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Mirada Multipolar |Tensión asimétrica en Europa del Este

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por Sebastián Tapia

Desde fines de Marzo se registra un aumento de la tensión en la frontera entre el gobierno ucraniano y las provincias rebeldes de Donetsk y Lugansk. Los bombardeos de artillería violan la tregua establecida a mediados de 2020 con una frecuencia diaria, por ambas partes. Kiev sostiene que ha perdido varios soldados, algunos frente a minas plantadas hace tiempo, y los ejércitos de las repúblicas no reconocidas reclaman por los ataques contra la población civil, que causaron la muerte de un niño de 5 años.

El gobierno ucraniano se preparó para una ofensiva sobre las provincias rebeldes, movilizando sus reservas y su artillería pesada. Se rumoreaba que a mediados de abril podría iniciarse un avance que terminaría por recuperar los territorios perdidos. Rusia mobilizó gran cantidad de sus tropas hacia la frontera con Ucrania y al península de Crimea, incluso realizando ejercicios militares de varias actividades distintas. Sin embargo, ningún avance sucedió y la región volvió a su tensa calma. ¿Por qué se canceló esta ofensiva?¿Por qué se inició una escalada si no iba a haber ofensiva?

Quien tira la primer piedra

Los medios occidentales presentaron la movilización de tropas rusas como la preparación de una invasión rusa a Ucrania que buscaría tomar control de todo el territorio del país vecino. The Wall Street Journal, Deutsche Welle, The Telegraph, Foreign Policy y muchos medios más asumían que era inminente el avance de Rusia sobre su vecino, de manera similar a la que representaron la guerra de 2008 con Georgia como una invasión.

Pero pocos explicaron el por qué de dichas movilizaciones. El 24 de Marzo, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, firmó el decreto 117/2021 “Para aprobar la estrategia de des-ocupación y reintegración de los territoriorios temprariamente ocupados de la república autónoma de Crimea y la ciudad de Sevastopol”, que designa a Rusia como un enemigo y establece los medios para recuperar su territorio, incluyendo la vía militar.

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Escalada retórica

Ante la primer respuesta rusa de movilización de tropas hacia Crimea y la frontera con Ucrania, Zelenski buscó involucrar a la OTAN para intimidar a su vecino. El presidente ucraniano hizo público que en una llamada al Secretario General de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, le dijo que “la OTAN es la única manera para terminar la guerra en el Donbas. El programa de membresía de Ucrania será una señal real para Rusia”. La respuesta de Stoltenberg fue que la Alianza se mantiene firme en una “relación cercana” con Ucrania, pero de membresía no dijo nada.

Al día siguiente, Zelenski tuvo una reunión con el jefe del comité militar de la OTAN, Stuart Peach. Pero no pudo obtener más que la atención de la OTAN y su preocupación por mantener la tregua. Pero ningún apoyo real en el frente.

Por otro lado, sí obtuvo un fuerte apoyo norteamericano. La armada estadounidense comunicó que enviaría dos destructores, el USS Donald Cook y el USS Roosevelt, al Mar Negro – entre Ucrania, Crimea y Rusia. Esto acompañado de una escalada retórica, donde el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, amenazó con “graves consecuencias” si Rusia actuaba agresivamente contra Ucrania.

Baja la tensión militar, aumenta la diplomática

Pero luego todo pareció enfriarse de golpe. El 9 de abril, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Ruslan Khomchak, parece haber tenido una epifanía y declaró que la toma de las provincias rebeldes causaría muertes masivas de civiles y militares y que las fuerzas armadas ucranianas no están dispuestas a pagar ese precio. El mismo día, tras visitar las tropas en el frente, el presidente Zelenski anunció que trabajará para una nueva tregua por medios políticos y que la vía militar no es aceptable.

Rusia continuó con la movilización de su ejército, sin creer mucho en el rápido arrepentimiento ucraniano. Incluso traspasó su flotilla del Mar Caspio al Mar Negro a través del canal que une el río Volga con el Don y el ministro de defensa, Sergei Shoigu, anunció ejercicios militares rápidos reuniendo dos ejércitos y tres formaciones de tropas aerotransportadas.

El 13 de abril, Joe Biden llamó a Putin para tratar de bajar la tensión. Le propuso una reunión en un tercer país para discutir la mejora de la relación entre Rusia y Estados Unidos. Además, canceló el envío de esos dos destructores al Mar Negro. Pero la distensión duró sólo un día. El 15 de abril, antes que Putin pudiera responder si iría a esa hipotética cumbre, una orden ejecutiva (decreto presidencial) impuso sanciones económicas a 12 ciudadanos rusos,  20 entidades rusas y expulsó a 10 diplomáticos rusos tras acusar a la Federación Rusa de afectar el funcionamiento de las elecciones estadounidenses. Esta vez, se la acusa de las mismas elecciones que ganó Biden.

La respuesta rusa consistió en expulsar a 10 diplomáticos estadounidenses y en sugerirle al embajador que regrese a su país. El embajador estadounidense, John Sullivan, primero se negó a dejar Moscú, pero luego aceptó consultar con su gobierno y aprovechar para visitar a su familia.

Zelenski propuso un diálogo a cuatro partes, entre Ucrania, Rusia, Francia y Alemania, tras una reunión con Macron y Merkel. Una oferta poco apetitosa, ya que los diálogos de Minsk que acercaron a Ucrania y los rebeldes bajo mediación de Rusia, Francia, Alemania y Bielorrusia, quedaron truncos por la no implementación del acuerdo por parte de Ucrania. Al día siguiente, Rusia expulsó al cónsul ucraniano por haber recibido información secreta sobre intereses logísticos de la agencia federal de seguridad rusa. Ucrania respondió expulsando al diplomático ruso de más alto grado en su país. Sobre el diálogo, Putin respondió que Zelenski puede ir a Moscú a discutir las relaciones bilaterales, pero sobre el conflicto del Donbas deber discutirlo con las provincias rebeldes.

En paralelo, estalló una crisis diplomática entre Rusia y países europeos. La República Checa acusó a dos diplomáticos rusos de estar involucrados en la explosión de dos depósitos de municiones en 2014 y expulsó de su país a 18. Rusia respondió con la expulsión de 20 diplomáticos checos. Y República Checa volvió a expulsar 63 diplomáticos y familiares para que la delegación rusa en su país tenga el mismo tamaño que la suya en Rusia. Además, en “solidaridad” con la República Checa, los páises bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, anunciaron la expulsión en conjunto de cuatro diplomáticos rusos.

A pesar de haber anunciado que no considera recurrir a la fuerza militar para retomar las provincias rebeldes, Zelenski promulgó una ley el 21 de abril para llamar a los reservistas a actividad sin la necesidad de realizar una movilización especial. Es probable que sea sólo el resultado del aumento de la tensión anterior, ya que la ley fue aprobada por el parlamento a fines de marzo. Pero contrasta con la decisión rusa de replegar las fuerzas movilizadas tras el desarrollo de los ejercicios militares que había anunciado Shoigu.

¿Pero qué necesidad de todo esto?

La crisis económica y social que envuelve a Ucrania hace años, sumada al caos causado por el COVID-19, son motivo suficiente para que el gobierno de Kiev recurra a la amenaza extranjera cada vez que está en problema. ¿Pero por qué Estados Unidos se suma a este escenario? Hay dos hipótesis sobre por qué es necesario aumentar la tensión entre Rusia y Europa en este momento.

El analista político Andrew Korybko sostiene que la competencia por la distribución de las vacunas en Europa es uno de los motivos. Ante los problemas que la UE está teniendo para obtener suficientes dosis de Pfizer y AstraZeneca, la autorización e importación de Sputnik V es cada vez más necesaria y requerida por algunos de sus estados miembro. Una conflicto activo en Ucrania serviría para la imposición de sanciones económicas que impidan esa compra o cortarían el diálogo lo suficiente para que ya no sea una opción válida o aceptable para los pueblos de esos estados interesados.

 

Otro motivo, y el más citado generalmente, es la conclusión del proyecto Nordstream II. Este es un gasoducto que une Rusia con Alemania a través del mar Báltico, permitiendo la exportación de gas ruso directo al centro productivo de Europa. La Federación Rusa ya anunció que el proyecto estaría terminado para mediados de año, dejando poco tiempo para que se pueda evitar su terminación.

Estados Unidos amenazó a Alemania con utilizar todos los medios posibles para evitar que el gasoducto entre en funcionamiento. Y el Wall Street Journal asegura que ya tiene preparadas las sanciones económicas para aplicar en caso que sea terminado.

El argumento para oponerse al proyecto es que aumenta la influencia en la región, como si el gasoducto anterior – Nordstream – no lo hiciera. El verdadero motivo es doble, por un lado la pérdida de exportaciones de gas de esquisto mediante barcos LNG (gas natural licuado) que Estados Unidos hace a Europa y, por otro, la pérdida de regalías por tránsito que dejarían de recibir sus aliados del Este europeo. Es decir, el mismo gas ruso no es un problema cuando es enviado por gasoductos que recorren Polonia y Ucrania, porque tienen que abonar una tasa de tránsito que queda en esos países. En cambio, si el gasoducto va directo a Alemania, estos dos países no recibirían nada. Ucrania, en guerra, en crisis económica, en pandemia y con su aparato productivo destruído, sólo le queda el ingreso del tránsito de gas.

Sin embargo, para Rusia el Nordstream II no es tan necesario. Si bien Europa es un mercado importante, el crecimiento del mercado asiático y su asociación integral con China es más importante. La construcción del gasoducto “La fuerza de Siberia” (en amarillo en el mapa) le permite comunicar sus yacimientos orientales con el mercado chino. La construcción de más gasoductos proyectados (en gris en el mapa) le permitirán transportar el gas de los yacimientos occidentales, cuya producción suele ir a Europa, hacia China. En otras palabras, la venta de gas ruso a Europa es importante, pero de llegar el caso, podría revertirlo hacia Asia.

Pero en esta crisis con Ucrania, los intereses rusos están en otro lado. En el reciente discurso a la Asamblea Federal, Vladimir Putin dijo:

“Pero espero que nadie piense en cruzar la ‘línea roja’ con respecto a Rusia. Nosotros vamos a determinar en cada caso dónde se dibuja la línea”

Y en este caso se refiere a la protección de los ciudadanos rusohablantes en las provincias rebeldes de Ucrania, muchos portantes de pasaporte ruso, y de la incorporación de Ucrania a la OTAN. Estas acciones forzarían la reacción de Rusia, incluso a nivel militar. En palabras de Putin:

Realmente no queremos quemar puentes. Pero si alguien confunde nuestras buenas intenciones con indiferencia o debilidad y tiene la intención de quemar o incluso volar estos puentes, debe saber que la respuesta de Rusia será asimétrica, rápida y dura.

Es probable que las cabezas más frías entiendan hasta dónde está dispuesto a arriesgar cada parte en este conflicto. La resolución pacífica del conflicto en Ucrania todavía es posible, si las partes se atienen a lo acordado en Minsk. Si la guerra vuelve a recrudecer en el Donbas, sólo el pueblo ucraniano será quien pierda.

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