por Sebastián Tapia
El gobierno de Joseph Biden está enfocando plenamente su política exterior en la competencia estratégica con China y Rusia. Poco ha cambiado con respecto a su antecesor, Donald Trump, a excepción de la utilización de un discurso más amigable hacia los propios aliados. Recordemos la gira del presidente por Europa, junto al G7, la UE y la OTAN, y la de la vice-presidenta por Centroamérica. El objetivo es cerrar filas con sus aliados para cerrarle mercados y disminuir la influencia de China y Rusia en ambas regiones.
Garrotes y zanahorias
En 1901, el entonces vice-presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, citó a un proverbio de África Occidental en un discurso en la feria del Estado de Minnessota. La cita decía: “Habla suavemente y lleva un gran garrote; llegarás lejos”. Dos semanas más tarde, tras el asesinato del presidente William McKinley, Roosevelt ser haría cargo del ejecutivo estadounidense e implementaría lo que se conoce como la “política del gran garrote” hacia latinoamérica.
Esta semana, el asesor en Seguridad Nacional del gobierno de Biden, Jake Sullivan, vino a Sudamérica para “hablar suavemente”. Su visita constó de dos paradas, en Brasil y en Argentina. En cada lugar discutió temas comunes a las agendas bilaterales y a problemas globales, pero con propuestas diferentes.
Argentina
En el caso argentino, la visita no parece haber traído grandes propuestas. Se abordaron distintos temas de interés bilateral como el cuidado del medio ambiente y el cambio climático, la revisión de las instituciones financieras y la lucha contra la pandemia. El presidente Alberto Fernández le entregó al funcionario norteamericano una carta dirigida al presidente Biden, en la que le agradeció la donación recibida de los Estados Unidos de 3,5 millones de dosis de la vacuna Moderna. No trascendieron grandes negociaciones. Con los ministros argentinos, Sullivan trató la agenda productiva, tecnológica y comercial, la agenda de financiamiento en temas de medio ambiente, la agenda de economía del conocimiento y acuerdos de cooperación en materia de defensa.
Este último punto es interesante, debido a que Argentina se encuentra en negociaciones para comprar nuevos aviones cazas supersónicos. Hasta ahora, las ofertas más importantes y seguras son por parte de Rusia, el MiG-35, y por China, el JF-17. Estados Unidos sólo había ofertados unos viejos F-16 en desuso, muy por debajo en capacidades y estado de mantenimiento que las ofertas rusa y china.
Pero esta semana, el 3 de agosto, la teniente general Laura J. Richardson, candidata a Jefe del Comando Sur de los EE.UU. (SOUTHCOM), como parte de su audiencia para el puesto frente al Comité de Servicios Armados del Senado estadounidense, anunció que se comprometerá a entablar un nuevo enfoque en sus relaciones con Argentina a fin de ayudar al país a adquirir un nuevo caza de procedencia occidental.
Es probable que Sullivan, en combinación con Richardson, vengan a ofrecer algo mejor que unos viejos F-16s polvorientos, para evitar perder a la Argentina como cliente en la cadena de armamento de la fuerza aérea. Los únicos cazas en funcionamiento en Argentina son los A4-AR Fightinghawk, coproducidos entre EEUU y Argentina a mediados de los ‘90, que pronto también deberán ser reemplazados.
Brasil
El día anterior al encuentro con Fernández, Jake Sullivan, se reunió con el presidente brasileño Jair Bolsonaro, para abordar temas de seguridad, entre los que se encuentra la expansión de la red 5G en el país suramericano.
No es casual que al Asesor de Seguridad Nacional lo hayan acompañado el director del Consejo de Seguridad Nacional para el hemisferio occidental, Juan González, el director de Tecnología y Seguridad Nacional, Tarun Chhabra; el director de Cibernética, Amit Mital, y el director de la Oficina para el hemisferio occidental del Departamento de Estado, Ricardo Zúñiga. El ciberespacio es un tema de alto nivel para el gobierno de Biden y donde se juega una fuerte competencia con China y Rusia.
Con respecto a las telecomunicaciones el objetivo de las conversaciones es que las autoridades brasileñas veten la participación de la empresa china Huawei en el futuro mercado del 5G, por lo que Brasil obtendría a cambio el apoyo de EE.UU. para que ingrese como socio global a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Esta es quizás una zanahoria más que apetecible para las fuerzas armadas brasileñas.
La delegación estadounidense también discutió con tres gobernadores estatales planes y estrategias frente al cambio climático y la deforestación. Sabiendo que no es tema para hablar con el ejecutivo nacional, Sullivan se dirigió directamente a los gobernadores e incluso ofreció financiamiento y tecnología para el desarrollo económico sostenible en la Amazonia.
Socio global
La posibilidad de ser un Socio Global de la OTAN para Brasil puede redundar en facilidades en la compra de equipamiento militar, aumento de la cooperación en ejercicios militares o en compartir inteligencia militar. Pero es poco más que eso. Colombia ingresó con ese estatus en 2017 a la organización y hay otros 8 socios globales.
Ser un socio global permite la participación en las operaciones que realiza la OTAN. El problema con estas operaciones es su dudosa legalidad: por ejemplo, el bombardeo de Yugoslavia o la invasión a Afganistán.
Es difícil creer que un país con un ejército nacionalista como el brasilero podría aceptar ingresar a una organización internacional como vagón de cola, fuera del ámbito decisorio, y dispuesto a poner el cuerpo en caso de un conflicto militar no relacionado con el país.
Los otros socios globales son Australia y Nueva Zelanda, ambos miembros de los Cinco Ojos e históricamente cercanos al mundo anglosajón, Mongolia, que cuenta con una situación geopolítica especial entre Rusia y China, y seis países militarmente ocupados por Estados Unidos: Afganistán, Colombia, Japón, Corea del Sur, Pakistán e Irak.
Pero el ingreso de Brasil a la OTAN si brinda un beneficio importantísimo para la política exterior estadounidense. No sólo pondría bajo su mando al mayor ejército de la región, sino que además permitiría cerrar el cerco sobre Venezuela. La OTAN rodearía al país bolivariano por el oeste con Colombia, al norte con las islas neerlandesas de Aruba y Curazao y al sur con Brasil.
Para el gobierno de Bolsonaro, cualquier oferta que mantenga contento al ejército es buena, ya que a medida que pasa el tiempo es la única base de poder real que todavía continúa sosteniéndolo.
Otras regiones
Todavía no es posible ver si este “hablar despacio” por parte de los Estados Unidos funcionará en Sudamérica. La misma política también se está llevando adelante en otras regiones, por ejemplo en el sudeste asiático donde la vicepresidenta Harris estará visitando Singapur y Vietnam el mes siguiente, después que esos lugares recibieron al Secretario de Defensa, Lloyd Austin.
Lo que sí parece ser creíble es que el “garrote” no es tan grande cuando se trata de enfrentarse a Rusia y a China. Por un lado, la prueba estadounidense de su misil hipersónico volvió a fallar, dejando a este país por detrás en una tecnología que tanto Rusia como China ya dominan. Por otro, la amenaza colectiva de defender la “libertad de navegación” en el mar meridional de China tampoco fue un éxito. El portaaviones británico HMS Queen Elizabeth, enviado para desafiar el control chino sobre las islas en ese mar, evitó disputar la soberanía china sobre las aguas cercanas a las islas, sino que mantuvo un perfil bajo en la zona.
En cuanto a la región sudamericana, por ahora nos hablan despacio. Pero hay que tener en cuenta que ese garrote sigue siendo grande para nosotros.