Por Rogério Tomaz Jr.¹
Cuando Lava Jato estaba en el apogeo de su popularidad, tras la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, el entonces juez Sérgio Moro concedió su primera entrevista dos años y medio después de iniciada la operación. El titular de la nota de Estadão, publicada exactamente el 5 de noviembre de 2016, es simbólico: “Nunca entraría en política”, dice Sérgio Moro. El juez repitió esto en al menos otras seis ocasiones.
El tiempo – y la serie de reportajes “Vaza Jato”, de The Intercept Brasil – trató de exponer la hipocresía y los crímenes del tipo que se presentaba públicamente como campeón de la ética y ícono de la lucha contra la corrupción, mientras detrás de escena cometía crímenes y actuaba como jefe de una especie de mafia dentro del Estado.
Finalmente, la máscara se cayó. El próximo miércoles (10), las cámaras de los grandes medios estarán todas centrados en el acto de afiliación de Moro a Podemos, un pequeño partido de la derecha neoliberal. Será otro intento de construir una candidatura de “tercera vía”, nombre fantasía que la burguesía eligió para buscar espacio en una disputa que se polariza cada día más entre Lula y Bolsonaro.
¿Agente de los Estados Unidos?
Mucha gente seria en Brasil considera a Sérgio Moro un agente cooptado por alguna agencia de la red de espionaje e intervención extranjera de Estados Unidos. Si esto es cierto o no, probablemente estamos lejos de saberlo. Sin embargo, su regreso a Brasil, tras un paso de aproximadamente 10 meses viviendo en Washington, y el anuncio de su afiliación a un partido político para postularse a la presidencia en 2022 levanta nuevas sospechas sobre lo que está en la trastienda.
Es de conocimiento público que, ya en 2009, Moro participó en un proyecto de “capacitación y cooperación” financiado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos para empleados del Poder Judicial, el Ministerio Público y la policía en Brasil. Un cable confidencial de la Embajada de los Estados Unidos en Brasilia, que describe en detalle el proyecto “Bridges” (“Puentes”), se encuentra en los archivos de Wikileaks.
Cuando estuvo en el gobierno de Jair Bolsonaro, Moro “abrió las puertas” del Ministerio de Justicia para el FBI, reveló la Agencia Pública en una nota muy bien documentada. También llama la atención la cantidad de viajes que Moro ha realizado a Estados Unidos, desde que inició la Lava Jato, pero también mientras fue ministro de Bolsonaro. Desde 2014, al menos dos veces al año – en algunos años, más que eso – Moro ha pisado suelo estadounidense, de vacaciones, de negocios, para “estudiar” o sin razones que no se hayan explicado públicamente.
La gran duda de quienes siguen la política brasileña es lo que llevó a Moro, odiado tanto por los bolsonaristas como por la izquierda en general, a dejar su vida pacífica y bien pagada en Washington para aventurarse en una campaña presidencial con dos nombres ya consolidados en la carrera.
¿El objetivo sería crear una base electoral para 2026? ¿Anunciar la candidatura presidencial, pero en realidad competir por un escaño en el Senado o en la Cámara, para obtener un foro y evitar la cárcel por los delitos que cometió como juez? ¿O recibió la promesa de que Lula volvería a ser sacado de las elecciones por algún hecho inesperado? ¿O, por otro lado, la esperanza de que Bolsonaro siga derritiéndose en la carrera y Moro asuma la disputa contra Lula en una eventual segunda vuelta?
En las encuestas, Moro ya aparece en tercer lugar, pero con cifras modestas, que oscilan entre el 8 y el 10%, lejos de Bolsonaro, que está firmemente en segundo lugar. Lula sigue liderando y sigue con posibilidades de ganar en la primera vuelta, pero este escenario debe volverse cada vez más difícil.
Dallagnol sigue el mismo camino
El fiscal jefe de Lava Jato, Deltan Dallagnol, quien también tiene estrechos vínculos con Estados Unidos, anunció la semana pasada que dejará el Ministerio Público para presentarse a diputado.
Lo que olvidó el fiscal fue que tiene procesos administrativos que aún no han sido juzgados en su contra, motivados por las ilegalidades y delitos cometidos durante la Lava Jato. Esto, de acuerdo con la ley brasileña, lo deja inelegible durante 8 años. En otras palabras, su plan podría verse frustrado por el mismo “veneno” que usaron contra Lula en 2018: la “Lei da Ficha Limpa”, algo como “Ley del Registro Limpio”.
Como dice Intercept, “Sergio Moro y el Partido Lava Jato son la novedad más antigua de 2022”. Para la publicación, el “exministro de Bolsonaro y su colega Deltan Dallagnol abrazan la política en un intento por escapar del basurero de la historia”.
En su Twitter, Gilmar Mendes, juez de la Corte Suprema, atacó a Moro y Dallagnol, sin mencionarlos: “Hace unos años que advierto para politización de la persecución penal. La selectividad, los métodos de investigación y las filtraciones: todo convergió hacia un propósito claro – y político, como se revela hoy. Demonizaron el poder para apoderarse de él. La receta estaba lista”.
Alerto há alguns anos para a politização da persecução penal. A seletividade, os métodos de investigações e vazamentos: tudo convergia para um propósito claro – e político, como hoje se revela. Demonizou-se o poder para apoderar-se dele. A receita estava pronta.
— Gilmar Mendes (@gilmarmendes) November 5, 2021
¹ Periodista brasileño, residente en Argentina, cursando la Maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza. Trabajó durante 11 años en la Cámara de Diputados de Brasil.