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Lula en la ONU: Críticas a los organismos internacionales post SGM y defensa de los BRICS+

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Por Isabela Gaia

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva (PT) pronunció un incisivo discurso en la inauguración de la 78ª Asamblea General de la ONU, este martes (19), en Nueva York (Estados Unidos). Al dirigirse a la comunidad internacional, criticó lo que llamó el “inmovilismo” y la “parálisis” de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las propias Naciones Unidas, y afirmó que el surgimiento de los BRICS se produjo a raíz de esto. Lula destacó la reciente expansión de los BRICS, con el ingreso de Argentina, Irán, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía, y afirma que ese movimiento fortalece la lucha por un escenario de mayor pluralidad económica, geográfica y política.  

“En las principales instancias de la gobernanza global, las negociaciones en las que todos los países tienen voz y voto han perdido fuerza. Cuando las instituciones reproducen desigualdades, son parte del problema, no de la solución. El año pasado, el FMI puso a disposición 160 mil millones de dólares en derechos especiales de giro para los países europeos, y sólo 34 mil millones para los países africanos. La representación desigual y distorsionada en la gestión del FMI y del Banco Mundial es inaceptable”, prosiguió. 

Luciendo su ya tradicional corbata con los colores de la bandera brasileña , y ante la atenta mirada de líderes de todo el mundo y también de los presidentes del Senado, Rodrigo Pacheco, y de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, el presidente se mostró enérgico al criticar desigualdad, y afirmó que falta “voluntad política de quienes gobiernan el mundo” para superar las injusticias. 

En unos veinte minutos de discurso, Lula fue interrumpido varias veces por aplausos provenientes de los participantes en la inauguración de la Asamblea de la ONU. Por ejemplo, cuando dijo que “Brasil ha vuelto” al escenario internacional; cuando afirmó que el país trabajará para lograr la igualdad racial; y al citar la ley, sancionada en julio, que garantiza la igualdad salarial entre hombres y mujeres en el país

En su discurso, Lula también dio mucho espacio a las cuestiones climáticas. Recordó que, la primera vez que participó en la Asamblea General, en 2003, “el mundo aún no se había dado cuenta de la gravedad de la crisis climática. Ahora llama a nuestras puertas, destruye nuestros hogares, nuestras ciudades, nuestros países”. afirmó, momentos después de expresar sus condolencias a las víctimas del terremoto en Marruecos , las inundaciones en Libia y el ciclón extratropical que devastó ciudades de Rio Grande do Sul

“Actuar contra el cambio climático implica pensar en el mañana y afrontar desigualdades históricas. Los países ricos crecieron basándose en un modelo con altas tasas de emisiones de gases perjudiciales para el clima. La emergencia climática hace urgente corregir el rumbo e implementar lo ya acordado. “No por otra razón hablamos de responsabilidades comunes, pero diferenciadas. Son las poblaciones vulnerables del Sur Global las más afectadas por las pérdidas y daños causados ??por el cambio climático”, resumió.  

Discurso completo de Lula en la inauguración de la 78ª Asamblea General de la ONU:

“Saludo al Presidente de la Asamblea General, Embajador Dennis Francis de Trinidad y Tobago. Es un placer estar precedido por el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres. Saludo a cada uno de los Jefes de Estado y de Gobierno y a los delegados presentes. 

Rindo homenaje a nuestro compatriota Sérgio Vieira de Mello y a otros 21 empleados de esta Organización, víctimas del brutal atentado en Bagdad, hace 20 años. También deseo expresar mi más sentido pésame a las víctimas del terremoto en Marruecos y de las tormentas que azotaron Libia. Como sucedió recientemente en el estado de Rio Grande do Sul en mi país, estas tragedias cobran vidas y causan pérdidas irreparables. Nuestros pensamientos y oraciones están con todas las víctimas y sus familias. 

Señoras y señores. Hace veinte años ocupé esta plataforma por primera vez. Y dije, aquel 23 de septiembre de 2003: “Que mis primeras palabras ante este Parlamento Mundial sean de confianza en la capacidad humana para superar los desafíos y evolucionar hacia formas superiores de convivencia”. Vuelvo hoy para decir que mantengo mi confianza inquebrantable. en la humanidad. 

En ese momento, el mundo aún no se había dado cuenta de la gravedad de la crisis climática. Hoy llama a nuestras puertas, destruye nuestros hogares, nuestras ciudades, nuestros países, mata e impone pérdidas y sufrimientos a nuestros hermanos, especialmente a los más pobres. El hambre, tema central de mi discurso en este Parlamento Mundial hace 20 años, afecta hoy a 735 millones de seres humanos, que se van a dormir esta noche sin saber si tendrán qué comer mañana. 

El mundo es cada vez más desigual. Los 10 mayores multimillonarios tienen más riqueza que el 40% más pobre de la humanidad. El destino de cada niño nacido en este planeta parece trazarse en el vientre de su madre. La parte del mundo donde vivan sus padres y la clase social a la que pertenezca su familia determinarán si ese niño tendrá o no oportunidades a lo largo de la vida. Si comerás todas tus comidas o si se te negará el derecho a desayunar, almorzar y cenar diariamente. Si tendrá acceso a la atención sanitaria o si sucumbirá a enfermedades que ya podrían haber sido erradicadas. Si completarás tus estudios y conseguirás un trabajo de calidad, o si pasarás a formar parte de la creciente legión de desempleados, subempleados y desanimados. 

En primer lugar, debemos superar la resignación, que nos hace aceptar tal injusticia como un fenómeno natural. Para superar la desigualdad falta voluntad política por parte de quienes gobiernan el mundo.  

Señores y señoras. Si hoy regreso en calidad de presidente honorable de Brasil, es gracias a la victoria de la democracia en mi país. La democracia ha garantizado que superemos el odio, la desinformación y la opresión. La esperanza, una vez más, venció al miedo. Nuestra misión es unir a Brasil y reconstruir un país soberano, justo, sostenible, solidario, generoso y alegre. Brasil se está reencontrando consigo mismo, con nuestra región, con el mundo y con el multilateralismo. Como no me canso de repetir, Brasil está de regreso. 

Nuestro país ha vuelto a hacer su debido aporte para enfrentar los principales desafíos globales. Rescatamos el universalismo de nuestra política exterior, marcada por el diálogo respetuoso con todos.  

La comunidad internacional está inmersa en un torbellino de crisis múltiples y simultáneas: la pandemia de Covid-19; la crisis climática; y la inseguridad alimentaria y energética amplificada por las crecientes tensiones geopolíticas. El racismo, la intolerancia y la xenofobia se han extendido, alentados por las nuevas tecnologías creadas supuestamente para acercarnos más. Si tuviéramos que resumir estos desafíos en una sola palabra, sería desigualdad. La desigualdad está en la raíz de estos fenómenos o actúa para empeorarlos. 

La acción colectiva más amplia y ambiciosa de la ONU dirigida al desarrollo –la Agenda 2030– podría convertirse en su mayor fracaso. Nos encontramos en la mitad del período de implementación y aún lejos de los objetivos definidos. La mayoría de los objetivos de desarrollo sostenible avanzan a un ritmo lento. El imperativo moral y político de erradicar la pobreza y acabar con el hambre parece entumecido. En estos siete años que nos quedan, reducir las desigualdades dentro y entre los países debería convertirse en el objetivo de síntesis de la Agenda 2030. Reducir las desigualdades dentro de los países requiere incluir a los pobres en los presupuestos nacionales y hacer que los ricos paguen impuestos proporcionales a su patrimonio. 

En Brasil, estamos comprometidos a implementar los 17 objetivos de desarrollo sostenible, de manera integrada e indivisible. Queremos alcanzar la igualdad racial en la sociedad brasileña a través de un decimoctavo objetivo que adoptaremos voluntariamente. Lanzamos el plan Brasil sin Hambre, que reunirá una serie de iniciativas para reducir la pobreza y la inseguridad alimentaria. Entre ellos se encuentra Bolsa Família, que se ha convertido en referencia mundial en programas de transferencia de ingresos para familias que mantienen a sus hijos vacunados y escolarizados. 

Inspirándonos en la brasileña Bertha Lutz, pionera en defender la igualdad de género en la Carta de la ONU, aprobamos la ley que hace obligatoria la igualdad salarial entre mujeres y hombres cuando desempeñan el mismo rol. Combatiremos el feminicidio y todas las formas de violencia contra las mujeres. Seremos rigurosos en la defensa de los derechos de los grupos LGBTQI+ y de las personas con discapacidad. Reactivamos la participación social como herramienta estratégica para la implementación de políticas públicas. 

Señor presidente. Actuar contra el cambio climático implica pensar en el mañana y afrontar las desigualdades históricas. Los países ricos crecieron basándose en un modelo con altas tasas de emisiones de gases perjudiciales para el clima. La emergencia climática hace urgente corregir el rumbo e implementar lo ya acordado. No por otra razón hablamos de responsabilidades comunes, pero diferenciadas. Son las poblaciones vulnerables del Sur Global las más afectadas por las pérdidas y daños causados ??por el cambio climático.  

El 10% más rico de la población mundial es responsable de casi la mitad de todo el carbono liberado a la atmósfera. Nosotros, los países en desarrollo, no queremos repetir este modelo. En Brasil ya hemos demostrado una vez y volveremos a demostrar que un modelo socialmente justo y ambientalmente sostenible es posible. Estamos a la vanguardia de la transición energética y nuestra matriz es ya una de las más limpias del mundo. El 87% de nuestra energía eléctrica proviene de fuentes limpias y renovables. La generación de energía solar, eólica, biomasa, etanol y biodiesel crece cada año. El potencial para producir hidrógeno verde es enorme. 

Con el Plan de Transformación Ecológica invertiremos en industrialización e infraestructuras sostenibles. Hemos retomado una agenda amazónica robusta y renovada, con acciones de inspección y combate a los delitos ambientales. En los últimos ocho meses, la deforestación en la Amazonia brasileña ya se ha reducido en un 48%. El mundo entero siempre ha hablado del Amazonas. Ahora, la Amazonía habla por sí sola. Hace un mes organizamos la Cumbre de Belém, en el corazón de la Amazonia, y lanzamos una nueva agenda de colaboración entre los países que forman parte de ese bioma. 

Somos 50 millones de sudamericanos en la Amazonía, cuyo futuro depende de la acción decidida y coordinada de los países que ostentan soberanía sobre los territorios de la región. También profundizamos el diálogo con otros países que tienen bosques tropicales en África y Asia. Queremos llegar a la COP 28 de Dubái con una visión conjunta que refleje, sin ningún tipo de supervisión, las prioridades para preservar las cuencas del Amazonas, el Congo y Borneo-Mekong en función de nuestras necesidades. 

Sin la movilización de recursos financieros y tecnológicos no hay manera de implementar lo que decidimos en el Acuerdo de París y el Marco Global de Biodiversidad. La promesa de asignar 100 mil millones de dólares –al año– a los países en desarrollo sigue siendo sólo eso, una promesa. Hoy este valor sería insuficiente para una demanda que ya alcanza los billones de dólares. 

Señor presidente. El principio en el que se basa el multilateralismo –el de la igualdad soberana entre las naciones– se ha visto erosionado. En los principales casos de gobernanza global, las negociaciones en las que todos los países tienen voz y voto han perdido fuerza. Cuando las instituciones reproducen desigualdades, son parte del problema, no de la solución. El año pasado, el FMI puso a disposición de los países europeos 160.000 millones de dólares en derechos especiales de giro y sólo 34.000 millones de dólares a los países africanos. La representación desigual y distorsionada en la gestión del FMI y del Banco Mundial es inaceptable.  

No hemos corregido los excesos de la desregulación del mercado y el apoyo al Estado mínimo. No se han sentado las bases de una nueva gobernanza económica. Los Brics surgieron a raíz de este inmovilismo y constituyen una plataforma estratégica para promover la cooperación entre países emergentes. La reciente ampliación del grupo en la Cumbre de Johannesburgo fortalece la lucha por un orden que se ajuste a la pluralidad económica, geográfica y política del siglo XXI. Somos una fuerza que trabaja por un comercio global más justo en un contexto de grave crisis del multilateralismo. 

El proteccionismo de los países ricos ha cobrado fuerza y ??la Organización Mundial del Comercio sigue paralizada, especialmente su sistema de solución de disputas. Ya nadie recuerda la Ronda de Desarrollo de Doha. Mientras tanto, el desempleo y el trabajo precario socavaron la confianza de la gente en tiempos mejores, especialmente los jóvenes. Los gobiernos deben romper con la creciente disonancia entre la “voz de los mercados” y la “voz de las calles”. 

El neoliberalismo ha empeorado la desigualdad económica y política que aqueja a las democracias actuales. Su legado es una masa de gente desheredada y excluida. Entre sus escombros surgen aventureros de extrema derecha que niegan la política y venden soluciones tan fáciles como equivocadas. Muchos han sucumbido a la tentación de sustituir un neoliberalismo fallido por un nacionalismo primitivo, conservador y autoritario.  

Repudiamos una agenda que utiliza a los inmigrantes como chivos expiatorios, que corroe el Estado de bienestar y que ataca los derechos de los trabajadores. Necesitamos rescatar las mejores tradiciones humanistas que inspiraron la creación de la ONU. Las políticas activas de inclusión a nivel cultural, educativo y digital son esenciales para promover los valores democráticos y defender el Estado de derecho. 

Es esencial preservar la libertad de prensa. Un periodista, como Julian Assange, no puede ser castigado por informar a la sociedad de forma transparente y legítima. Nuestra lucha es contra la desinformación y el cibercrimen. Las aplicaciones y plataformas no deberían abolir las leyes laborales por las que tanto luchamos. 

Al asumir la presidencia del G20 el próximo diciembre, no escatimaremos esfuerzos para colocar la lucha contra las desigualdades en todas sus dimensiones en el centro de la agenda internacional. Bajo el lema “Construyendo un mundo justo y un planeta sostenible”, la presidencia brasileña articulará la inclusión social y la lucha contra el hambre; desarrollo sostenible y reforma de las instituciones de gobernanza global. 

Señor Presidente, no habrá sostenibilidad ni prosperidad sin paz. Los conflictos armados son una afrenta a la racionalidad humana. Conocemos los horrores y el sufrimiento que producen todas las guerras. Promover una cultura de paz es un deber de todos nosotros. Construirlo requiere perseverancia y vigilancia. 

Es inquietante ver que persisten viejas disputas sin resolver y que surgen o cobran fuerza nuevas amenazas. La dificultad de garantizar la creación de un Estado para el pueblo palestino lo demuestra claramente. A este caso se suman la persistencia de la crisis humanitaria en Haití, el conflicto en Yemen, las amenazas a la unidad nacional de Libia y las rupturas institucionales en Burkina Faso, Gabón, Guinea-Conakry, Mali, Níger y Sudán. En Guatemala, hay el riesgo de un golpe de estado, que impediría que el ganador de las elecciones democráticas asumiera el cargo. La guerra en Ucrania expone nuestra incapacidad colectiva para hacer prevalecer los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.  

No subestimamos las dificultades para lograr la paz. Pero ninguna solución será duradera si no se basa en el diálogo. He reiterado que es necesario trabajar para crear un espacio para las negociaciones. Se invierte mucho en armamento y poco en desarrollo. El año pasado el gasto militar ascendió a más de 2 billones de dólares. Los gastos en armas nucleares alcanzaron los 83 mil millones de dólares, un valor veinte veces superior al presupuesto regular de la ONU. 

No se logrará estabilidad y seguridad donde haya exclusión social y desigualdad. La ONU nació para ser el hogar del entendimiento y el diálogo. La comunidad internacional necesita elegir: por un lado, está la expansión de los conflictos, la profundización de las desigualdades y la erosión del Estado de derecho. Por el otro, la renovación de las instituciones multilaterales dedicadas a promover la paz. Las sanciones unilaterales causan un gran daño a la población de los países afectados. Además de no lograr sus supuestos objetivos, obstaculizan los procesos de mediación, prevención y resolución pacífica de conflictos. 

Brasil seguirá denunciando medidas tomadas sin el apoyo de la Carta de la ONU, como el embargo económico y financiero impuesto a Cuba y el intento de clasificar a este país como Estado patrocinador del terrorismo. Seguiremos siendo críticos con cualquier intento de dividir el mundo en zonas de influencia y renovar la Guerra Fría.  

El Consejo de Seguridad de la ONU ha ido perdiendo progresivamente su credibilidad. Esta fragilidad surge en particular de las acciones de sus miembros permanentes, que libran guerras no autorizadas en busca de expansión territorial o cambio de régimen. Su parálisis es la prueba más elocuente de la necesidad y urgencia de reformarlo, dotándolo de mayor representatividad y eficacia. 

Señoras y señores. La desigualdad debe inspirar indignación. Indignación por el hambre, la pobreza, la guerra, la falta de respeto al ser humano. Sólo movidos por la fuerza de la indignación podremos actuar con voluntad y determinación para superar la desigualdad y transformar efectivamente el mundo que nos rodea. 

La ONU necesita cumplir su papel de constructora de un mundo más justo, solidario y fraternal. Pero sólo lo hará si sus miembros tienen el coraje de proclamar su indignación ante la desigualdad y trabajar incansablemente para superarla. 

Muchas gracias. 

Edición: Thales Schmidt 

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