por Emir Sader para Página/12
La izquierda ecuatoriana acudió profundamente dividida a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Sus tres candidatos (antineoliberales los tres) obtuvieron 66 por ciento en la suma de los votos: Andrés Arauz 32, Yaku Pérez 19, Xavier Hervas 15. En la segunda vuelta, Arauz subió solamente 17 puntos, llegando a 47. Los otros dos candidatos no dieron apoyo formal a ninguno, pero concentraron sus críticas en Arauz, a quien consideraban el enemigo principal.
Mientras, Guillermo Lasso obtuvo 19 por ciento en primera vuelta, pero subió 33 puntos en la segunda – casi la misma cantidad de votos de Yaku y Xavier Hervas sumados (34 por ciento). Lo cierto es que esta trasferencia de votos hizo que la izquierda, teniendo mayoría en primera vuelta, perdiera en la segunda. El análisis de las regiones de concentración de votos de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) apunta hacia donde Lasso terminó conquistando más votos en la segunda vuelta.
Así, la izquierda, mayoritaria en el país, terminó perdiendo las elecciones. Y la derecha, claramente minoritaria en primera vuelta, por la división de la izquierda, terminó imponiendo a su candidato.
¿Por qué pasó esto? En primer lugar, está claro, por la falta de sentido de unidad por parte de dos candidatos de la izquierda – Pérez y Hervas. Porque éstos han privilegiado contradicciones secundarias con el gobierno de Rafael Correa – conflictos con el movimiento indígena, cuestiones de preservación del medio ambiente – frente a la contradicción fundamental de nuestro período histórico, aquella entre neoliberalismo y posneoliberalismo. La CONAIE propuso un esdrújulo “voto nulo ideológico”. Ese caudal de votos nulos– 1.600.00, mientras que en la segunda vuelta del 2017 hubo 980 mil – tuvo un peso determinante en el resultado final, porque Lasso terminó ganando por la diferencia de cerca de 400 mil votos.
La izquierda mayoritaria no fue capaz de restablecer la unidad de su campo en la segunda vuelta y fue derrotada. Tiene que ver también con la forma en que el gobierno de Correa – el más importante de la historia de Ecuador – trató los temas de divergencias dentro del campo popular.
La oposición , tanto la de derecha como la de izquierda, explotó de forma central el anticorreismo. La derecha lo hizo de forma consciente. Sectores de la izquierda lo hicieron de forma irresponsable. A veces confesaban que preferían a Lasso – el más grande banquero del país, ortodoxamente neoliberal -, a veces, de mala fe, lo favorecían, erigiendo el retorno del correísmo en su enemigo fundamental.
El problema de la falta de unidad de la izquierda y del ascenso de Lasso viene ya de la elección presidencial anterior, en 2017. Escogido por elecciones internas de Alianza País como el candidato de continuidad de la Revolución Ciudadana de Rafael Correa, Lenín Moreno le ganó por solamente poco más de dos puntos a Lasso, después de 10 años del gobierno que más trasformaciones produjo en la historia ecuatoriana. Algo andaba mal. Pero no se han hecho los análisis debidos. En general la izquierda aprende más de las derrotas que de las victorias.
Decisivo para la división del campo correísta fue la traición de Moreno, que desde el mismo partido de la revolución ciudadana – Alianza País – debilitó a ese espacio, por el desconcierto que produjo, pero también por la represión directa hacia dirigentes del correísmo y al propio Rafael Correa, que se encuentra residiendo en Bélgica desde el 2017, mediante un proceso de judicialización típico de la derecha latinoamericana contemporánea.
Mientras tanto, sectores del movimiento indígena se consolidaban como espacio político propio – la CONAIE y Pachakutik -, con fuerte oposición al correísmo. Otros sectores de la izquierda – como la candidatura de Hervas, también asumieron esa postura.
Vale una comparación con Bolivia. Allí, a pesar de algunos conflictos con el movimiento indígena, el gobierno de Evo Morales siguió contando con el apoyo masivo de ese movimiento, que terminó siendo decisivo en la gran victoria del Movimiento alSocialismo (MAS) en primera vuelta en las últimas elecciones. El MAS reunificó el conjunto del campo popular y se reafirmó como la fuerza hegemónica, manteniendo en su interior las diferencias y conflictos dentro del campo de la izquierda.
En cambio Alianza Pais y el gobierno de Rafael Correa no pudieron superar sus conflictos con el movimiento indígena, que se autonomizó y pasó a oponerse, en su gran mayoría, al gobierno.
El conjunto de esos fenómenos, que desembocó en la incapacidad del correísmo de restablecer la unidad de la izquierda y afirmarse como fuerza hegemónica en el campo popular, llevó a que una izquierda mayoritaria en Ecuador fuera derrotada por una derecha minoritaria, que pasará a gobernar el país durante los próximos cuatro años, restableciendo su modelo neoliberal, empezando con la privatización del Banco Central ecuatoriano.
La izquierda ecuatoriana y toda la izquierda latinoamericana tienen que aprender de esta dolorosa derrota, valorizando todavía más la unidad interna y la centralidad del enfrentamiento con el neoliberalismo.