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Perspectiva Latinoamericana | Post-Primarias en Chile y el desafío constituyente

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Por Juan Pablo Sanhueza Tortella, Secretario Internacional de Comunes

El pasado 29 de noviembre se realizaron primarias legales en Chile, las segundas de carácter municipal y las primeras para elegir gobernaciones regionales¹.

Cabe señalar que en Chile las primarias no son obligatorias y, por tanto, dependen de la voluntad de los partidos políticos y/o los pactos que conforman para su inscripción respectiva y su realización bajo la supervisión del Servicio Electoral. Asimismo, se ha promovido la celebración de “primarias ciudadanas” (informales) en aquellas localidades donde hay voluntad de realizar primarias, sin perjuicio que no haya pactos legales que las hayan inscrito en esa localidad.

Es importante destacar también, que la celebración de primarias es una práctica que no está asentada en la cultura electoral chilena y, respecto de la cual, aún hay muchos desafíos pendientes (el primordial: la participación).

Aclarado lo anterior, a nivel nacional se inscribieron 3 listas principales que compitieron en diversas regiones y comunas²

  • Chile Vamos, que agrupa a los partidos Unión Demócrata Independiente, Renovación Nacional y Evolución Política (todos afines al gobierno de Sebastián Piñera)
  • Unidad Constituyente, que agrupa al Partido Socialista, al Partido Por la Democracia, a Ciudadanos, al Partido Progresista, al Partido Demócrata Cristiano y al Partido Radical 
  • Frente Amplio, que agrupa a Revolución Democrática, Convergencia Social, el Partido Liberal y Comunes

En lo que respecta a las fuerzas de oposición en amplio sentido (Unidad Constituyente y Frente Amplio) destacan algunos resultados que nos permiten comprender el comportamiento del electorado chileno post-revuelta popular de octubre de 2019 y también proyectar el escenario de disputa electoral para las elecciones próximas, a saber: Municipales, Gobernaciones y Constituyentes (abril 2021) y parlamentarias y presidenciales (primarias en julio de 2021 y primera vuelta en noviembre del mismo año).

Dentro del pacto Unidad Constituyente, el partido demócrata cristiano resultó fortalecido notablemente, con un candidato a gobernador regional metropolitano (Claudio Orrego) que acaparó el 53,3% de la votación de todo el pacto y una DC que dobló el porcentaje de votación a nivel nacional al segundo partido más votado del pacto, el Partido Socialista, gran perdedor de estas primarias internas y cuya hegemonía y capacidad de conducción de la oposición queda en entredicho ante la incapacidad de presentar una candidatura competitiva al ala conservadora del pacto, resultado que podría explicar en parte la decisión de la mayoría del Frente Amplio de inclinarse a pactar una lista antineoliberal para la Constituyente con el espacio denominado “Chile Digno” (Partido Comunista, Frente Regionalista Verde, Acción Humanista) abandonando tanto el camino propio como una potencial alianza hacia el eje PS-DC.

Por otra parte, dentro del Frente Amplio, también hubo un reordenamiento importante de fuerzas. Así, el partido Comunes se impuso a Revolución Democrática, como la fuerza más votada dentro del pacto, con un 24% de las preferencias a nivel nacional, con un 39% de preferencias en la Región Metropolitana y un 68% en la región de Tarapacá, resultando además, con dos de los cuatro candidatos a gobernadores del pacto, dentro de sus filas.

Dichos resultados produjeron una suerte de movimiento telúrico dentro del pacto, que tuvo dentro de sus remezones la salida del Partido Liberal al cabo de unos días de realizadas las elecciones. En términos de tesis política y discurso, la coalición viró hacia una posición marcadamente antineoliberal y con fuerte arraigo popular, además de situarse en el camino de construir una mayoría popular que logre conquistar los derechos sociales que la movilización ha puesto en relieve, en contraste con aquellas posturas más conciliadoras hacia los partidos agrupados en “Unidad Constituyente” y que, a la postre, han sido los arquitectos y administradores del modelo neoliberal impugnado por el pueblo de Chile bajo la consigna: “No son 30 pesos, son 30 años”.

De cara al proceso Constituyente más importante en la historia de Chile y el primero de carácter paritario en la historia de la humanidad, sigue pendiente el desafío de la tan manoseada unidad, de una parte están quienes insisten en la mera sumatoria de siglas para zanjar en el papel una frágil idea de unidad, sin programa común, sin propuestas mínimas, sin una estrategia de apertura democrática. De otra parte, existe la incipiente posibilidad de sentar las bases para una unidad sustantiva, con contenidos y propuestas comunes, que desborde a los partidos políticos y sus coaliciones, que ponga en el centro las demandas sociales.

Al respecto, algunos han puesto en la mesa la necesidad de competir en una lista única de toda la oposición (FA-ChD, UC e independientes) bajo el argumento que ir en más de una lista opositora significaría un triunfo inminente para el oficialismo y un obstáculo insalvable para alcanzar los 2?3 necesarios para obtener mayorías dentro del órgano constituyente. Ese argumento carece, al menos, de dos elementos fundamentales para analizar la política electoral post-estallido social en Chile. Primero, en términos electorales, ir en dos listas no afectará la elegibilidad de los respectivos partidos y coaliciones, toda vez que el sistema de elecciones chileno es proporcional (D’Hondt), por tanto, una lectura conservadora del escenario podría proyectar los tres tercios existentes en la cámara de diputados y diputadas en una potencial convención constitucional y eso nos daría como resultado una mayoría opositora sin necesidad de la lista única. Lo anterior sin considerar el ascenso de participación electoral por las características de la elección y el creciente involucramiento ciudadano en la política, así como tampoco consideramos las nuevas correlaciones de fuerzas dentro de las coaliciones (ya detallada más arriba) ni el porcentaje de aprobación y desaprobación del gobierno (7% de aprobación y 87% de desaprobación) que no era tal al realizarse las elecciones parlamentarias que repartieron el tablero dentro del parlamento. Segundo, en la Constituyente no nos jugamos sólo la posibilidad de unir a la oposición sino que la construcción de un bloque Constituyente que bregue por derechos sociales y, en general, por posiciones que permitan correr los límites de lo posible, necesidad que queda corta si pretendemos darle solución con la sola unidad de la oposición a sabiendas que hay sectores dentro de la misma que no están por una constituyente que jubile al neoliberalismo ni necesariamente sintonizan con el ánimo de época que la gente ha abierto desbordando la política tradicional y que requiere expresarse en una convención constitucional que podría ser el primer paso para superar un modelo de privilegios, odio y exclusión.

Ese es el desafío, ni más, ni menos.

 


¹ Este cargo es nuevo, se elige por primera vez y viene a reemplazar la figura del Intendente, que era designado por el Presidente de la República. Así, se crean las figuras de gobernador regional y delegado presidencial regional, el primero electo popularmente y el segundo designado por el Ejecutivo.

² No todas las coaliciones compitieron en todas las regiones ni en todas las comunas, asimismo hubo casos aislados, como el del Partido Ecologista Verde que celebró primarias internas para alcaldías y una gobernación regional. Para mayor detalle de pactos y resultados parciales ingresar aquí.

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