Son dos días los que faltan para que este largo camino empiece a llegar a su fin, esperemos sin complicaciones, con la elección del 46° presidente de los Estados Unidos.
El pasado 22 de octubre se celebró el último debate presidencial en el estado de Tennesse, con reglas más estrictas que el último. Recordemos que el primer debate se caracterizó por las repetidas interrupciones y por el poco abordaje de los temas acordados a debatir, lo que generó malestar en la audiencia y en la opinión pública norteamericana. Este comportamiento, sumado al posterior COVID-19 positivo del presidente Donald Trump, llevó a diferencias sobre cómo se debería celebrar el segundo debate previsto en Florida, que terminó por suspenderse.
Para el último debate, la Comisión de Debates Presidenciales optó por poner más restricciones a la dinámica del encuentro. Cada candidato tendría dos minutos para brindar su opinión y hablar de sus propuestas en los temas ya prestablecidos: COVID-19, racismo, cambio climático, seguridad nacional, liderazgo y “familias americanas”. Cuando uno de ellos este hablando, al otro se le apagaría el micrófono para asegurar el mejor desempeño que se espera en una última instancia entre ambos candidatos.
Cambios en la Corte Suprema
Pero hay algo aún más relevante que podría entorpecer el desempeño de Biden en caso de asumir como presidente y endurecer las políticas conservadoras de Trump si es reelecto.
Estamos hablando de nada más, ni nada menos, que la designación de Amy Coney Barrette como magistrada de la Corte Suprema de Justicia. Fue electa en el Senado de los Estados Unidos con 52 votos a favor (contra 48 votos negativos) y es conocida por ser del ala conservadora de la política estadounidense.
Aunque en las audiencias para su confirmación como jueza en la cámara alta declaró que nunca pondría sus intereses personales por encima de la ley, sus detractores la cuestionan por su conservadurismo. Siendo ella profundamente católica, suponen que podría llevar a la Corte a a fallar contra derecho al aborto. También un vuelco en temas referidos a la pena de muerte o a la Ley de Cuidados de Salud Asequibles (Obamacare).
Su desempeño todavía no puede darse por sentado y es una gran incógnita que preocupa a gran parte de la población más progresista mientras que tranquiliza a los partidarios de Trump y del Partido Republicano.
Panorama electoral
Como ya dijimos, intentar predecir el resultado de estas elecciones es algo muy difícil debido al sistema de votación que tiene el país (indirecto mediante un Colegio Electoral) y en una coyuntura tan particular como la actual. Pero algunos datos nos podrían dar un panorama, por lo menos, mínimamente esperable.
Por un lado, Joe Biden recientemente prometió la aprobación de la conocida “Ley de Igualdad” respecto a derechos lgbtq+ como una prioridad máxima, impulsándola en los primeros 100 días de gobierno para intentar convocar al sector más progresista de la sociedad.
Los resultados de las últimas encuestas no dejan clara la situación, aunque apuntan a una ventaja de Biden en el voto popular.
Maris College pone a Biden arriba con un 51% mientras que a Trump debajo con un 47% en los probables votantes en Florida. Definido como un “swing state” este porcentaje es mínimo y no definiría la victoria de Biden por encima de Trump, sabiendo que el último tiene un gran apoyo de los votantes hispanos que son un gran número en este estado. De hecho, Trafalgar Group le otorga 50% a Trump y 47% a Biden.
En otros estados como Texas las encuestas de la University of Massachusetts predicen un 48% (+1) a Trump y un 47% a Biden. Si bien parece poca diferencia para un estado tradicionalmente republicano, la University of Houston le da un 50% a Trump y un 45% a Biden.
Mientras que votantes a nivel nacional la nueva encuesta de CNBC/Hart Research/Public Opinion Strategies deja a Biden con 51% (+11%) y a Trump con 40%. La de CNN/SSRS: Biden 54% (+12%) y Trump 42%. Otras dan una menor diferencia: Rasmussen Reports pronostica Biden 49% (+3%) Trump 46% e IBD/TIPP predice Biden 51% (+6%) Trump 45%.
Histórica participación ciudadana
Lo que ha dejado este largo camino que mencionábamos al principio, transitado por la crisis económica y sanitaria del Covid-19 junto a las protestas contra la brutalidad policial, es la gran participación política que está teniendo la sociedad norteamericana.
23 millones de personas han votado a lo largo del país de manera presencial, mientras que otros 47 millones eligieron el voto por ausencia (por correo). En total, esto genera casi 70 millones de votos por anticipado, un 50,4% del total escrutado en 2016.
Este voto por correo es puesto en duda por el mismo gobierno de Donald Trump, sugiriendo que podría ser adulterado. Tras las elecciones, el conteo de este tipo de voto será el terreno de disputa entre los partidos demócrata y republicano.
Se espera que para el martes que viene el número de votantes aumente significativamente a 90 o 100 millones de personas más.
Datos a tener en cuenta
- Hay en juego 538 miembros del Colegio Electoral, para ganar un candidato necesita un mínimo de 270.
- En caso de empate, la Cámara de Representantes (cámara baja) definiría la elección.
- Los estados cuentan con un sistema de mayoría “winner-takes-all”: el candidato que más votos obtiene en un estado se lleva toda la cantidad de electores en juego. Exceptuando Maine y Nebraska que utilizan un sistema de votos proporcional.
- También se van a renovar los 435 miembros de la Cámara de Representantes y 35 miembros del Senado (1/3).
- En algunos estados se votan autoridades estatales y locales.
- Representando un 13,3% del total del electorado, los/as latinos/as son primera vez la minoría más importante del país teniendo aproximadamente 32 millones de personas con derecho a voto según Pew Research Center.