Observatorio del Sur Global

Cómo construir el internacionalismo del siglo XXI

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Por Patricia Legarreta Haynes*

Durante las primeras dos décadas del siglo XX en América Latina se ensayaron diversos modelos alternativos a la expansión del capitalismo que buscaron promover proyectos anti-imperialistas de unidad latinoamericana por medio de experiencias como la Revolución Mexicana, el aprismo desde Perú, o el sandinismo desde Nicaragua. Estas experiencias convivieron con las propuestas de la internacional comunista de acompañar la liberación nacional de las colonias para empujar al mundo hacia el socialismo. Después de la Segunda Guerra Mundial, al tiempo que los pueblos del tercer mundo libraban estas luchas por vías muy diversas, los partidos de los trabajadores y los sindicatos del primer mundo se concentraron en la mejora de sus condiciones de vida olvidando el aspecto más importante: no puede haber socialismo en el mundo mientras persista el sistema capitalista. La propuesta de Fidel Castro y el Che Guevara de la guerra de guerrillas para la descolonización por medio de las luchas de liberación nacional fue un medio al que se tuvo que recurrir cuando los partidos de izquierda tenían prohibido participar en procesos electorales. Los sindicalistas, laboristas y socialistas de Europa y Estados Unidos se distanciaron de esos movimientos por considerar que habían sacrificado a una generación sin advertir que esa radicalización que devino en la lucha armada estaba directamente vinculada con el abandono de la solidaridad internacional por parte de los movimientos sociales del primer mundo, y que la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores esos países estaba directamente relacionada con las condiciones de opresión en que vivían los trabajadores del tercer mundo. Analizar este episodio de la lucha por la emancipación es un pendiente para poder construir un internacionalismo para el futuro.

En las primeras dos décadas del siglo XXI dos grandes experiencias contendieron y cuestionaron la dominación de Estados Unidos en América y el mundo proponiendo modelos alternativos de organización de la sociedad en un contexto aún dominado por el capitalismo: 1) el surgimiento de proyectos progresistas en América Latina, inaugurado con el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela al cierr del siglo XX y que fue sucedido por una serie de triunfos electorales de gobiernos populares que en conjunto promovieron la integración latinoamericana y la conformación de un bloque frente a los poderes dominantes; y 2) el surgimiento de un movimiento mundial impulsado por WikiLeaks. Ese movimiento, que fue a la vez un experimento y una propuesta de un nuevo pacto social, reveló cómo se ejercen enormes cantidades de recursos para mantener fuera del conocimiento público información que, de conocerse, quizá provocaría el cambio social. Las transformaciones sociales que se dieron a partir de la publicación de la información sobre las guerras en Irak y Afganistán, sobre el espionaje que realizan embajadas de Estados Unidos en todo el mundo y sobre la vigilancia masiva que llevan a cabo corporativos tecnológicos en alianza con agencias de inteligencia son innegables.[1] Los recursos ejercidos para callar a quienes tienen acceso a este tipo de información, también.

El contexto de hoy es más escalofriante aún. En 2023 se hizo pública la información sobre cómo se lleva a cabo el aparato de censura mundial. Matt Taibbi, uno de los investigadores con acceso a esos archivos, expuso:

lo que encontramos en los Archivos Twitter fue un esfuerzo descomunal para revertir la promesa de un Internet libre y utilizar la inteligencia artificial y otras herramientas para convertir internet en un instrumento de control social y censura. Desafortunadamente el gobierno de Estados Unidos tiene un rol de liderazgo en eso…

Aprendimos que Twitter, Facebook, Google y otras empresas desarrollaron un sistema formal para responder a «solicitudes» de moderación de contenido de todos los resquicios del gobierno: el FBI, el Departamento de Seguridad Nacional, el Departamento de Estado, El Centro para la Participación Mundial, incluso la CIA, Por cada agencia que escanea Twitter hay quizá 20 entidades cuasi-privadas más haciendo lo mismo, incluyendo el Proyecto de Integridad Electoral de Stanford, Newsguard (vigilante de las noticias), Índice de Desinfromación Global y otras, muchas de ellas financiadas con recursos de los contribuyentes.  

Taibbi 2023

Queda, pues, la interrogante: cómo desarrollar un internacionalismo de izquierda vigente en un contexto mundial donde quienes organizan producción, distribución y mercados de consumo son las grandes corporaciones (Amazon, Google, Facebook, X, Tik Tok). La batalla en las redes no es meramente de ideas: tiene que ver con la organización de los medios de producción. Quienes controlan la producción, distribución y consumo mundiales también impulsan movimientos nacionales que llegan a organizar oposición y resistencia para promover sus agendas mediante la compra de voluntades de legisladores, financiamiento a ONGs, campañas en redes sociales con el uso de información psicográfica que devienen en campañas territoriales, censura por medio de la supresión de información dirigida desde los consejos de administración y las agencias estadounidenses de inteligencia, etc. Estos mecanismos los conocemos gracias a diferentes filtraciones que se han dado en los últimos años (Wikileaks, Snowden, Cambridge Analytica, Twitter Files). Entender cómo opera este aparato y establecer mecanismos para hacer frente a sus operaciones reaccionarias es uno de los principales retos para que se pueda desarrollar un movimiento de emancipación global.

En el siglo XX Estados Unidos impulsó que la cooperación científica y técnica pudiera ser utilizada para fortalecer sus perspectivas en la negociación, creación y manejo de instituciones globales y programas de políticas públicas en el marco del surgimiento de la Organización de las Naciones Unidas. Este proyecto se consolidó durante la década de 1990 y está ahora viviendo su decadencia. Su método consistió en cooptar cuadros, disfrazar la política con la técnica y alimentar el sistema de reconocimiento (en diversas formas como estímulos a los académicos y becas, pero también por medio de la conformación de comunidades de pertenencia y prestigio social, entre otras estrategias similares).[2]

Para instrumentar este aparato, recuperaron la experiencia que habían tenido con la diplomacia mexicana, pues fue justamente la cooperación científica y técnica la que posibilitó la intervención de Estados Unidos a pesar del proceso nacionalista sumamente sólido que se había desarrollado hasta la década de 1930. Así, mientras que desde el Departamento de Estado y el Congreso de Estados Unidos se planifica, desde los departamentos de estudios latinoamericanos de las universidades se atiende al área cultural específica denominada América Latina, se vinculan a diferentes investigadores y equipos de investigación que difunden líneas de investigación específicas y se busca evitar otras, no mediante la censura, sino simplemente por medio de la falta de apoyo. Tampoco es necesario que los académicos participantes tengan una u otra filiación política. Eso no les interesa. Desde la década de 1990 ha crecido el financiamiento de instituciones filantrópicas de corporativos con fines similares, notablemente en áreas de derechos humanos y medio ambiente, que disfrazan de técnico el trabajo político, gracias a lo cual se ha cooptado de forma escandalosa a personas con una filiación revolucionaria o de izquierda, quienes sin embargo terminan trabajando para un aparato que desconocen y que, si conocieran, combatirían.

Además, a partir 2008 —cuando aparece Civis Analytica, liderada por Eric Schmidt para organizar la campaña de Obama— se creó una nueva forma de intervención política, que le permite a un grupo pequeño de empresas concentrar información muy precisa sobre la población mundial, lo cual posibilita la creación de estrategias mucho más eficientes, ágiles y directa. El modelo de perfiles psicográficos permite conocer con mucho detalle información masiva que concentra todo el registro digital sobre cada persona. A partir de esto, se diseñan campañas electorales, movimientos sociales para impulsar agendas, campañas publicitarias dirigidas, etc. Por ejemplo, hace unos días la Suprema Corte de Justicia de la Nación de Brasil bloqueó las actividades de X por negarse a pagar una multa luego de que incurriera en violaciones a la legislación nacional. Unos días después, vimos un movimiento en las calles, promovido por Bolsonaro, que protestaba contra la medida, pues, según ellos, la Suprema Corte de Justicia estaba reprimiendo la libertad. Lo escandaloso de este modelo es que se ha logrado la eliminación de una enorme cadena de intermediarios que antes eran necesarios, lo que significa que disminuyen sus costos y los riesgos de filtración, y, en consecuencia, que se vuelve mucho más eficiente. Lo más grave de todo es que no sabemos cómo opera, porque no es posible obtener información sobre sus mecanismos finos (cómo es que agregan y desagregan datos, cómo seleccionan cuáles son los grupos poblacionales o las personas a los que se dirige la operación). Tenemos algunos indicios, a partir de algunas investigaciones que se hicieron en el Parlamento inglés y el Congreso de Estados Unidos, gracias a los cuales se pudo identificar que se trata de operaciones psicológicas que, por ejemplo, se utilizan en contextos de guerra.

Antes pensábamos que eran negocios. El escándalo de Cambridge Analytica permitió identificar que se trata, en cambio, de proyectos políticos financiados por partidos políticos de ultra-derecha que pretenden imponer su programa y, sobre todo, evitar el surgimiento de movimientos de liberación. Cambridge Analytica es sólo un ejemplo. Todas las empresas que ofrecen servicios electorales operan de la misma manera. El principal agente de la reacción es un sujeto sin ideología que impone sus intereses, lo mismo frente a libertarios que frente a progresistas, porque no sólo controlan los medios de producción, sino el conjunto de las relaciones sociales, incluyendo padrones electorales con sus segmentaciones psicográficas. Si en el neoliberalismo de la década de 1990 los datos demográficos permitían segmentar a la población, en la actualidad se suman los datos psicográficos que agregan información muy detallada y precisa sobre actitudes, aspiraciones, personalidad, estilos de vida, valores e intereses.[3] Dar la batalla en las redes sociales es necesario pero insuficiente. Tenemos que entrar a estudiar estos procesos con seriedad y a fondo, por medio de grupos internacionales y desde una perspectiva de los movimientos de izquierda internacional.

Concluyo anotando algunas tareas que podrían guiar ese estudio necesario:

  • Debemos impulsar líneas de trabajo para conocer a detalle las investigaciones que se hicieron en el Parlamento inglés, el Congreso de Estados Unidos y la Unión Europea. Es necesario revisar toda la documentación que se presentó en las audiencias y la filtración de documentos, porque a ellos no les interesaron las operaciones que se realizan en países de tercer mundo, en los cuales se habían dado abusos mucho mayores según informaron los expertos que participaron en las audiencias. Wylie denominó a esas operaciones formas de colonialismo contemporáneo.
  • Es necesario crear grupos de análisis para conocer la regulación que se ha desarrollado en esos países y desarrollar una agenda normativa latinoamericana.
  • Es fundamental revisar los antecedentes que se han dado, por ejemplo en Venezuela, cuando Estados Unidos intentó bloquear el acceso a internet para generar una crisis energética a inicios de la década de 2000; o en Brasil, con los esfuerzos del Código Mundial de Internet por volver soberanos los datos de los brasileños controlados por empresas de tecnología; o el caso de X y su intervención en el golpe de Estado en Bolivia, y los recientes aspavientos de Elon Musk respecto a decisiones soberanas en Venezuela y Brasil.
  • Establecer una agenda latinoamericana sobre estos temas es una tarea urgente. Sería necesario construir un observatorio internacional sobre los procesos electorales y campañas impulsadas por consultoras para poder identificar claramente cómo operan estas empresas que a la vez son grupos políticos.

Notas

[1] Consultar: Assange (2015) The WikiLeaks Files. The World According to the US Empire; Greenwald (2014) No Place to Hide. Edward Snowden, the NSA, and the US Surveillance State (hay traducción al español); Snowden (2019) Vigilancia permanente; Assange et. al. (2012) Freedom and the Future of the Internet; Assange (2014) When Google Met WikiLeaks; Ávila, Harrison, Richter (2017) Women, Whistleblowing, WikiLeaks; Assange y Lauria (2017) How I Lost by Hillary Clinton. Consultar también Kaiser (2020) La dictadura de los datos.

[2] He desarrollado este planteamiento ampliamente en el artículo “Estudios latinoamericanos: corporaciones, universidades e imperio”.

[3] Para un análisis sobre el papel de las segmentaciones psicográficas y su rol en la geopolítica mundial consultar mi artículo “Capitalismo disruptivo: la red global digital y la colonización de las mentes”.

*Publicado originalmente en: Revista Común

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