por Lucas Villasenin para La Ruta China

El rejuvenecimiento de China está lejos de ser una negación de las principales guías ideológicas que marcaron a su historia. El sueño chino más que grandes rupturas tiene mucho de continuidades y sincretismo entre las distintas tradiciones ideológicas.

En el sueño chino que propone Xi Jinping no deja de haber huellas del marxismo porque haya mucho mercado ni deja de haber huellas de confucianismo por la restauración del legalismo. Según la proyección de los dirigentes chinos el país está en la primera fase del socialismo en la que hay que alcanzar una modernización de la nación. El proyecto comunista no solo sigue estando presente en la liturgia, la simbología de los actos o los museos sino que es parte del horizonte futuro en la mente de quienes planifican destino del país más poblado del mundo.

A diferencia del universalismo que el comunismo adquirió para los seguidores de Marx en los siglos anteriores, los dirigentes chinos asumen que este tiene particularidades chinas. Desde occidente más que dedicarnos a calificar si esto se trata de comunismo o capitalismo deberíamos esforzarnos por entender más a qué hace referencia el proyecto del sueño chino.

Xi Jinping defiende al marxismo en sus tesis más pragmáticas al igual que Mao lo hizo en el pasado. Xi sostuvo en uno de sus primeros discursos como presidente que: “Como sostiene el fundamento principal del marxismo, buscar la verdad desde los hechos es un requerimiento básico de los comunistas chinos para transformar el mundo”. También en su recuperación del marxismo reivindica repetidamente el “principio básico” de la “línea de masas” en la que “el pueblo es el creador de la historia”.

El sueño chino no cae del cielo para Xi o se realiza a partir de las grandes ideas de los gobernantes como sostenía la milenaria tradición del mandato celeste. En diversos mensajes sostiene que la clase trabajadora es la fuerza principal, es la clase dirigente, representa el avance productivo de China y de las relaciones producción. También que el Partido Comunista Chino (PCCh) es la principal fuerza para realizar una sociedad moderadamente prospera y construir el socialismo con características chinas.  La vigencia de una filosofía de la praxis, la defensa de la clase trabajadora como motor de la historia y una arraigada defensa del humanismo son elementos de la tradición marxista que están sumamente presente en las ideas que transmite el líder chino en sus discursos.

La diferencia más marcada de la actual interpretación del marxismo respecto al maoísmo es su relación con el confucianismo. Durante décadas el confucianismo fue entendido como una herejía ideológica del pasado que había que destruir a tal punto que en el periodo de la Revolución Cultural los templos confucianos fueron asediados por los guardias rojos.

El confucianismo era entendido como parte de las tradiciones conservadoras y los valores familiares que se oponían a la modernización del país. El confucianismo era parte del pasado “feudal” que había que erradicar para dar lugar al proyecto comunista. El marxismo, en su interpretación maoísta, siempre fue entendido como una ideología de la modernidad que debía imponerse sobre el conservadurismo confuciano.

En 2011 se produjo un hecho que hubiera sido imposible hace décadas: la instalación de una estatua de Confucio en el frente del Museo Nacional de China a escasos metros del mausoleo de Mao en la plaza Tiananmen. Si bien la estatua fue removida y meses después colocada  en el patio del Museo, Confucio es parte de la reivindicación milenaria de la cultura china por parte de sus principales dirigentes. Tal como sostiene la historiadora Lin Chun el socialismo con características chinas actualmente “tiene deudas con el marxismo humanista y la sabiduría autóctona”.

La reivindicación del confucianismo es una realidad de la ideología que impregna el proyecto del nuevo sueño chino. Actualmente la valorización de la educación y la virtud, vinculados a la capacidad para gobernar, son elementos fundamentales de la revitalización del confucianismo llevada adelante por el PCCh. Este cambio en la mentalidad de la dirigencia china es un cambio sustancial respecto a la forma de selección de dirigentes durante el maoísmo ligada a la fidelidad ideológica.

En la reivindicación confuciana contemporánea se incorporan justamente elementos que no deberían ser antagónicos con el pensamiento marxista que se reivindica. El humanismo, la unidad entre teoría y práctica o el rechazo a las justificaciones extraterrenales son puntos que pueden buscar diálogos entre el marxismo y el confucianismo.

Una coincidencia histórica para nada menor entre ambos legados es que las dos fueron ideología de estado y sirvieron para garantizar el orden y la estabilidad en el país. También se puede sostener que ambas tradiciones de pensamieno fueron concebidas como tradiciones antagónicas con los valores occidentales, liberales y capitalistas.

Más que ceñirnos al dogmatismo, quienes intentamos entender este sincretismo ideológico debemos asumir que en los últimos siglos en el mundo hubo diversas interpretaciones de los textos de Marx, así como en los últimos milenios en China hubo diversas interpretaciones del legado de Confucio.

Durante siglos se intentó distinguir tajantemente el humanismo confuciano del naturalismo taoísta. Pero el especialista en filosofía china Wing-Tsist Chan en el último siglo ofreció una lectura alternativa al sostener que esta distinción radical es equivocada. Según Chan hay paralelismos claros en tanto que la idea de armonía es muy valiosa para ambas filosofías milenarias. Si es posible trazar sincronías entre estas filosofías sería extraño no poder hacerlo con la filosofía heredada de los textos de Marx que ha dado lugar a tantas interpretaciones en tan solo un par de siglos. Actualmente es evidente que en la sociedad armoniosa que propone construir el PCCh convive el marxismo como ideología modernizadora con los valores milenarios del confucianismo.

Es común escuchar hablar de que los comunistas chinos con Deng Xiaoping, desde hace cuatro décadas, abandonaron el dogmatismo marxista para devenir en un pragmatismo que les permitió tener éxitos en un mundo capitalista. Por cierto que el pragmatismo como corriente filosófica tiene diversas expresiones pero en el caso de ese cliché sobre la dirigencia china tiene más que ver con un desconocimiento sobre cómo ellos piensan que con estudios minucioso sobre sus discursos y decisiones. El razonamiento que sostenía (y, aún sostiene) que para que China logre progresos debía abandonar las ideas legadas por Marx o Confucio para avanzar hacia una modernización del país fracasó. En la misma plaza Tiananmen, en los discursos de Xi Jinping o en los logros de la economía china encontramos escenas de la derrota de semejante razonamiento simplista.

La experiencia histórica reciente de China demuestra que el “fin de la historia” propuesto por Francis Fukuyama o el agotamiento de los grandes relatos que defendió Jean-François Lyotard resultan más anacrónicos que las estatuas de Confucio y Marx.