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¿Tristeza não tem fim?

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Por Constanza Cetraro*

Artículo publicado originalmente el 3 de enero de 2023 en el dossier “No hay dos sin tres. Desafíos y oportunidades para una nueva fase de disputa hegemónica en la región: el retorno de Lula”, elaborado por el Centro de Estudios en Ciudadanía, Estado y Asuntos Políticos de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

Luego de una ardua campaña iniciada el mismo día que salió de prisión y de un mes a contrarreloj del ballotage que definiría el destino de su país, Lula asumió la presidencia por tercera vez. Se halla, como en la primera y quizás más, al frente de una tarea al parecer inconmensurable, pues tal como él lo exclamó ese 30 de octubre, se trata de reconstruir el alma de Brasil.

Veinte años han pasado desde su primer mandato. Los niveles de pobreza vuelven a ser graves, la coyuntura económica es ahora adversa y existe una derecha extrema y poderosa que estas elecciones han terminado de consolidar. Sin embargo, ya el mismo camino recorrido hasta ellas y las primeras señales políticas abren el juego a creer que hay, además de la fe de su electorado, determinación y sensatez en cómo mover esas montañas.

La fórmula Luiz Inácio “Lula” Da Silva (PT)-Gerardo Alckmin(PSB) logró imponerse con el 50,9% de los votos por sobre el 49,1% obtenido por Jair Bolsonaro-Walter Braga Netto (ambos PL). Ese ajustado resultado final evidenció cuál será uno de los principales desafíos que el tercer gobierno de Lula tendrá que enfrentar: la fuerza del bolsonarismo y la extrema derecha como oposición política. No solamente en la última fase electoral su líder logró reunir 7 millones de votos más que en la primera, contra los tres que pudo Lula, sino que las bancas conseguidas en el Congreso la posicionan como el espacio político con mayor presencia.

El Congreso

Concretamente, del total de 513 escaños, el Partido Liberal (PL), su actual expresión partidaria, consiguió 23 nuevos, sumando 99. Si se consideran los de partidos en general aliados (PP, Republicanos), el número asciende a casi el doble. Por su parte, el Partido de los Trabajadores (PT) incorporó 20, es decir, contará ahora con 76 diputados. Ahora bien, la cuestión también está en los de Unión Brasil (59), MDB (42) y PSB (42); en cómo actuarán los principales partidos del llamado centrão, ya que en su misma coalición hay miembros de ellos.De manera similar quedó el panorama en el Senado: de 81 escaños quedaron 13 para el PL, 12 fueron a Unión Brasil, 9 para el PT, 10 y 10 para el MDB y PDB. En definitiva, no habrá medidas ni proyectos de ley que el nuevo gobierno no tenga que someter a complejas negociaciones.

Cabe destacar el papel particular que tendrá el mencionado centrão. En principio, recordemos que ése es el apodo que se ganó el conjunto de partidos políticos de orientación ideológica flexible y poco definida que procuran la cercanía al poder de turno a cambio de favores y financiamiento. Al ganar siempre un número relevante de bancas, contar con su apoyo se vuelve necesario para poder lograr la sanción de los proyectos. Además, son fuerzas políticas con amplia presencia federal, de ahí su empecinamiento en obtener respaldo para mantener sus bastiones y redes clientelistas. Pero, sobre todo, para este tercer gobierno de Lula, tendrán asimismo el rol de sostener la coalición democrática. En otras palabras, no es que son un mero obstáculo con el cual se encuentra el PT ahora, porque en esta ocasión, estos partidos (tradicionalmente de centro y centroderecha) fueron parte de la estrategia de Lula para llegar al poder y encima en clave de “frente por la democracia” para poder vencer a Bolsonaro.

Reparto del Gabinete

En ese mismo sentido, Lula conformó el Poder Ejecutivo. No obstante las carteiras o ministerios más sensibles fueron asignados a hombres del PT – Fernando Haddad en Hacienda/Economía, Mauro Vieira en Relaciones Exteriores, Paulo Pimenta como Secretario de Comunicación y como Jefe de la Casa Civil/Gabinete Rui Costa– el resto fue distribuido entre figuras diversas como para expresar esa necesidad de tender puentes.

En primer lugar, se destaca el nombramiento de Simone Tebet, la ex-candidata por el MDB, como Ministra de Planificación, quien para la segunda vuelta había manifestado públicamente su apoyo a Lula. Segundo, Marina Silva, que había roto relaciones con el PT por diferencias en algunas medidas, será parte del gobierno al mando del Ministerio de Medioambiente. Del mencionado Unión Brasil, Juscelino Filho fue al Ministerio de Comunicaciones y Daniela do Waguinho al de Turismo. Del MDB, también Renan Filho se quedó con el de Transportes, Jader Filho con el de Ciudades. En cuanto al PDL, el partido de Ciro Gomes, se le otorgó el Ministerio de Previsión Social a Carlos Lupi. El PSB, de donde proviene el vicepresidente Gerardo Alckmin, tendrá a uno de sus nombres, Flávio Dino, al frente del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública. Éste último probablemente tenga una particular importancia los meses que vienen ya que trataría la voluntad de anular el actual permiso a la ciudadanía de compra y tenencia de armas.

Hay algunos nombramientos que resonaron especialmente y reflejan cómo Lula deberá gobernar mirando tanto a la izquierda y el progresismo que lo votó, como a la derecha y los mercados. Se conoció estos días que el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento será para una personalidad del PSD, Carlos Fávaro,de trayectoria ligada al empresariado agrícola. Pensemos que es un área clave, después de que la gestión de Bolsonaro profundizara el proceso de desindustrialización y fortaleciera el poder económico y político del agronegocio.  En conjunto con ello, se le encargó a Paulo Teixeira, histórico miembro del PT, el Ministerio de Desarrollo Agrario. Y, lo último en anunciarse, fue la creación de un nuevo Ministerio, el de los Pueblos Indígenas, que estará a cargo de una referente de sus luchas, Sonia Guajajara. Justamente la comunidad de la cual proviene fue una de las más vulneradas por la actividad maderera y minera ilegal en el Amazonas los últimos años. Así, de esa manera, vemos cómo este tercer gobierno inicia consciente de que debe permanecer en el rumbo de una coalición heterodoxa más allá de la elección.

Unir un país dividido

El primer desafío de encontrar una forma estratégica de gobernar con una oposición grande y rearmada se vincula al segundo: la profunda división de la sociedad generada a partir de la expansión y radicalización de la derecha. Bolsonaro pudo haber perdido la presidencia, pero el bolsonarismo como conjunto de creencias y valores se convirtieron en una referencia para la mitad (o quizás más…) de la ciudadanía brasileña. Y es esa famosa “disputa por el sentido” la que viene complicando el camino del progresismo hace 10 años, desde la destitución de Dilma Rousseff en 2014, pasando por los procesos judiciales de Lula, hasta la campaña electoral de 2022. Dicho de otra forma, lo que empezó como una suerte de reacción a los avances socioculturales del lulismo contragolpe cultural o backlash–, terminó cobrando vida propia como una fuente de identificación para muchos sectores.

A simple vista, esto quedó demostrado con los cortes de ruta y manifestaciones que exigían una intervención de las FF.AA. para evitar la asunción de Lula; o episodios como el del simpatizante de Bolsonaro que pretendió colocar un explosivo cerca del aeropuerto de Brasilia, dentro de un supuesto plan mayor para «impedir la instauración del comunismo»; y durante la campaña, los ataques violentos de bolsonaristas a adeptos del PT. Si miramos allá de estos casos puntuales y violentos, y nos detenemos en el discurso que se adivina entre el conjunto de las publicaciones en redes sociales, difusión de fake news, la espectacularidad de figuras de YouTube y vivos de Twitch, las entrevistas a manifestantes y votantes, nos encontramos con una cosmovisión que sale fortalecida de estos cuatro años. El bolsonarismo, como síntesis del pensamiento nacionalista, anticomunista, antifeminista, racista, ligado al credo evangélico y a la defensa del neoliberalismo más atroz, caló hondo en una parte de la sociedad que antes de su surgimiento, no encontraba una representación.

Según Datafolha[1], las principales diferencias entre los universos de electores entre Lula y Bolsonaro fueron que el primero incluyó más mujeres, más jóvenes entre 16 y 24 años, a los más pobres, habitantes del nordeste del país, afrodescendientes y católicos; mientras que el segundo tuvo más hombres, población blanca, los más ricos; y fue mayoría en el sureste, sur, norte y centro-oeste del país. Ante todo, el dato central que explicó en su momento el triunfo de Bolsonaro y hoy en día el crecimiento del espectro político de la extrema derecha, es el apoyo de una parte importante de la clase media baja o clase “C”[2]. Son sectores que lograron mejorar su situación socioeconómica con las políticas de los gobiernos del PT pero que cuando éste mostró signos de agotamiento, se volvieron en su contra. La emergencia de esta oposición se nutrió a partir de las grandes manifestaciones de 2013 y especialmente de las denuncias de corrupción en la operación Lava Jato.

El lulismo ha sido caracterizado, entre otras denominaciones, como “reformismo gradual y pacto conservador” por su “conciliación permanente” (Singer, 2012). Esto fue debido a que la fórmula de su modelo se basó, a grandes rasgos, en garantizar beneficios y ganancias a las élites, mientras desplegaba políticas de inclusión social. Es decir, trató de mantener la estructura económica del país pero sacando de la pobreza a muchos y permitiendo, más que nada, su acceso al consumo. El problema apareció cuando éstos se encontraban que ese ascenso social tenía un límite, que no podían pagar determinados servicios privados y que los públicos eran deficientes (como el transporte, la salud, los espacios comunes). También cuando la inflación, la inseguridad, las denuncias de corrupción y la precarización laboral fueron en aumento.

La sensación de amenaza a lo conseguido fue delineando el conservadurismo popular que sería el caldo de cultivo del bolsonarismo. Fue principalmente a esa clase “C” que las redes de apoyo y socialización de las Iglesias evangélicas llegaron a interpelar.  Esto terminaría yendo de la mano de otros grupos con posturas conservadoras, como el agronegocio y los militares. Se conformó así la tríada bala – biblia – buey que tanto se denunció estos años como el sostén de Bolsonaro.

En fin, lo que hoy interesa rescatar de ese proceso, en el cual una parte de la sociedad brasileña se desconectó del lulismo, es que invita a una mirada crítica que bien puede iluminar la praxis sobre la situación social actual. Uno, respecto de cómo el progresismo no pudo, no supo entender las aspiraciones de esa nueva clase media baja que se chocó con las limitaciones de un modelo que en sí mismo, jamás iba a terminar de transformar la estructura social en su favor. Dos, de cómo en esa historia de reformismo gradual los sectores medios tradicionales también se empezaron a ver asfixiados, y se unieron a las demandas en contra de la corrupción, por un mejor transporte y espacio público, etc… Tres, que si hubo grupos poderosos que se beneficiaron del proceso político neoliberal que el bolsonarismo abrió y salen mejor parados que el grueso de la población, quizás en esta ocasión haya que empezar por ahí y no volver a postergar a esos sectores golpeados.

Sacar a Brasil del mapa del hambre

En un mundo en recesión, evidentemente las fórmulas económicas no son las mismas de las épocas de prosperidad. El tercer desafío del gobierno de Lula es igual al de su primer gobierno pero en un contexto internacional distinto e inestable. Fue una de sus principales promesas de campaña: que Brasil vuelva a salir del mapa del hambre de la ONU. A esos 33 millones de pobres, les compartió sus objetivos de aumentar el empleo, los ingresos y el acceso a la sanidad. Si ya no se está en un ciclo de abundancia que permitan la conciliación permanente con la cima y la base de la pirámide social, aunque sí el diálogo político, probablemente la vía sea a través de una reforma fiscal. Ahora bien, lo que de allí se obtenga podría incentivar una reindustrialización del país que los últimos años se ha vuelto prácticamente agroexportador.  Un proceso semejante podría mejorar la demanda y calidad de empleo, al tiempo que diversificar las fuentes de ingresos nacionales y posibilitar otras chances de intercambio regional.

A propósito, cabe señalar un desafío más: recuperar el reconocimiento internacional y apostar por las relaciones multilaterales. Volver a posicionar a Brasil en ese lugar de prestigio y ejemplo, después de su irregular gestión de la pandemia de Covid-19 y alarmantes decisiones – y sobre todo omisiones– en materia ambiental. El triunfo de Lula, por ende, fue bien recibido alrededor del mundo y se espera una positiva reinserción de Brasil que colabore con el objetivo de reducir la pobreza e impulsar la matriz productiva.

En la última semana del 2022, casi como un prólogo, el Congreso aprobó una enmienda constitucional que indica que próximas medidas podrían tomarse con mayor margen. El techo del gasto público, congelado desde el gobierno de Temer, ahora puede ampliarse para financiar programas sociales. Por ejemplo, podrían continuar y mejorar así las ayudas económicas que Bolsonaro había puesto en la pandemia.  Asimismo – lo cual allana el terreno para la tarea legislativa que se avecina– se declaró inconstitucional el llamado “presupuesto secreto”. Esto era un instrumento de negociación de fondos y partidas discrecionales que la gestión anterior usó para ir ganando gobernabilidad (Elman, Cenital, 29.12.2022). Para el Congreso con mayoría opositora que se viene, la denuncia de ilegalidad de este mecanismo es un buen punto de partida, ya que podría volver más transparente y democrático su accionar.

“El pueblo brasileño dejó en claro que desea más y no menos democracia”, afirmó Lula, entre otras cosas, en su discurso tras conocerse la victoria electoral. Aparecieron en sus palabras la mayoría de los desafíos que sabe que tendrá en este tercer mandato y que registramos aquí: la fuerte oposición de la extrema derecha consolidada, la necesidad de gobernar con una coalición heterogéneadesarmar la arquitectura autoritaria, institucional y simbólica construida por el bolsonarismo(Elman, 29.12.2022) y combatir el hambre y la pobreza. Si a los ojos del mundo, y sobre todo de América Latina, se creía muy difícil, pero no imposible, que Lula volviera a hacerse con el poder; la misma “fe que mueve montañas” se tiene con su nueva presidencia. Reconstruir el alma de Brasil es volver a creer en su voluntad alegre y democrática, en que la tristeza quizás sí tiene fin.

* Lic. en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires (tít. en trámite). Investigadora en formación en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC). Ex-becaria de grado UBACyT y miembro del grupo de investigación “Las desafíos de los nuevos progresismos latinoamericanos en un contexto internacional inestable” (actual denominación) dirigido por el PhD Mario Toer y coordinado por el Dr. Ariel Goldstein.

Referencias bibliográficas

Agrofy News (29.12.2022) Lula nombró a Carlos Fávaro como el nuevo ministro de Agricultura de Brasil. Disponible en: https://news.agrofy.com.ar/noticia/203037/lula-nombro-carlos-favaro-como-nuevo-ministro-agricultura-brasil

Andrés, R. (2022) La ‘resurrección’ de Lula y los nuevos desafíos del lulismo, Nueva Sociedad, edición digital. Disponible en: https://nuso.org/articulo/Lula-Brasil/

Brondo, H. (30.10.2022) Brasil: El próximo presidente, obligado a negociar con el Congreso. La Voz.  Disponible en: https://www.lavoz.com.ar/mundo/brasil-el-proximo-presidente-obligado-a-negociar-con-el-congreso/

Elman, J. (28.12.2022) 62,5 millones de pobres, el escenario al que se enfrenta Lula, CENITAL. Disponible en: https://cenital.com/625-millones-de-pobres-el-escenario-al-que-se-enfrenta-lula/

Falak, M. (30.12.2022) Asume Lula da Silva en Brasil con demandas urgentes y un ambiente político envenenado, Ámbito Financiero. Disponible en: https://www.ambito.com/asume-lula-da-silva-brasil-demandas-urgentes-y-un-ambiente-politico-envenenado-mujeres-n5618506

Giuliano, P. (03.10.2022) El “Centrao”, el poder en la sombra de la política brasileña, amplía su influencia. TÉLAM. Disponible en: https://www.telam.com.ar/notas/202210/606718-centrao-poder-politica-brasil-congreso.html

Página 12 (30.12.2022) Lula da Silva anunció su nuevo gabinete. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/511899-lula-da-silva-anuncio-su-nuevo-gabinete

Summa, G. (2022). La tercera vez de Lula en un Brasil partido en dos. Nueva Sociedad – NUSO Nº 302, edición digital. Disponible en: https://nuso.org/articulo/302-tercera-vez-lula-brasil-partido/


[1] Datos citados por Summa, G. (2022) en La tercera vez de Lula en un Brasil partido en dos, Nueva Sociedad.

[2] “La clase E, compuesta por los más pobres, representaba 28,1% de la población brasileña en 2003 y cayó a 10,9% en 2012. Las clases D y E englobaban conjuntamente a 96,2 millones de personas en 2003 y se redujeron a 63,5 millones en 2011. En consecuencia, la clase C pasó de 65,8 a 105,5 millones de personas en el mismo periodo.” Andrés, R. (2022), La «resurrección» de Lula y los nuevos desafíos del lulismo, Nueva Sociedad.

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