Observatorio del Sur Global

10 años sin Chávez

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Son 10 años de la ausencia física del comandante Hugo Chávez Frías.

Por Ignacio Politzer

Cuando Hugo Chávez Frías apareció en la escena pública venezolana en 1992 con el frustrado intento de toma del gobierno, quedó marcado en la mirada latinoamericana como un golpista. En Argentina se lo traducía como un carapintada, que eran los golpistas a mano que había para pensar el tema en los ‘80 y ‘90. La historia siguió y luego de su excarcelación se propuso como candidato a presidente en 1998 y ganó las elecciones con un discurso que hacía foco en su legitimidad para encauzar el orden social por provenir de las Fuerzas Armadas. Aún no contaba con la aprobación de las fuerzas transformadoras de América Latina que en ese momento contaban con el gobierno cubano como faro regional.

Asumió la presidencia de su país y rápidamente llamó a una reforma constitucional que además de incluir la palabra “bolivariana” al nombre de su país, modificó algunos aspectos sustanciales en el tratamiento del principal recurso económico: el petróleo.  Este intento de redireccionamiento de la manguera de recursos públicos hacia áreas siempre desfinanciadas como la salud, la educación y la vivienda para su pueblo generó los primeros coletazos políticos que derivaron en el único golpe de Estado triunfante apoyado por Estados Unidos en nuestra región, que cayó en 24 hs.

En abril de 2002 el nombre de Chávez ya era escuchado y reconocido en cada vez más fuerzas populares que reconocían en su intento un camino de liberación que antes habían emprendido otros. Desde ese abril de 2002 ya nunca más habría calma en los sectores dominantes de Venezuela que han hecho todo lo posible (incluso promover una invasión de un país extranjero) para que la experiencia chavista (con y sin Chávez) culmine. El hostigamiento constante que le profirieron desde medios de comunicación, desde los poderes económicos y judiciales siempre fue repelido a partir de la explicación de cara al pueblo sobre cada una de las coyunturas que les tocó atravesar.

El bloqueo de la empresa petrolera PDVSA en 2003 tuvo a los comunicadores de los canales de los grupos empresariales diciendo abiertamente en las colas en estaciones de servicio que si se quería gasolina la gente tenía que pedir que se vaya Chávez, a lo que él respondió desde la televisión pública explicando la situación y todo lo que estaban haciendo para revertirla. Esa vez terminó con la recuperación de PDVSA, pero con la caída del PBI de Venezuela de un porcentaje similar al que tuvo la Argentina con la crisis de 2001. Y eso fue autoinfligido.

Chávez había asumido en un país con 80% de pobreza hacía 80 años. Una desigualdad que era tan natural como el gusto por las arepas. Al comenzar a incidir en las posibilidades de vida de su pueblo, ya su destino en el corazón de su pueblo se había sellado. Produjo muchas primeras veces de personas que no habían visto nunca un médico y ahora tenían un centro de salud cerca, personas que no sabían leer y escribir y logró acabar con el analfabetismo, personas que no se habían imaginado nunca poder vivir en una casa y ahora podían pensar en adquirir una. Todo eso generado con el uso diferente de los recursos que generaba el país por estar sentado arriba de la reserva más importante de petróleo del mundo. Pero si hablamos de la energía que mueve el capitalismo del siglo XX la principal potencia no iba a permitir que eso suceda así y como así. Y en eso Chávez se anticipó buscando la alianza con los países de América Latina y el Caribe, anclando en la historia y en el futuro los motivos de la unidad. Un gran conocedor de nuestra historia común, un pedagogo de los intereses que motivan a los pueblos del siglo XIX y XX a ser libres. La creación de UNASUR, CELAC y su ingreso en el Mercosur fueron parte de esta percepción clara que no nos salvaremos solos, ni siquiera Brasil, ni siquiera Argentina. Por esto fue odiado por los perpetradores de políticas imperiales y amado por los pueblos que buscan su soberanía, su independencia y su justicia social.

Además, podemos decir que también pensó y repensó la forma de organización en su país llegando a la idea de que la mejor opción era la unificación en un partido que incluyera a todas las fuerzas. La formación del PSUV daría un encuadre a las tareas necesarias para continuar profundizando la revolución. Ese encuadre permitiría, en su ideario, una continuidad del proceso, pese a los nombres propios. Había estudiado muy bien el peronismo y entendido los problemas que se suscitan cuando no se termina de encuadrar las fuerzas propias, que carecen de un ámbito de debate. Su vínculo con el peronismo lo llevó a regalarle a Hebe de Bonafini una biografía de Perón, en un gesto que permitió barrer historias de desencuentros y acercar definitivamente a las madres de plaza de Mayo a la historia peronista.

Por supuesto con su prematura partida aparecieron muchísimos conflictos que buscaron ser aprovechados por sus opositores para quitar de en medio al PSUV. Pero cabe destacar que no pudieron y que su decisión televisada sobre el liderazgo de Nicolás Maduro (si algo le ocurría dijo) no fue desacertada.

Venezuela y América Latina lo incorporaron a la historia grande, al panteón de los próceres que dieron todo para perseguir el sueño de un pueblo libre, justo y soberano.

A 10 años de su partida nos queda seguir escuchándolo, leyéndolo y magnificar su ejemplo para que podamos continuar transitando ese camino y que las nuevas generaciones puedan arrancar en mejores condiciones que las nuestras.

Hasta siempre comandante.

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