Observatorio del Sur Global

Conflicto en Sudán: expresión de la lucha geopolítica en África

Ignacio Martín Ruiz
Ignacio Martín Ruiz
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Tanto el Ejército de Sudán como las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) respondieron positivamente a la tregua de 72hs. que propuso la ONU y que coincide con el Aíd al Fitr, que pone fin al mes sagrado del Ramadán. Sin embargo, durante la mañana de este sábado los combates se resumieron. De momento, las convulsiones que se viven en la política interna de Sudán podrían transformarse en una guerra civil abierta.

Estamos en la octava jornada desde que el grupo paramilitar FAR, que es liderado por Mohammed Hamdane Daglo, también conocido como “Hemetti”, se volcó a disputar el control del gobierno sudanés por la vía de las armas frente al general del Ejército nacional, Abdel Fattah Abdelrahman al-Burhan, quien es el jefe de Estado de facto desde el golpe que tuvo lugar el 25 de octubre de 2021.

Hasta ahora, el enfrentamiento abierto entre las FAR y el Ejército ya dejó al menos 413 personas fallecidas y más de 3.500 heridos, según cifras de la OMS, en tanto que la cadena de noticias Al Arabiya informó de más de 600 muertos, citando al Ministerio de Salud del país. La ciudad más afectada por los combates es la capital, Jartum.

Una historia de conflictos e inestabilidad

Ubicado al noreste de África y al sur de Egipto, Sudán tiene una larga historia de inestabilidad política desde su independencia de Reino Unido en 1956. Entre dicho año y la actualidad, se produjeron 7 golpes de Estado (1958, 1964, 1969, 1985, 1989, 2019, 2021), dos guerras civiles entre el Norte (predominantemente musulmán) y el Sur (de mayoría cristiana) que resultaron en la independencia de Sudán del Sur vía referéndum en 2011, una guerra con Chad y desde 2003 el conflicto étnico-racial de Darfur, conocido como “el primer genocidio del Siglo XXI”, que enfrentó a los ‘Yanyauid’, grupo paramilitar de origen árabe, contra las poblaciones negras de lenguas nilo-saharianas.

Por su participación en este conflicto, el exmandatario Omar al-Bashir aguarda su juicio ante la Corte Penal Internacional de La Haya acusado de genocidio, crímenes de guerra y de lesa-humanidad por apoyar a las milicias ‘Yanyauid’. Recordemos que más de 300.000 personas fueron asesinadas en el marco de este enfrentamiento.

Omar al-Bashir, detenido.

Al-Bashir es un militar que llegó al poder tras el golpe de Estado de 1989 que se le hiciera al gobierno democráticamente electo en 1986 de Sadeq al-Mahdi.  Gobernó durante casi 30 años, cuando en abril de 2019 fue detenido por el Ejército en medio de masivas protestas por la grave situación económica que atravesaba el país.

Este es el momento en que se abre el nuevo ciclo de conflicto interno.

Del gobierno civil y militar al gobierno militar

Tras la caída del exmandatario, los militares establecieron una junta de transición llamada “Consejo Militar Transitorio”, con el general Abdelfatah al Burhan a la cabeza. En agosto, se procedió a conformar un Consejo Soberano (CS) compuesto por representantes civiles y militares. Como líder del Consejo asumió el general al Burhan.

Las elecciones para elegir nuevas autoridades estaban previstas para 2022, pero en septiembre de 2021 hubo un intento de golpe de Estado que se atribuyó a los seguidores de Omar al-Bashir. Entre la convulsión y el creciente disenso en la rama civil en torno a las decisiones políticas que aplicar, los militares tomaron la totalidad del poder un mes más tarde.

El general del Ejército al-Burhan comandó un golpe de Estado el 25 de octubre de 2021 que removió a la rama civil del gobierno y resolvió la disolución del Consejo Soberano (CS) y del gobierno, declaró el estado de emergencia en todo el país y ordenó el arresto de centenas de funcionarios y manifestantes opositores a su gobierno. Tras este golpe, en el que hubo fallecidos entre quienes participaron de las protestas, la Unión Africana decidió la suspensión de Sudán como miembro.

Mohammed Hamdane Daglo y Abdel Fattah Abdelrahman al-Burhan.

En noviembre, al-Burhan anunció la creación de un nuevo CS con él al mando y con la incorporación de Mohammed Hamdane Daglo, líder de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), como vicepresidente. Desde ese entonces, los militares están a cargo del gobierno sudanés e informaron que anunciarían elecciones para julio del 2023. Pero tres meses antes, la puja por el poder absoluto nos conduce a este presente.

Un (1) gobierno militar, pero ¿qué militares?

Esta vez, las facciones enfrentadas son ambas de la rama militar. Por un lado, las FAR, fuerza paramilitar compuesta principalmente por milicias de ‘yanyauid’. Por otro lado, el Ejército, con al-Burhan a la cabeza.

La ciudad capital, Jartum, es la más afectada por el conflicto.

Las FAR están involucradas en los crímenes cometidos en Darfur y fueron utilizadas por el Ejército para reprimir las manifestaciones contra la conformación del Consejo Militar Transitorio tras el golpe de 2019. Están incorporadas a la Agencia de Inteligencia Sudanesa.

Por lo que se conoce hasta el momento, el conflicto estalló por el fracaso de las conversaciones para impulsar una reforma del Ejército e integrar a las FAR en el mismo.

La intensificación de este conflicto puede suponer el riesgo potencial de una crisis migratoria que desestabilice aun más la región del cuerno de África, asediada por los conflictos internos que tienen lugar en Somalia y Etiopía. A su vez, existen conflictos armados activos en los países fronterizos de República Centroafricana, Chad y Sudán del Sur.

Repercusiones en la comunidad internacional

Hasta el momento, la respuesta internacional al conflicto se centró en hacer llamamientos al diálogo y la paz.

El Secretario General de la ONU, António Guterres, afirmó que “el cese de las hostilidades debe venir seguido de un diálogo serio, que permita una transición exitosa, empezando con el nombramiento de un Gobierno civil”.

Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China hizo un llamamiento “a ambas partes para que pongan fin a los enfrentamientos lo antes posible y eviten la escalada de tensiones. Esperamos que las partes en Sudán incrementen el diálogo y hagan avanzar conjuntamente el proceso de transición política”.

John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, pidió un alto el fuego inmediato y sin condiciones previas entre las partes beligerantes.

Por su parte, el Ejército Nacional Libio propuso crear un comité de mediadores para poner fin al conflicto.

Muchas embajadas, entre las que se encuentran las de Japón, Corea del Sur, Alemania y Países Bajos, comenzaron a preparar la evacuación de sus ciudadanos del territorio sudanés.

Geopolítica de un continente expoliado

La situación de conflictividad e inestabilidad internas no es exclusiva de Sudán ni de la región del cuerno de África, sino que se repite en gran parte del continente. Es consecuencia directa de décadas de dominación política y expoliación económica durante el periodo de colonización europea, así como también de la injerencia unilateral extranjera durante el periodo de hegemonía estadounidense. Solo Etiopía evitó el destino colonial.

Tras la Segunda Guerra Mundial, las potencias europeas estaban económicamente en ruinas y a la espera del Plan Marshall (que determinaría hasta la actualidad la influencia de EEUU sobre su política exterior). Por ello, no pudieron sostener su dominio colonial y empezaría así el proceso de descolonización alrededor del mundo. El mapa anterior es demostrativo de la voracidad europea en el reparto de lo que ellos entendían eran botines de guerra.

El periodo abierto desde aquí en adelante está signado por una inestabilidad y conflictividad endémicas. Con muchas fronteras dibujadas por las potencias colonizadoras, los conflictos étnicos, raciales y religiosos se multiplicaron. A su vez, en el marco de la Guerra Fría, los países eran rehenes de una lucha geopolítica entre Estados Unidos y la Unión Soviética por la influencia regional con la finalidad de acceder a los recursos naturales del continente.

Luego de la caída de la URSS y conforme nos adentramos en el siglo XXI, la influencia del Atlántico Norte en el continente africano empezó a perder efecto. El fiasco de EEUU en su intervención militar en Somalia lo alejó de la región hasta 1998, momento desde el cual orientó su estrategia en el continente hacia una política de seguridad de lucha contra el terrorismo. Pero el fracaso de la misma en conjunción con su falta de atención en inversiones económicas y acuerdos comerciales que implicaran mejoras para el desarrollo de los países africanos, condujo a la emergencia de la influencia de dos potencias fundamentales: Rusia y China, configurándose así el mapa actual de la disputa geopolítica por África.

El 19 de abril, el ministro de Defensa de Alemania, Boris Pistorius, declaró ante el Bundestag que “las narrativas y ofertas rusas parecen ganar terreno allí (en África) y la comunidad occidental está perdiendo terreno. El Sahel es y seguirá siendo estratégicamente relevante precisamente por esta razón, especialmente dada la presencia rusa en la región”. Afirmaciones de las que puede leerse entre líneas que el interés europeo en África es solo en relación a que otros países no aumenten su influencia allí, antes que una verdadera intención de promover mejoras efectivas sobre el bienestar del continente.

África, puente hacia el nuevo mundo

África es un continente enorme, tiene más de 30 millones de km² de superficie ubicándose detrás de Asia (44km²) y América tomada en su conjunto (42,5km²).  El mapamundi que conocemos, o que se utiliza de común acuerdo, es la Proyección de Mercator, que distorsiona enormemente el tamaño del continente africano en relación al hemisferio norte del planeta.

Además, África es un continente central, pero no solo por la manera en que resalta a la vista en el mapa con las proporciones reales. Con 54 países (mayor cantidad de países), más de 1.300 millones de habitantes (siendo así el segundo continente más poblado del mundo), más de 3.000 etnias (mayor cantidad) y de 2.000 lenguas diferentes (solo Asia tiene más), África está llamada a ser un actor central para forjar el mundo que viene. Su diversidad cultural, sus riquezas naturales y los grandes desafíos que debe enfrentar en materia de política interna y externa, atizados por una inestabilidad en la que mucho tienen que ver las grandes potencias y su repartija colonial del continente, así lo habilitan.

En efecto, África es un continente abundantemente rico en recursos naturales. Según Isabelle Ramdoo para el Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible, “África posee ella sola más de sesenta tipos diferentes de minerales y contiene un tercio de todas las reservas minerales del mundo. Tiene, por ejemplo, un 90% de las reservas de platinoides, un 80% del coltán; un 60% del cobalto, un 70% del tántalo, un 46% de las reservas de diamantes y un 40% de reservas auríferas”. Además, “rebosa también de fuentes energéticas muy diversas y repartidas en zonas diferenciadas: abundantes energías fósiles (gas en el norte de África, petróleo en el golfo de Guinea y carbón en África austral), cuencas hidrográficas en el África central y yacimientos de uranio, luz solar en los países sahelianos y capacidades geotérmicas en el África oriental”.

Estamos en un contexto en el que se traza la posibilidad real de que África, reunida en la Unión Africana, pueda constituirse en una voz que pugne por unas relaciones internacionales de respeto mutuo y cooperación ganar-ganar. Así, su incorporación a un nuevo paradigma de vinculación podría contribuir a dejar atrás la política internacional de la condicionalidad política, que históricamente se impuso por el hegemón de turno (Reino Unido o EEUU) para alinear a los países a su conveniencia por propio—y excluyente—interés.

Esta posibilidad está directamente relacionada a la necesidad de brindar paz y estabilidad a las regiones africanas y promover su desarrollo económico y el bienestar de las poblaciones locales. La comunidad internacional debiera orientar todos sus esfuerzos a que este escenario sea una realidad. El tiempo señalará qué actores actúan verdaderamente en este sentido.

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