Por Federico Montero
Según las encuestas, el escenario electoral aparece con una cierta polarización entre Gustavo Petro y Fico Gutiérrez. El tercero en discordia, Rodolfo Hernández, busca meterse en la discusión y capitalizar el descontento con la clase política y ha subido en las últimas encuestas que se dieron a conocer. El nivel de participación, tradicionalmente del orden del 50%, será clave para la jornada.
El sistema electoral establece que el candidato que obtenga la mitad más uno de los votos será consagrado presidente en primera vuelta. De lo contrario, se realizará una segunda vuelta el 19 de junio. Cualquiera sea el ganador, deberá gobernar con un Congreso heterogéneo tras las legislativas del 13 de marzo en las que la izquierda hizo una buena elección pero sigue siendo minoría.
Durante la campaña, Petro ha buscado representar las demandas de cambio heterogéneas de la fragmentada, desigual y violenta sociedad colombiana, en un clima de descontento que se manifestó en las masivas manifestaciones de 2019 y que se acrecentó durante la pandemia. Eligió como compañera de fórmula a Francia Márquez, lideresa afrocolombiana con un discurso crítico del extractivismo, que representa la nueva agenda progresista en materia de derechos de las mujeres, diversidad cultural, y ambientalismo.
En lo económico, Petro ha planteado la necesidad de un cambio de modelo, avanzando en la implementación de la reforma agraria prevista en los Acuerdos de Paz de 2016, la diversificación del modelo extractivista, una reforma impositiva y jubilatoria y la renegociación de los acuerdos de libre comercio. Sobre este punto vale destacar que según datos de la CAF, el 54% de la población carece de cobertura de pensiones.
Fico Gutiérrez, candidato de la derecha, ha encontrado dificultades para despegarse de la figura del presidente Duque, muy desprestigiada, cabalgando sobre la idea de orden, estabilidad y oportunidades. Busca capitalizar el rechazo que genera Petro y el ideario de izquierda en una parte de la sociedad colombiana, y su popularidad derivada de su gestión como alcalde de Medellín.
Todos los candidatos se han manifestado a favor de cumplir los Acuerdos de Paz de 2016 entre el entonces presidente Santos y las FARC, con lo cual La agenda del conflicto armado dejó de ser el centro del debate político en la campaña, aunque las diferencias entre el enfoque de Petro y de Gutiérrez sobre su implementación son grandes.
Si bien el partido de Uribe, figura central de la política colombiana en las últimas décadas, no ha presentado candidatura, la sombra del uribismo se proyecta, para bien o para mal, sobre Gutiérrez. El principal problema para la derecha es la erosión del discurso de la seguridad democrática, que durante décadas organizó el imaginario de buena parte de la sociedad colombiana justificando la militarización del conflicto social en Colombia.
Un eventual triunfo de Petro, en un marco de cierta incertidumbre incluso sobre la propia seguridad del proceso electoral, implicaría la apertura de un nuevo tiempo político en Colombia, con grandes desafíos en lo económico, social y político. La desmilitarización del conflicto, la reforma de las fuerzas armadas y la relación con el empresariado colombiano serán claves para avanzar en su programa.
En materia de política internacional, Petro se ha mostrado partidario de promover una agenda ambiental global, retomar las relaciones con Venezuela -interrumpidas cuando el presidente Duque reconoció a Juan Guaidó-, y renegociar los acuerdos de libre comercio.
La presidencia de Biden otorga en principio mejores condiciones a Petro para rediscutir la relación con EEUU, a pesar de la presencia de intereses norteamericanos permanentes en el país con más bases militares norteamericanas y que fue emblema de la “guerra contra el narcotráfico”, ya que el presidente Duque apoyó firmemente la candidatura de Donald Trump.
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