por Sebastián Tapia
Tras mes y medio de conflicto armado, el presidente de la República de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinián, y el presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, firmaron una declaración en la que declararon un absoluto alto el fuego y un cese completo de todas las hostilidades en la zona del conflicto en Nagorno Karabaj. La tregua fue lograda mediante compromisos que no otorgan un triunfo total de una parte sobre la otra, pero sin resolver del todo el problema de fondo.
El conflicto
El 27 de Septiembre de 2020 Azerbaiyán comenzó una operación militar para recuperar lo que define como sus territorios ocupados por Armenia desde el fin de la guerra en 1994. En ese entonces, tras un conflicto de 6 años, Azerbaiyán perdió control de la región autónoma de Nagorno Karabaj, que luego se constituyó en la República de Artsaj sin reconocimiento internacional, y de las provincias aledañas que comunicaban esa región con Armenia. Los motivos del conflicto original y esta nueva edición fueron analizados en nuestro podcast.
La superioridad militar de la Armenia soviética le permitió establecer el gobierno de la mayoría étnica armenia en Artsaj y controlar las provincias aledañas, para garantizar la unidad del pueblo armenio. Sin embargo, Azerbaiyán no aceptó este desenlace como definitivo. Con el respaldo de cuatro resoluciones (822/93,853/93,874/93,884/93) que reconocen su integridad territorial, Azerbaiyán mantuvo su reclamo activo.
El conflicto quedó congelado en busca de una solución de fondo, en el marco de las negociaciones organizadas por el Grupo de Minsk, liderado por Estados Unidos, Francia y Rusia. Este grupo logró el alto al fuego pero nunca se llegó a una solución definitiva para la cuestión de fondo. Artsaj logró su autogobierno, pero sin reconocimiento de ningún estado extranjero. Ni siquiera Armenia lo reconoce como estado independiente. Armenia mantuvo la unión política de todo el pueblo armenio y el control de las zonas de paso. En cambio, Azerbaiyán sólo perdió su territorio.
Invertir la situación
Durante 26 años, Armenia estuvo confiada en que el conflicto se mantendría congelado. No buscó reconocer a Artsaj como independiente para evitar una represalia de Azerbaiyan que rompiera ese equilibrio de fuerzas favorable. Tampoco negoció la devolución de las provincias aledañas como ficha de intercambio. Ni siquiera modernizó su ejército, priorizando el gasto público en otras esferas, confiando en el respaldo de la Federación Rusa y su membresía en la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC).
Por otro lado, Azerbaiyán utilizó los ingresos de la explotación petrolera del mar Caspio para modernizar sus fuerzas armadas. Obtuvo armamento ruso, turco e israelí. Pero lo más importante fue lograr establecer una alianza estratégica con Turquía a partir del principio “dos estados, una nación”.
Durante estos años, Turquía se ha presentado como una potencia regional en ascenso que busca aprovechar su situación geopolítica en el contexto de transición hegemónica para implementar una política exterior propia y desafiante del status quo. La expansión de su influencia en la región está asociada a intervenciones en países vecinos, como en Chipre, Irak, Siria y Libia. No era de extrañar que aproveche el descongelamiento del conflicto en Nagorno Karabaj para asistir a un “país hermano” y consolidar su estatus de potencia regional.
Pero la oportunidad para la revancha militar no hubiera llegado sin un error estratégico cometido por Armenia. Nikol Pashinián llegó a ser nombrado Primer Ministro de Armenia tras una serie de protestas que forzaron la renuncia del Presidente devenido Primer Ministro, Serzh Sargsián. Desde el comienzo, su gobierno buscó alejarse de la tradicional alianza con Moscú para buscar un lugar a la sombra de Occidente, ya sea la Unión Europea o Estados Unidos. Sus políticas pro-occidentales enfriaron la relación con Moscú y dejaron a Armenia prácticamente aislada en la región.
Los combates
Azerbaiyán inició las acciones militares contra Artsaj con el apoyo de Turquía, incluso contando con especialistas militares turcos, aviones F-16 turcos desplegados en su territorio y un sinfín de armamento turco para su uso, como el caso drones de ataque y vigilancia. Tuvo un dominio del espacio aéreo durante toda la campaña y avanzó rápidamente por las tierras bajas al sur de Nagorno Karabaj.
Las tropas armenias supieron contener el avance sobre el corredor de Lachín, que asegura la conexión entre Armenia y Stepanakert, la capital de Artsaj. Pero el golpe final lo logró Azerbaiyán al capturar la ciudad de Shusha, la segunda ciudad en importancia a sólo 10km de Stepanakert y antigua capital del Kanato de Karabaj.
Entonces llegó el alto al fuego definitivo. Pero entonces ¿por qué Azerbaiyán no aprovechó el momento para conquistar Stepanakert y el resto del Karabaj?
La intervención rusa
Desde que se iniciaron las hostilidades, Rusia había instado a las partes a resolver el conflicto mediante el diálogo. Logró dos alto al fuego, que duraron poco debido al interés Azerbaiyano de continuar su avance y dirimirlo por la fuerza. Incluso Estados Unidos también negoció otro alto al fuego, que también duró horas.
El 31 de octubre, Pashinian envió una carta a Vladimir Putin consultando sobre la asistenca que Rusia podría brindar a Armenia para garantizar su seguridad, en base al Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua de 1997 y en tanto miembro de la OTSC. La respuesta fue que la ayuda sería brindada en caso de un ataque al propio territorio armenio, dejando por fuera las acciones militares en Artsaj.
El 9 de noviembre, tras ocupar la ciudad de Shusha y ponerse en posición de atacar Stepanakert, las fuerzas armadas azerbaiyanas derriban un helicóptero ruso dentro del territorio armenio. El presidente Aliyev reconoció el error y ofreció pagar a Moscú una compensación. Esta acción no sólo constituía una ataque al territorio propio armenio, sino que configura un casus belli para una intervención rusa – más allá de los acuerdos firmados con Armenia.
Horas más tarde, se comunica la firma de la declaración del alto al fuego.
Las condiciones del acuerdo
El acuerdo conforma a ambas partes, sin ser el óptimo de cada uno. Por un lado, Azerbaiyan obtiene de regreso las provincias adjacentes a Nagorno Karabaj que estaban ocupadas por Armenia/Artsaj más el territorio capturado en esta guerra, incluyendo la ciudad de Shusha. Por el otro, Armenia evita el colapso total de Artsaj, que mantiene alrededor de la mitad de su territorio original. La comunicación entre Armenia y Artsaj va a estar garantizada por la presencia de 2000 tropas de paz rusas en Artsaj y en el corredor de Lachin, además de la construcción de una carretera que saltee a Shusha y permita conectar Stepanakert con Yereván (la capital de Armenia).
Además, Armenia se compromete a garantizar un corredor que comunique la región autónoma de Najchiván con Azerbaiyán, ya que esta pertenece a este país, pero se encuentra como enclave en el territorio armenio. Por otro lado, Azerbaiyán se compromente a dar paso por esta región autónoma para favorecer la relación comercial entre Armenia e Irán.
Rusia no sólo refuerza su posición en la región como gran estabilizador, sino que también evita tener que intervenir en un conflicto en el cual tiene buenas relaciones con ambas partes, aunque sus compromisos la obliguen a defender a una.
¿Y después del acuerdo qué?
Las noticias del acuerdo, y las condiciones de él, no fueron bien recibidas por el pueblo armenio. Las protestas callejeras critican la inacción del gobierno y las condiciones del acuerdo. La oposición conformó un “comité de salvación nacional“, al cual el gobierno respondió con el arresto de varios líderes opositores. Y la población armenia en los territorios a devolver a Azerbaiyan están llevando adelante una campaña de tierra arrasada para no entregar sus pertenencias. Incluso arrestaron al exdirector del Servicio de Seguridad Nacional de Armenia bajo sospecha de preparar el asesinato del primer ministro.
Es muy probable que el gobierno de Pashinian caiga. No sólo por el acuerdo, sino por la forma en que llevó adelante la guerra. En caso que esta crisis política permita el ascenso de algún opositor cercano a Moscú, será todavía una victoria mayor para el Kremlin. Desactivar el foco de desestabilización en el Cáucaso sur y volver a tener un gobierno armenio cercano es un doble triunfo para Putin.
Pero quien también ganó en este conflicto es Turquía, que acordó el establecimiento de un centro conjunto ruso-turco para control y monitoreo del alto al fuego en territorio Azerbaiyano. Erdogan no sólo logró la victoria de su aliado, también su industria armamentística tuvo exposición mundial de la calidad de sus productos. También cierra un frente en su extensión militar que, junto a las negociaciones de paz en Libia, le dejarán recursos libres para otras aventuras militares.
La gran incógnita es el futuro de Artsaj. El acuerdo de paz no define qué pasará con la región una vez retiradas las tropas de paz rusas, dentro de 5 o 10 años. Tal vez un proceso de paz donde sólo participen los afectados y las potencias regionales que garanticen la paz podrán dar una respuesta definitiva.