por Sebastián Tapia
El 20 de Septiembre de 2001, en una alocución al Congreso estadounidense, el presidente George W. Bush daba inicio a la Guerra contra el Terrorismo. Tras el atentado a las torres gemelas por parte de Al Qaeda, el presidente comenzó por responder la agresión mediante la invasión de Afganistán. Pero esto era sólo el comienzo. En palabras de Bush jr. :
“Nuestra guerra contra el terrorismo comienza con Al Qaeda, pero no termina allí. No terminará hasta que todos los grupos terroristas de alcance global hayan sido encontrados, detenidos y derrotados”.
Hoy en día, la ocupación de Afganistán está terminando, con la vuelta del Talibán al poder y la salida de la OTAN y los Estados Unidos, y con ella también termina la Guerra contra el Terrorismo.
La Guerra contra el Terrorismo
La retirada estadounidense de Afganistán, que termina el 31 de Agosto, da fin a la última gran operación militar justificada en el accionar terrorista. Dentro del gran paraguas de la Guerra contra el Terrorismo se realizó la invasión y ocupación de Irak, el bombardeo de Libia, la invasión y ocupación de Siria, el bombardeo a Yemen, entre otros.
De acuerdo al informe del Instituto Watson para Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Brown, para finales de 2020 – sin contar la desmovilización de tropas de Afganistán – el costo de esta Guerra contra el Terrorismo para el gobierno estadounidense asciende a 6.4 billones de dólares.
Hace unos años ya que esta guerra había dejado de ser el principal objetivo de la política exterior estadounidense. En Diciembre de 2017, el entonces presidente Donald Trump publicó una nueva Estrategia de Seguridad Nacional donde introduce la idea de la Competencia Estratégica con China y Rusia como eje central. Para entonces, Estados Unidos se había retirado formalmente de Irak (aunque sigue contando con una gran presencia), la guerra en Siria se había estabilizado, Arabia Saudita se encargaba personalmente de bombardear Yemen y Libia era un caos sin un bando triunfador. Trump fue quien se encargó de cerrar el capítulo de Afganistán, negociando un acuerdo con los Talibán en Doha. Biden, en plena continuación de la política exterior de Trump, simplemente llevó adelante lo acordado.
Final de ciclo hegemónico
En el artículo “El ascenso de China desde la perspectiva de la economía-mundo”, de esta misma columna, hemos hablado de cómo se relaciona el ascenso de China con los ciclos de Kondratiev. En él se ve que el ascenso económico de China, a partir de los años ’90, coincide con la etapa unipolar de control estadounidense y con el inicio de la Guerra contra el Terrorismo. Y ahora se puede ver que ésta guerra es la que marca el fin de su ciclo hegemónico, al igual que lo hiciera la Segunda Guerra Mundial para el Reino Unido o las guerras napoleónicas para Francia.
Teniendo en cuenta lo que dice Paul Kennedy en su “Auge y caída de las grandes potencias”:
“si un Estado se excede estratégicamente – digamos por la conquista de territorios extensos o el mantenimiento de guerras costosas – , corre el riesgo de que los beneficios potenciales de la expansión externa sean superados por el enorme gasto del proceso, problema que se agudiza si la nación involucrada ha entrado en un período de declive económico relativo.” (Kennedy 1994, págs. 10-11)
El costo de 6,4 billones de dólares en una economía de servicios con poca base productiva puede ser más de lo que haya podido soportar.
Esto no quita que continúen las operaciones militares antiterroristas en otros lugares, como se está dando en África o se continuará a distancia en Afganistán, Siria o Yemen. Pero es probable que se vea un repliegue del accionar estadounidense a sus zonas de influencias más cercanas: el continente americano, en especial el Caribe, y Europa occidental.
Así como Gran Bretaña vio mermar su influencia global, en especial tras la invasión del canal de Suez, y aprendió a adoptar un rol secundario, hoy Estados Unidos se ve en la misma posición. No es probable que acepte el liderazgo chino, sino que tras la salida de Afganistán es esperable la consolidación de un verdadero sistema multipolar donde Estados Unidos sea una más de las potencias líderes y no un primo inter pares como se consideraba hasta ahora.
Nueva etapa
Tal vez un ejemplo de cómo está cambiando la situación se ve claramente en el pacífico y en el estrecho de Taiwan. Anteriormente, la presencia de la flota estadounidense permitía proteger al gobierno de Taiwan de la recuperación de la isla por parte de China, como sucedió en 1958 en la segunda crisis del estrecho. Hoy, la presencia estadounidense no funciona como una disuación, sino como una carnada para iniciar un nuevo conflicto a partir de las “operaciones de libertad de navegación” que hacen buques guardacostas estadounidenses en la zona.
Incluso la visita realizada por Kamala Harris a Vietnam, que buscaba sumar a este país al esfuerzo estadounidense por contener a China basándose en la disputa de las islas Spratley en la Mar de la China Meridional, no tuvo éxito. No sólo la generosa donación estadounidense de un millón de vacunas de Pfizer fue superada por la donación de dos millones de vacunas chinas, sino que momentos antes de encontrarse con Harris, el primer ministro Pham Minh Chinh le aseguró al embajador chino que no se aliará a ningún país contra China. Es decir, la diplomacia estadounidense en su más alto nivel ya no tiene los efectos que solía tener.