Por Diana Avila e Ignacio Politzer
El legado de Simón Bolívar fue noticia porque se cumplieron 200 años del encuentro con José de San Martín en Guayaquil, y también, por el desfile de uno de sus sables por las calles de Bogotá en la asunción a la presidencia de Colombia de Gustavo Petro y la vicepresidenta Francia Márquez. Además, porque el rey de España Felipe VI, decidió no ponerse de pie ante el paso de la espada del Libertador. ¿Tal vez el Rey olvidó el protocolo? La decisión del nuevo Presidente fue sacar del museo la espada de Bolívar para recorrer, otra vez, las calles de la actual Colombia, tal como lo hizo hace 200 años al disputar el poder a la monarquía española. Un hecho que cimienta el inicio de un nuevo camino en ese país.
La espada de Bolívar representa la lucha, el coraje y patriotismo de congregar a un pueblo para la liberación, así lo juró en el Monte Sacro (1805) frente a su maestro Simón Rodriguez: “¡Juro delante de Usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que no haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”. El Libertador pensó un proyecto de integración de las naciones nacientes ideado desde América Latina, para abordar los problemas de estas sociedades y los que avizoraba para los nuevos Estados surgidos del proceso de independencia. Esa memoria histórica se transforma en cantar popular que resuena y trae al presente aquel pasado político con una nueva impronta: “Alerta alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina”. Sectores ligados a la exportación y el comercio con los Estados Unidos, orquestaron un golpe de Estado en 2002 a Hugo Chávez, quien en 1999, llegó al gobierno de su país por voto democrático popular. Sin embargo, el golpe se revirtió en dos días. Fue el primer golpe en la Historia Latinoamericana en darse vuelta tras el pronunciamiento de lealtad hacia el líder venezolano de sectores militares patrióticos junto al pueblo.
Chávez fue un estudioso de la obra política de Simón Bolívar y en varias oportunidades remarcó que el Libertador debía ser concebido como un pensador, un arquitecto de la Patria Grande, y por ende, del entramado de aquellos nuevos Estados surgidos de la posguerra. Estados que debían incluir a los sectores que primero habían sido diezmados y luego marginados en la etapa colonial, por ello, debían defender sus intereses a través de engendrar un Estado con características que le fueran propias, en defensa de los intereses del pueblo. De este modo, en ese esquema, había que crear un poder electoral que garantizara la participación y transparencia, tanto por el peligro de corrupción de los actos eleccionarios, como del obrar de los funcionarios de cualquiera de los tres poderes: ejecutivo, legislativo o judicial. Propuso crear un Poder Moral que tuviera como premisa el cuidado de la libertad del pueblo. De este modo, la salida de la etapa de conflicto militar dejaba una sociedad en donde la desigualdad estaba a la orden del día; sobre todo si se dejaba que las políticas definidas transitaran por los carriles que imponían las potencias europeas. Así el sueño de la libertad y de la igualdad terminaría trunca. Por eso Bolívar designó al Mariscal Antonio Sucre conductor del Ejército Unido Libertador del Perú en la batalla de Ayacucho. Batalla definitiva que liberó el continente el 9 de diciembre de 1824, y que constituye el día de la independencia de todos los países desde México hasta Argentina. De esta manera, pararse desde esta perspectiva permite dejar atrás las concepciones de independencia de las patrias chicas. Al triunfar la balcanización continental, las Historias oficiales, olvidan que la expulsión de los realistas de sus territorios fue provisoria hasta el triunfo del Ejército Unido Libertador del Perú frente a los realistas. Por eso San Martín fue a Perú y por eso también fue Bolívar. Luego este último tuvo que volver a su territorio a intentar frenar la balcanización.
“Una sola debe ser la Patria de todos los americanos, ya que en todas vemos una perfecta unidad (…). Ligadas mutuamente entre sí, todas las repúblicas que combaten contra España, por el pacto explícito y virtual de la identidad de la causa, principios e intereses, parece que nuestra conducta debe ser uniforme y una misma”. Además puntualizó que al terminar la obra de la independencia en Venezuela “ (…) nosotros nos apresuramos con el más vivo interés a entablar por nuestra parte el pacto americano, que formando parte de nuestras Repúblicas un cuerpo político, presente la América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza, sin ejemplo en las naciones antiguas, la América así unida, si el cielo nos concede tan deseado voto, podrá llamarse la reina de las naciones y la madre de las Repúblicas”.
(Bolívar, 1818).
Finalmente, el proyecto ideado por el Libertador prolifera en el presente atravesando las distintas coyunturas signadas por la continuidad, los avances y retrocesos; así la espada de Bolívar continúa su recorrido por los procesos vigentes de emancipación latinoamericanas, y la actitud del represente de la corona española, sólo para citar este ejemplo reciente, pone de manifiesto que las pretensiones de dominación y desprecio también están a la orden del día.