por Juan Augusto Rattenbach¹
Corrían los comienzos del año 1833. El mandato del gobernador Juan Ramón Balcarce no llegaba al mes de vida. Su gobierno llegaba de la mano de otro gobernador (Juan Manuel de Rosas) en una transición democrática que no ocurría desde 1824. En el medio habían acontecido la guerra con el Brasil y el recrudecimiento de los enfrentamientos civiles entre unitarios y federales cuyo punto máximo fue magnicidio del gobernador Dorrego en 1828.
Las noticias que llegaron a Buenos Aires provenientes del Atlántico Sur estremecieron a la opinión pública. Una corbeta militar británica llamada HMS Clío se trasladó a las costas de Malvinas con el objetivo de desalojar a la población argentina y usurpar el archipiélago en nombre de Su majestad. El momento no podría ser más inoportuno para los intereses nacionales: tan sólo dos años antes el pueblo argentino de Malvinas había sido bombardeado y saqueado por la corbeta militar estadounidense USS Lexington y su reconstrucción por parte de las autoridades nacionales venía avanzando de forma muy lenta.
Manuel Vicente Maza, quién oficiaba de ministro del gobierno de Balcarce terminó de consolidar la estrategia para la recuperación de nuestra soberanía en las Islas Malvinas. La misma consistía en reclamar el archipiélago a través de un mecanismo no-militar y por ende por la vía diplomática y pacífica invocando el derecho y la razón. El reclamo se iba presentar manteniendo al mismo tiempo las relaciones diplomáticas y consulares con el Reino Unido. A pesar de tener respaldo en el Derecho Internacional, la Argentina se abstendría de aplicar sanciones económicas a las propiedades de los súbditos de su majestad británica en represalia por la usurpación. Esto se vería reflejado en las instrucciones que Maza le enviaría a Manuel Moreno (embajador argentino ante el Reino Unido) donde además incluiría la aseveración de que la ocupación británica del archipiélago generaría el desagrado de otras potencias marítimas a quiénes había que persuadir para que se sumen a nuestro reclamo de soberanía: Estados Unidos y Francia.
El 14 de junio de ese año llegó la primera adhesión expresa al reclamo de soberanía argentino. No vino de Francia, ni tampoco de los Estados Unidos. Vino de la hermana República de Bolivia. La misiva firmada por el Ministro de Relaciones Exteriores comparaba el desconsuelo generado por la ocupación británica del archipiélago con la frustración del Congreso de Panamá y las dificultades que acarreaba la integración continental. Contrario a la estrategia que Maza de persuadir a las “potencias marítimas” la República de Bolivia proponía la unión americana como la única solución:
“La hermandad habría dado a las naciones de América toda la respetabilidad necesaria para que las naciones europeas se abstuvieran de emprender agresiones desconocidas por el derecho internacional, para repelerlas con vigor en el caso de que se avanzase con medidas violentas.”
Hoy con el diario del lunes podemos esbozar quién tuvo razón. Manuel Vicente Maza fue asesinado en su despacho como presidente de la Legislatura de Buenos Aires tras ser acusado de colaborar con una sublevación unitaria funcional a la invasión francesa en el Río de la Plata (1838-1840). En 1982 cuando la discusión por Malvinas se manifestó por la vía “no-diplomática” Francia y Estados Unidos se pronunciaron a favor del Reino Unido. Es por eso que muchos ex combatientes, con justa razón, plantean que en el frente de batalla no tenían al Reino Unido sino a la OTAN.
Más allá de los antecedentes de integración posteriores a la Segunda Guerra Mundial, sabemos que el MERCOSUR se formalizó después de la caída del muro de Berlín a la par de otras consolidaciones como la Unión Europea (UE) y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Sus propósitos se anclaban principalmente en el plano económico: unificar la frontera aduanera, permitir la libre circulación y de bienes y servicios, facilitar la migración de los ciudadanos miembros al interior del bloque etc. En relación a Malvinas la primera declaración a favor de nuestro país se remonta a 1996 con las adhesiones no menores de Chile y Bolivia sin ser estados-parte del MERCOSUR (Dato de color: la bandera del MERCOSUR contiene la constelación de la Cruz del Sur al igual que la bandera de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur).
Las dificultades provistas por las asimetrías económicas entre los países sudamericanos parecían que iban a llevar al proyecto del MERCOSUR al fracaso hasta que la aparición de una sincronía política inédita en la región mediante el surgimientode gobiernos populares y con una decidida vocación integracionista evitaron su desenlace. La creación de organismos complementarios como la Unasur (más orientado en cuestiones políticas, compromiso con la democracia en la región y la defensa) no hicieron más que fortalecer el proyecto de “Patria Grande” totalmente afín al reclamo de soberanía por Malvinas. Quizás el auge de esta experiencia fue en el período 2011-2015. Durante este períodose sancionala ley “gaucho Rivero” en la legislatura fueguina que prohibía el amarre, la entrada en puerto o asistencia a todo buque con bandera isleña, británica o extranjera que haya estado en las Islas Malvinas o en los espacios marítimos correspondientes sin la debida autorización provincial. Esto se replicó a escala nacional en las provincias con salida al Atlántico y también a escala continental. América del Sur, a través de MERCOSUR, Unasur, ALBA y CELAC no sólo manifestaba su rechazo al colonialismo británico en el Atlántico Sur, sino que lo traducía en sanciones económicas concretas. Malvinas de esta manera dejó de ser una causa estrictamente nacional a ser una causa regional y latinoamericana. La respuesta a estas medidas no fue otra que el aumento de la militarización por parte del Reino Unido de sus colonias en el Atlántico Sur comprometiendo la seguridad de todo el continente. Al igual que en 1833 la presencia británica solo está garantizada por el uso de la fuerza.
Se ha replicado hasta el cansancio la famosa foto de la Conferencia de Yalta que se usa como ejemplo para mostrar la primacía de los Estados Unidos como potencia occidental y un supuesto “ocaso” del Reino Unido. Noticias recientes revelan que previo al Golpe de Estado propiciado a Dilma Rousseff sus comunicaciones fueron interceptadas por un centro de espionaje de los Estados Unidos instalados en la Isla Ascensión que se encuentra bajo posesión británica. La misma Isla fue protagonista por ser la gran abastecedora de tropas británicas que se movían en dirección a Malvinas durante el conflicto de 1982. A tan sólo pocos días de la publicación del presente artículo el ministro de R.R.E.E. de Bolivia pidió explicaciones al embajador británico por supuesta complicidad en el golpe de Estado contra Evo Morales en noviembre de 2019 reflejada en medios de comunicación británicos. La caída en los hechos de la Unasur y las dificultades para consolidar el PARLASUR no sólo dejan expuesta a la causa Malvinas sino la soberanía y la democracia en la región.
El MERCOSUR es mucho más que una leyenda en un pasaporte, un documento o una patente de un vehículo automotor. Desde las guerras de independencia contra los órdenes coloniales de España y Portugal en América, los proyectos de integración latinoamericana se caracterizan más por sus frustraciones que por su perdurabilidad y en la mayoría de los casos casi siempre se encuentra presente como una sombra de desunión continental el Reino Unido de Gran Bretaña. MERCOSUR, a pesar de sus clásicos detractores, pudo cumplir 30 años de vigencia. Así como vamos a recuperar nuestra soberanía en el Atlántico Sur junto a los demás países hermanos, Malvinas a su vez tiene todo el potencial para transformarse en una herramienta de integración política y económica a escala continental para cumplir el sueño de nuestros próceres y poder liberarnos de forma definitiva de todo tipo de colonialismo.
¹ Abogado (UBA), Magíster en Economía Aplicada (UTDT). Secretario Ejecutivo del Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur