por Pedro Silva Barros*
El 18 de septiembre pasado, por primera vez en la historia, un Secretario de Estado de Estados Unidos puso un pie en la Isla de las Guyanas. Se trata de Mike Pompeo. La mayor parte de la cobertura periodística y el análisis de esta visita se ha centrado en el intento del presidente Donald Trump de presentar una agenda más dura y efectiva sobre Venezuela, para la búsqueda de los votos de los republicanos en Florida. Pero hay otros factores que explican esta visita sin precedentes, anunciada sobre la hora.
El contexto de fragmentación política y de desintegración comercial en Suramérica hace de nuestro subcontinente un escenario abierto para las luchas de poder extrarregionales. La división entre Brasil y Colombia, por un lado, y Argentina, México y Chile, por otro, hizo posible, también por primera vez en la historia, que el pasado sábado 12 de septiembre un estadounidense fuera elegido para presidir el Banco Interamericano de Desarrollo. Hijo de madre cubana, Mauricio Claver-Carone fue asesor especial de Donald Trump y director ejecutivo para asuntos del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional. Su principal argumento de campaña fue la instrumentalización del banco como contrapunto a la expansión china en América Latina. El martes 15 de septiembre se anunció la visita de Pompeo.
La Isla de las Guyanas es única, pero la integración de su infraestructura es muy deficiente y nunca fue planeada en conjunto. Sus 1.700.000 de kilómetros cuadrados equivalen al territorio europeo de Alemania, Francia, España e Italia e conjunto. Situado en el norte de Suramérica es, al mismo tiempo, Atlántico, Caribe y Amazonas, teniendo como principales demarcaciones los dos principales ríos del norte de Suramérica, el Amazonas y el Orinoco, y la interconexión natural entre ellos por el canal de Casiquiare y el río Negro; su parte norte está dividida en el medio por el río Esequibo. Además de Surinam y Guyana, este territorio es compartido por Brasil – los Estados de Amapá, Roraima y el norte del Amazonas, desde todo el estado de Pará y Amazonas hasta el Río Negro – , Venezuela – los Estados de Delta Amacuro, Bolívar y Amazonas – y Francia – el territorio de ultramar de Guyana.
A principios de este año hubo elecciones generales tanto en Guyana como en Surinam. En ambos países la elección fue muy pareja y los derrotados tardaron en reconocer los resultados. La victoria de Irfaan Ali en Guyana sólo se formalizó después de cuatro meses. Por el contrario, en las elecciones de 2015, la ya abandonada y moribunda Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) había enviado misiones electorales con la participación del Brasil y los resultados fueron inmediatamente aceptados por todos los actores políticos de ambos países.
Desde el punto de vista económico, Guyana y Surinam tienen pocas relaciones con Suramerica. Solo 2% de su comercio exterior se realiza con los otros diez países de la región. En los dos últimos años ha habido un auge del petróleo en Guyana que la convierte en el único país de América que tendrá un crecimiento económico positivo en 2020. También se espera que la producción marítima de petróleo se amplíe en Surinam. Es posible que en unos pocos años la producción de petróleo de Guyana supere a la de Venezuela. Aunque tiene las mayores reservas de petróleo del mundo, Venezuela ha visto caer su producción de petróleo debido a la propia ineficiencia y al embargo de los Estados Unidos en los últimos años.
La estrategia de derrocar al gobierno venezolano con el aislamiento político y la asfixia económica, diseñada por los Estados Unidos y el Grupo de Lima en 2017, tuvo como resultados concretos el colapso de la producción petrolera, la profundización de la crisis social venezolana y el fortalecimiento político y económico interno de los militares leales a Nicolás Maduro. Viéndose distante de sus aliados tradicionales, Venezuela se convirtió en el mayor deudor chino de América Latina. Con cada paso que dan EEUU y la OTAN en el entorno ruso, Moscú refuerza sus lazos económicos, políticos y militares con Caracas.
En 2002, cuando la dirección de la empresa petrolera estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) intentó derrocar al gobierno, Hugo Chávez se dirigió a Brasil para enviar barcos para asegurar el suministro interno de gasolina. Ahora es Irán el que cumple este papel. En las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, ganadas por la oposición a Maduro, la principal misión de observación electoral externa fue de Unasur. En las elecciones parlamentarias de diciembre de 2020, con una baja participación de la oposición, Turquía debería ocupar este espacio.
No es la primera vez que Guyana y Surinam se encuentran en medio de grandes disputas geopolíticas. Guyana se independizó del Reino Unido en 1966 y heredó antiguas disputas territoriales entre los británicos y los venezolanos. Surinam se independizó de los Países Bajos solo en 1975 y fue reconocido rápidamente por Brasil. Guyana y Surinam nacieron amenazadas por las tesis de la internacionalización de la Amazonia, que iban cobrando fuerza en Europa y en diversas organizaciones internacionales, y por la sombra de la guerra fría.
En 1978, bajo la dirección de los presidentes Ernesto Geisel del Brasil y Carlos Andrés Pérez de Venezuela, se firmó el Tratado de Cooperación Amazónica con el objetivo de promover el desarrollo integral de la región y sus poblaciones y reafirmar la soberanía exclusiva de los ocho países de la región sobre la gestión de la mayor reserva de biodiversidad del mundo. Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela vetaron la posibilidad de que las potencias extrarregionales participaran en el tratado en ese momento y en el futuro.
En 1983, el gobierno de Surinam fue acusado por Estados Unidos y los países europeos de graves violaciones a los derechos humanos. Tanto la antigua metrópoli como la potencia hemisférica trataron de aislar al país política y económicamente para derrocar a su gobierno. Cuba y otros países de orientación socialista aumentaron sus actividades en Surinam. La Unión Soviética aumentó su presencia en el Caribe. Estados Unidos, gobernados por el republicano Ronald Reagan, buscaron el apoyo del Brasil de Joao Figueiredo para una intervención en Paramaribo. Brasil se negó y, alternativamente, envió una misión diplomática dirigida por el General Danilo Venturini a Surinam, que se distanció de los países socialistas, evitó la invasión americana y garantizó una relativa estabilidad al país en los últimos decenios. Meses más tarde, debido a una situación similar, los Estados Unidos invadieron la isla caribeña de Granada y mataron a su presidente Maurice Bishop.
La acción de Brasil en el norte de Suramérica fue eficaz para disuadir la presencia extrarregional, tanto si actuó mediante consultas regionales con el tratado de cooperación con la Amazonia como si lo hizo bilateralmente con la misión Venturini. Los gobiernos de Geisel y Figueiredo sabían que el mayor perdedor en un conflicto impulsado por intereses extrarregionales en Suramérica sería el propio Brasil.
La presencia de Mike Pompeo en Guyana, Surinam, Roraima y Colombia en el mismo viaje solo puede entenderse en este contexto de fragmentación de la gobernanza regional suramericana y de menor protagonismo brasileño.
* Pedro Silva Barros es economista y doctor en Integración de América Latina por la Universidad de Sao Paulo (USP). Fue Director de Asuntos Económicos de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) entre 2015 y 2018.