (…) Las naciones democráticas también son desafiadas cada vez más desde el exterior por poderes autoritarios antagónicos.”
Y esta mala situación en la que se encuentran las democracias hacen dudar de todo el sistema internacional establecido en el orden de posguerra. A diferencia del gobierno de Trump, pero igual a como hacía Obama, vuelve a incluir una serie de amenazas globales que afectan a todo el mundo:
“Las fallas y las desigualdades del sistema se han vuelto evidentes, y el estancamiento y la rivalidad interestatal han hecho que muchos en todo el mundo, incluidos muchos estadounidenses, cuestionen su pertinencia continua. (…) podemos modernizar la arquitectura de la cooperación internacional para los desafíos de este siglo, desde las ciberamenazas hasta el cambio climático, la corrupción y el autoritarismo digital. “
Y sobre estas amenazas sostiene:
“Esto requiere que enfrentemos desafíos no solo de las grandes potencias y adversarios regionales, sino también de los extremistas y actores no estatales violentos y criminales, y de amenazas como el cambio climático, las enfermedades infecciosas, los ciberataques y la desinformación que no respetan fronteras nacionales. ”
Hay un mayor interés en recurrir a la diplomacia antes que a lo militar. De acuerdo a la estrategia:
“Tomaremos decisiones inteligentes y disciplinadas con respecto a nuestra defensa nacional y el uso responsable de nuestras fuerzas armadas, al tiempo que elevaremos la diplomacia como nuestra herramienta de primer recurso.”
Aunque esta prioridad puede revertirse si lo amerita el caso: “Estados Unidos nunca dudará en usar la fuerza cuando sea necesario para defender nuestros intereses nacionales vitales. “
Lo que ya se ve en un retorno al ámbito multilateral, con el regreso al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, la Organización Mundial de la Salud y el Acuerdo de París. Este retorno, a la vez, es incentivado para no dejar espacios que pueda aprovechar el bando contrario, el de los autócratas:
“También es fundamental que estas instituciones sigan reflejando los valores, aspiraciones y normas universales que han sustentado el sistema de la ONU desde su fundación hace 75 años, en lugar de una agenda autoritaria. “
En definitiva, hay una división del mundo por motivos ideológicos (democráticos vs. autocráticos), se reconocen amenazas comunes a todos los Estados y se hará un esfuerzo mayor por favorecer la diplomacia y los ámbitos multilaterales.
Similaridades
Hay algo en que ambas estrategias están de acuerdo, la necesidad de mejorar la relación con los socios y aliados, en especial la OTAN. Como hemos visto anteriormente, el gobierno de Trump exigió un aporte mayor a los socios de la OTAN para el mantenimiento de la organización, creando fuerte descontento y cierto alejamiento de los aliados. El choque entre los intereses de los aliados y los propios estadounidenses, se resolvía bajo el principio de “America First”.
Biden reafirma la necesidad de mejorar la relación con todos sus aliados, aunque todavía no explica de qué manera volverá a ganar su confianza:
“Por eso reafirmaremos, invertiremos y modernizaremos la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y nuestras alianzas con Australia, Japón y la República de Corea. “
Identifica tres grandes regiones que concentran los intereses más profundos de Estados Unidos: “Al hacerlo, reconoceremos que nuestros intereses nacionales vitales imponen la conexión más profunda con el Indo-Pacífico, Europa y el hemisferio occidental. “ y nombra a sus principales socios en esas regiones: Nueva Zelanda, Singapur, Vietnam, la Unión Europea, el Reino Unido, Canadá y México.
Para África no hay más que frases vacías y generales, sin identificar socios ni enemigos, como si la situación fuera toda igual en un continente de 54 países.
Pero hay un aliado especial al cual no abandonará, igual que hizo Trump y los presidentes anteriores, que es Israel:
“Mantendremos nuestro firme compromiso con la seguridad de Israel, mientras buscamos promover su integración con sus vecinos y reanudaremos nuestro papel como promotores de una solución viable de dos Estados. “
Es muy difícil que promuevan la integración de Israel con sus vecinos mientras le permita bombardear a su vecina Siria, a quien la provee de petróleo y a la vecina Palestina. Es difícil que Estados Unidos siga promoviendo la solución de dos Estados, cuando buscó imponerla sin acuerdo entre las partes mediante el Acuerdo del Siglo de Trump y reconoció el derecho de Israel de ocupar más territorio palestino. Nada dice esta estrategia de cómo enfrentará esta situación, más que siguiendo el apoyo a Israel.
En cuanto a los enemigos, mantiene inalterada la identificación de la administración Trump:
“La distribución del poder en todo el mundo está cambiando, creando nuevas amenazas. China, en particular, se ha vuelto rápidamente más asertiva. Es el único competidor potencialmente capaz de combinar su poder económico, diplomático, militar y tecnológico para montar un desafío sostenido a un sistema internacional estable y abierto. Rusia sigue decidida a mejorar su influencia global y desempeñar un papel disruptivo en el escenario mundial. Tanto Beijing como Moscú han invertido mucho en esfuerzos destinados a controlar las fortalezas de Estados Unidos y evitar que defendamos nuestros intereses y aliados en todo el mundo. Los actores regionales como Irán y Corea del Norte continúan buscando capacidades y tecnologías que cambien el juego, mientras amenazan a los aliados y socios de EE. UU. Y desafían la estabilidad regional.”
No hay ninguna diferencia con lo planteado por Trump. China y Rusia son los principales adversarios, Irán y Corea del Norte son enemigos de carácter regional.
Si bien Rusia no aparece como el gran enemigo en el documento, es de esperar que pronto aumente la tensión en sus fronteras. En especial en Ucrania, donde el gobierno está movilizando armamento pesado a la frontera con sus provincias rebeldes de Donetsk y Lugansk. Cabe recordar la historia del hijo de Biden en Ucrania y que Vicotria Nuland, que en 2014 se encargó de amparar el golpe de Estado contra Viktor Yanukovich que terminó con la secesión de Crimea y de estas provincias, pronto será subsecretaria de Estado para asuntos políticos. Todo parece sugerir que la política de Contención seguirá vigente para Rusia, como lo fue en el gobierno de Trump y durante la Guerra Fría.
Pero a diferencia del gobierno de Obama, que realizó un tardío “pivot al Pacífico”, Biden retoma la confrontación con China que comenzó con Trump. Reconoce que China es su gran competidor que ha perdido espacio en ámbitos multilaterales a manos de este país:
“La forma más efectiva para que Estados Unidos supere a una China más asertiva y autoritaria a largo plazo es invertir en nuestra gente, nuestra economía y nuestra democracia. Al restaurar la credibilidad de Estados Unidos y reafirmar el liderazgo global con visión de futuro, nos aseguraremos de que Estados Unidos, no China, establezca la agenda internacional, trabajando junto a otros para dar forma a nuevas normas y acuerdos globales que promuevan nuestros intereses y reflejen nuestros valores. Al reforzar y defender nuestra red incomparable de aliados y socios, y al realizar inversiones de defensa inteligentes, también disuadiremos la agresión china y contrarrestaremos las amenazas a nuestra seguridad colectiva, prosperidad y forma de vida democrática. “
Esta política de contención de China, iniciada por Bush jr. y reinstaurada por Trump, se basa en el establecimiento de una red de países con intereses enfrentados a China. Los socios elegidos para ese plan son Australia, India y Japón, que con Estados Unidos conforman el Quad.
El presidente Biden incluso ha llevado esta competencia al ámbito del COVID-19. Para contrarrestar la “diplomacia de vacunas” con la que China y Rusia están promoviendo sus productos sanitarios en gran cantidad de países, EEUU acordó con los países del Quad el financiamiento de una campaña de donación de vacunas para los países del sudeste asiático.
Conclusión
El gobierno de Joseph Biden, en su Estrategia Provisional de Seguridad Nacional, muestra que no tiene grandes diferencias con su antecesor, Donald Trump. La competencia estratégica con China y Rusia sigue en pie, Irán y Corea del Norte siguen siendo “amenazas” a la seguridad estadounidense. Tal vez lo más preocupante es la incorporación de una división ideológica, entre demócratas y autócratas, que puede asemejar más el escenario a uno de una nueva Guerra Fría.
Si bien la estrategia parece favorecer la diplomacia, las alianzas y el multilateralismo por sobre la utilización de fuerza militar, esto está supeditado a la protección de los intereses nacionales estadounidenses en cualquier parte del mundo. Por lo tanto, no es más que otro ejercicio de gatopardismo. Cambiar la estrategia para seguir la misma estrategia.