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Conexión Brasil | La epopeya de Lula

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por Rogerio Tomáz Jr.

La epopeya de Lula está escrita con una sustancia que brasileños y argentinos conocen bien.

Dejando a un lado los cuentos o novelas de ciencia ficción, y a pesar de lo que diga el sentido común, la realidad suele ser más fértil para generar historias “de película” que la mera imaginación de guionistas o escritores.

La vida de Luiz Inácio Lula da Silva es una de esas epopeyas que ganaría premios en todos los festivales de cine del mundo y llenaría las salas en cualquier gran ciudad o pequeño pueblo del campo, en cualquier lugar del mundo.

Mientras no haya grandes producciones cinematográficas, Lula sigue escribiendo su biografía con todos los elementos que puede tener una vida llena de altibajos, pero en una intensidad solo comparable a muy pocos personajes en el mundo en los últimos 40 o 50 años.

A los 5 años dejó su Garanhuns, en Pernambuco, y se fue en un viaje en camión – un tipo de transporte llamado “pau-de-arara” en Nordeste de Brasil – acompañado de su madre, la “Dona Lindu”, para vivir cerca de su padre, que era estibador en el puerto de Santos.

El viaje duró 13 días en condiciones precarias. Era el año 1952 y Getúlio Vargas era el presidente. El pequeño Lula, que se alimentó de harina y “rapadura” – el dulce llamado “panela” en Argentina – en el arduo viaje de 2.500 km, no podría imaginar que, exactamente medio siglo después, sería elegido para el cargo más importante del país y, aún menos, que superaría a Vargas en el imaginario popular como “el padre de los pobres”.

Comenzó la vida laboral de niño, no fue a la banca universitaria y terminó acercándose al movimiento sindical, en 1966, a través de su hermano mayor, Frei Chico. Poco más de 10 años después, lideró las multitudinarias huelgas de los metalúrgicos en finales de la década de 1970 y fue detenido por la dictadura por ello.

En lugar de atrincherarse como dirigente sindical o alejarse de la política, como esperaban los militares, decidió crear un partido. Resultando una experiencia sin precedentes en la historia de las luchas populares en el país: reunir en un mismo espacio a trabajadores organizados, intelectuales urbanos y movimientos sociales con fuerte influencia de la Teología de la Liberación.

Tras veintidós años y tres elecciones presidenciales perdidas, fue elegido con casi 53 millones de votos para liderar una nación destruida por el neoliberalismo brutal del PSDB de Fernando Henrique Cardoso (FHC).

Dejó el cargo ocho años después con un récord de aprobación popular (87%) y indicó con éxito a la primera mujer en asumir la conducción del gobierno nacional.

Fuera del gobierno, se enfrentó y derrotó al cáncer. Y pronto se encontró enfrentando la batalla política más dura que enfrentó en su vida: la operación Lava Jato, coordinada desde Estados Unidos y comandada por un juez corrupto y un abogado de familia oligárquica y fanático religioso.

Fue condenado sin pruebas, en tiempo récord, para que fuese excluido de las elecciones de 2018, cuando las encuestas indicaban que sería electo fácilmente en la primera vuelta.

Detenido antes de recibir un fallo definitivo, lo que violaba la Constitución que ayudó a redactar, como diputado constituyente, pasó 19 meses en una fría y húmeda celda de la Policía Federal en Curitiba, sede del operativo encabezado por Sergio Moro y Deltan Dallagnol.

Blanco emblemático del “lawfare” tan presente en América Latina en los últimos años, Lula trabó una guerra judicial de la cual no solo emergió como vencedor, sino que sirvió para exponer al mundo los métodos criminales de Moro – premiado con el cargo de Ministro de Justicia de Bolsonaro – y otros servidores públicos de la Lava Jato.

Como él mismo predijo antes de ser encarcelado, salió de la prisión más grande y más vivo que cuando entró. Sus verdugos, que llegaron a experimentar el estatus de héroes nacionales, hoy son símbolos de corrupción en el Estado.

Recuperó definitivamente los derechos políticos el 8 de marzo y desde entonces la trayectoria en las encuestas electorales ha sido la de un cohete despegando al espacio.

El viernes 21, se publicaron dos nuevas encuestas. En Vox Populi, realizada con entrevistas presenciales, Lula aparece con un 43% frente al 24% de Bolsonaro. En Exame / Ideia, realizada por teléfono, el liderazgo del expresidente es menor: Lula varía entre el 37% y el 35% en la primera vuelta, según el escenario, mientras que Bolsonaro oscila entre el 30% y el 32%. En ambas, Lula gana fácilmente el balotaje contra el actual mandatario: 55 x 28 en Vox y 45 x 37 en Exame.

Lula ha vuelto a ser sinónimo de esperanza de mejores días para un pueblo que, bajo el gobierno de Jair Bolsonaro, vive sus peores días desde la redemocratización de 1985.

No existe secreto “místico” o concepto en las ciencias sociales para explicar este fenómeno. La sustancia que marca la trayectoria de Lula es la misma que llenó las venas de Diego Armando Maradona: sangre y calor del pueblo.

Cada uno a su manera, brasileños y argentinos que respetan y aman a estas dos figuras entienden muy bien lo que esto significa.

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