por Gustavo Girado para La Ruta China
La administración Biden convocó a una “Cumbre por la Democracia” para el 9 y 10 de diciembre de la que participarán 110 países. ¿Qué lugar tiene esta cumbre en la estrategia geopolítica norteamericana?
En las últimas horas las agencias de noticias más importantes han dado cuenta de un evento convocado por la administración estadounidense, dado en llamar “Cumbre por la Democracia”, a realizarse en forma virtual y para el cual ha invitado a una serie de “participantes”. En breve se explican las comillas. El encuentro será virtual y tendrá a lugar el 9 y 10 de diciembre. Según se anunció oficialmente, será un espacio para que dialoguen entre sí los líderes y puedan anunciar diversos compromisos e iniciativas que sean funcionales a la defensa del sistema democrático. Pero no estarán todos los líderes, como tampoco todos los países. Desde el mismo instante en que la convocatoria se hizo pública, llamó la atención que de los casi dos centenares de economías reconocidas por la ONU, solamente hayan sido invitadas algo más que la mitad. Por supuesto, se puso la atención inmediatamente sobre los ausentes, más que en los invitados (que serían 110 en total). Las líneas que siguen son un intento de especular sobre ciertas ausencias y presencias.
Por ejemplo así como China no fue invitada, al igual que Rusia, aquella expresó su firme oposición a la decisión de invitar a la autoridad que gobierna Taiwán, invitación que constituye un movimiento provocador que desafía la soberanía de China ya que se trata de una invitación oficial emitida por el Departamento de Estado de Estados Unidos. Pero no solamente aparecen esos gestos políticos. La lista de convocados y, más importante, la de no convocados, pone en evidencia que no es precisamente la vigencia de valores democráticos el eje convocante: las agencias de prensa destacan que hay aliados árabes tradicionales como Egipto, Arabia Saudita, Jordania, Qatar o Emiratos Árabes Unidos, que no aparecen invitados, así como tampoco Venezuela, Cuba y Nicaragua, además de China y Rusia, que son los no-invitados de lujo. El hecho de que tampoco aliados regionales como Singapur o Bolivia, que hace poco celebrara elecciones, despeja dudas sobre lo interesado de la convocatoria norteamericana.
Para el caso chino, en efecto y en un delicado equilibrio diplomático, la convocatoria al encuentro virtual fue realizada a “participantes” y no a “países”, lo que no parece suficiente para evitar poner en duda la voluntad de la administración Biden de continuar manteniendo la política de “una sola China”, compromiso asumido hace décadas por EE.UU. al momento de promover y alentar la participación de la República Popular China en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ocupando así el lugar de Taiwán (hecho del cual se conmemoró recientemente el aniversario). Al respecto ameritan al menos una serie de consideraciones que podrían poner algo de luz en las razones para que la iniciativa tengas estas características. Por un lado, diversas comisiones del Congreso norteamericano continúan (tal y como lo hicieran en tiempo de Donald Trump) alentando diversas legislaciones ferozmente anti-chinas, sin ambages, y esta convocatoria podría eventualmente poner al Ejecutivo norteamericano del lado del Congreso, alineándose, luego del encuentro virtual ente Xi y Biden, que intentara poner paños fríos sobre una importante cantidad de temas que los tienen enfrentados. Los halcones de ambos partidos, agradecidos.
Por otro, el reverdecer del QUAD (acuerdo político entre EE.UU. Japón, India y Australia) en virtud del sorpresivo armado del AUKUS (acuerdo militar entre Gran Bretaña, Australia y EE.UU.) pone nuevamente los ojos de los analistas en el nuevo perfil de la política de EE.UU. sobre el Pacífico, ostensiblemente pensada para mostrar los dientes y obligar a China a acciones de tipo defensivo. Soslayar a China y Rusia de un encuentro entre “participantes democráticos” no hace sino debilitar aún más los caminos del entendimiento entre algunas de las economías más poderosas del globo, en este caso afectando valores y consideraciones políticas. En todo caso, no es solamente el QUAD lo que ha revivido: la administración Biden revive una vieja práctica como lo es la de promocionar y promover los estándares estadounidenses de democracia a nivel mundial, en suma, un golpe de timón del principal representante de las democracias liberales de occidente, ante la sensible pérdida de hegemonía en algunos sectores.
De todo el entramado, queremos destacar algo en particular, al menos a primera vista, en virtud del mencionado encuentro entre los presidentes, y es que esta invitación es especialmente útil a los intereses de los secesionistas taiwaneses. Entendemos que se corre un serio riesgo de arruinar cualquier posible recuperación de los vínculos entre China y EE.UU., que se estaban pretendiendo más intensos con la idea de “bajar los decibeles” ante la importante serie de encontronazos de diversa índole que vienen manteniendo, y arruinar una mejora potencial en la cooperación entre ambos gigantes. Conocida la especie, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, advirtió que “aquellos que jueguen con fuego con las fuerzas de la ‘independencia de Taiwán’ terminarán quemados”, según relatan diversas agencias. Ese discurso permite, claro, anclarlo con una discusión más de fondo, desde donde el portavoz indicó que “la democracia es un valor común de toda la humanidad, no la patente de unos pocos países”, poniendo en evidencia que Estados Unidos utilizaría al sistema democrático como herramienta para avanzar en sus objetivos geoestratégicos.
Cuando la diplomacia norteamericana trabaja en ese sentido, no parece que quiera lograr un equilibrio ya que mientras muestra su voluntad de usar la “Carta Taiwán” todas las veces que lo considere necesario, alentando las divergencias con la República Popular China, simultáneamente alienta a quienes gestionan la isla y pretenden su independencia. Desde la autoridad del partido en el gobierno en Taiwán -DPP- hasta los medios de comunicación de la isla, se refieren insistentemente a la “sólida asociación” entre la isla y Estados Unidos, aunque Biden haya declarado abiertamente que su país no apoya la “independencia de Taiwán” después de su reciente reunión virtual con Xi Jinping. Más contradictorio aún, durante la semana se difundió que el KMT -principal partido de oposición en la isla- se prepara para abrir una oficina de representación en EE.UU., y su presidente, Eric Chu, planea visitar los EE.UU. la próxima primavera. Mensajes más contrarios al interés de la República Popular China, imposible y que tienen incluso una traducción material: el 4 de noviembre pasado los senadores republicanos presentaron un proyecto de ley denominado “Ley de Disuasión de Taiwán”, que pretende otorgar 2 mil millones de dólares anuales en subvenciones y préstamos militares a Taiwán, hasta 2032. Congreso y Ejecutivo norteamericano avanzando en el mismo sentido en rumbo de colisión con el gigante asiático.