por Fernanda Paixão para Brasil de Fato
Desde hace 20 años, el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea viene siendo negociado, con la mirada atenta de especialistas y organizaciones que denuncian la asimetría del pretenso tratado.
La zona de libre comercio a ser formada por ambos bloques no llegaría con beneficios iguales y representaría un gran impacto en los sectores rurales, especialmente en los países latinoamericanos, evalúan especialistas consultados por Brasil de Fato.
Por un lado, los países del Mercosur, productor especialmente de materias primas, tendrían ventajas de acceso o arancel cero para exportar sus productos a la Unión Europea. Por otro, el bloque europeo, más industrializado, tendría libre acceso para comercializar sus productos, compitiendo con los producidos en los países más desarrollados de América del Sur. Los sectores más afectados en la región serían los pequeños productores agrícolas.
Productos como lácteos, quesos, aceite de oliva y manufacturados, hoy comprados dentro del Mercosur, pasarían a competir con los productos europeos que ingresarían sin impuestos en los países latinoamericanos.
“Sabemos que los principales grupos conservadores y liberales de la derecha quieren que salga el acuerdo, porque representaría una ganancia extraordinaria a las grandes empresas en un contexto de post pandemia”, afirma la especialista en economía política Luciana Ghiotto, coautora con Javier Echaide de un extenso estudio sobre las cláusulas y los posibles efectos del acuerdo.
“Para los países del Mercosur, más que recuperación, representaría una aceptación total de un modelo en el cual el bloque se torna proveedor de materias primas vinculadas al extractivismo agrario”, completa.
Aún en fase de negociación, el acuerdo fue acelerado durante el gobierno Temer, en Brasil, y de Mauricio Macri, en Argentina. Los países son los más expresivos del Mercosur, representando el 97% de la economía del bloque.
Los avances en las negociaciones despertaron la atención de los críticos al acuerdo, una vez que su impacto sería abrangente y profundizaría los problemas generados por el modelo productivo capitalista vigente: el agronegocio, el cambio climático, el aumento de la pobreza y del hambre y la explotación de los países sistemáticamente limitados al monocultivo y a la liberación y uso de los pesticidas.
Un modelo diferente
Los pequeños productores serían doblemente afectados, por el impacto ambiental y económico. Sin embargo, jamás hicieron parte de la mesa de discusión sobre esas decisiones.
La poca participación popular en esos más de 20 años de acuerdo – incluyendo campañas de rechazo masivo – fue escasa dada la carencia de información manejada en esos procesos.
En Argentina, el avance del acuerdo Mercosur-UE durante el macrismo fue una señal de ello para el sector rural de pequeños productores, como apunta Lucas Tedesco, secretario de relaciones internacionales de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT).
“No hubo ninguna discusión previa sobre qué acuerdos comerciales el Mercosur debería tener. Y somos parte de eso”, afirma.
“Hace años hay una lucha muy intensa por el cambio de modelo productivo. Unas 3 mil familias son propietarias del 70% del territorio productivo de nuestro país, todo sembrado con maíz y soja. Esos acuerdos se terminan firmando, y benefician a los que apuestan en el modelo agroindustrial intensivo y al monocultivo. Los movimientos campesinos planteamos un modelo diferente”, concluye.
El rechazo del acuerdo por el presidente frances Emmanuel Macron – que también denunció las políticas de desmatamento de la Amazonia de Jair Bolsonaro, en Brasil – revela las contradicciones dentro del bloque europeo frente a las cuestiones ambientales.
“Macron no quiere comprar soja argentina porque está llena de glifosato”, afirma Tedesco. “El acuerdo ya está en riesgo porque fuimos un país laboratorio, donde tiraron litros y litros de pesticida. Comunidades originarias enteras empezaron a tener casos de leucemia, algo nunca antes visto.”
Expansión de la frontera agrícola
Los incendios que arrasan a la Amazonia y que, en esta última semana, volvieron a afectar con fuerza a la Patagonia argentina, demuestran ser parte de un mismo proyecto asociado a los planes de expansión del agronegocio.
En este sentido, es posible relacionar también el surgimiento del acuerdo Mercosur-UE con el ALCA, un tratado de libre comercio de América Latina con los Estados Unidos, surgido en 1994, y que fue impedido por un fuerte rechazo popular en los países latinoamericanos.
Ghiotto destaca la diferencia de reacciones de la sociedad civil en relación a los acuerdos, propuestos en la misma época. “Hay una mirada más benevolente sobre el acuerdo con la Unión Europea, que no tiene nombre, y sus cláusulas son exactamente iguales a las del ALCA”, afirma, según pudo observar en las reuniones que trataron del tema.
“El rechazo al ALCA puso énfasis en la mirada antiimperialista, que automáticamente rechaza cualquier tratado de libre comercio con Estados Unidos, y no se tiene la misma perspectiva sobre la Unión Europea”, afirma.
La lectura de Mariana Vazquez, integrante del Observatorio del Sur Global y autora del libro El Mercosur: una geografía en disputa, es que el hecho de que el surgimiento de los tratados de libre comercio del Mercosur con Europa y los Estados Unidos en un mismo momento no se trata de una coincidencia.
“Es una geografía en disputa, y sigue siendo. Me pregunto por qué el Mercosur fortalece una relación dependiente por un poder en declive otra vez”, provoca Vazquez.
“Es una cuestión que va más allá de lo cuantitativo. Es un impacto cualitativo sumamente perjudicial para nuestra región. No podemos vivir del modelo agroexportador, salvo que queramos el 60% de la población excluida”, afirma.
Vazquez cita el caso de Perú como un ejemplo de las consecuencias de esos tratados de libre comercio en situación de asimetría económica y productiva.
Gran productor de papas, el país las exporta a Europa, para luego importarlas en forma congelada. “¿Este es el patrón de comercio que queremos? Que, además, es absolutamente no sustentable”, puntúa Vazquez.
El Mercosur, dispuesto a cerrar el acuerdo, tendría sus – pocos – ganadores, como los sectores vinculados a la producción y exportación de carne bovina, porcina, de aves y soja en Argentina y Brasil, como destaca Ghiotto.
“Los efectos más fuertes serán sentidos en ambos bloques, en las grandes poblaciones: los consumidores, los pequeños productores, los trabajadores, las mujeres, que viven de manera específica los efectos de los tratados de libre comercio. Este acuerdo no menciona ni una vez la palabra ‘mujer'”, completa.