Por Florencia Tursi Colombo
A comienzos de diciembre en un artículo que publicamos desde el Observatorio, llamábamos la atención sobre la peculiar dinámica de crisis y de estabilidad que caracteriza al escenario político peruano.
Sosteníamos que ambas -crisis y estabilidad- se dan en simultáneo y en una lógica específica que consiste en: la crisis producto del cambio de figuras políticas y la invariable estabilidad de un sistema.
En Perú, mientras los personajes políticos cambian, la lógica de fondo permanece. Es decir, hay una constante crisis producto del cambio de presidentes, ministros, etc y al mismo tiempo, hay una constante estabilidad de un sistema político-económico.
Lo que lleva ciertamente a pensar que el mismo sistema peruano es una lógica que favorece el cambio de personajes en el ejecutivo en pos de la estabilidad macroeconómica y de los poderes políticos detrás de ella.
Por eso, parafraseando, como dice el meme: no importa cuando leas esto, hay crisis política en Perú.
Pero ¿qué ha pasado esta vez?
A fin de enero el Ministro del Interior, Avelino Guillén, presentó su renuncia luego de no obtener respuesta ante el pedido que le hizo al presidente Pedro Castillo para que pase a retiro al comandante general de la Policía Nacional ya que se estaba dando un mal manejo que había hecho estallar una crisis con la policía.
En consecuencia, Castillo decide recomponer su gabinete, debido también a que la Presidenta del Consejo de Ministros, Mirtha Vásquez le presentó la renuncia por motivos similares a los de Guillén. Vásquez expresó la dificultad de hacerse escuchar ante Castillo y que, el Presidente, parece solo responder a un círculo de 3 personas que lo asesoran y no a sus ministros/as. De hecho, se refirió a que Castillo tiene un “gabinete en la sombra” conformado por esos asesores poco conocidos.
El escenario era complejo ya que, a mediados de enero, se produjo un derrame de petróleo de la empresa Repsol que contaminó playas y reservas naturales dejando expuestos por un lado, la negligencia de la empresa y por el otro, la ineficiencia del Estado.
Al mismo tiempo, Castillo decidió realizar algunas entrevistas mano a mano con periodistas de distintos medios. En particular la entrevista con el medio internacional CNN en español causó gran revuelo al ver lo improvisado de las respuestas de Castillo, lo poco preparado que estaba y el error en algunas de sus declaraciones, al punto tal que el propio Castillo reconoció en la entrevista estar en un “proceso de aprendizaje” y que el Perú es su “escuela”.
En fin, luego de la renuncia de Vásquez, Castillo nombró un nuevo gabinete encabezado por Héctor Valer Pinto, un congresista electo por el partido Renovación Popular, partido del ex-candidato a la presidencia López Aliaga identificado con la derecha radicalizada. Aunque, vale aclarar que, apenas asumió Valer en el Congreso, López Aliaga lo expulsó del partido ya que el electo congresista se mostró favorable a brindar apoyo al gobierno de Castillo.
La designación de Valer como Presidente del Consejo de Ministros presentó dos problemas. Por un lado, Valer cuenta con varias denuncias de corrupción en su contra y fue denunciado en 2016 por su ex-esposa y su hija por agresión física, lo que provocó la inmediata reacción de mujeres, movimientos feministas y agrupaciones de derechos humanos exigiendo su renuncia. Por otro lado, el nombramiento de Valer implicó la ruptura de Castillo con las agrupaciones de izquierda que inicialmente integraban su gobierno ya que Valer representaría un giro a la derecha. En consecuencia, se rompió el pacto de gobernabilidad por un gobierno democrático y de izquierda que habían firmado Castillo y la ex-candidata a la presidencia Verónika Mendoza. Así se dio la salida del gobierno del partido de Mendoza, Nuevo Perú, que contaba con dos ministros, Anahí Durand en el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables y Pedro Francke en el Ministerio de Economía y Finanzas. Incluso, el ex-ministro Francke también se expresó sobre el círculo de asesores que rodea al presidente, dijo que son ellos los que tienen mayor poder.
Para sumar al malestar general y no satisfecho con solo designar a un Premier de derecha, Castillo decidió ir de visita, los primeros días de febrero, a Brasil en donde se reunió con su par, Jair Bolsonaro. Lo llamativo fue que se mostró amistoso y hasta se tomaron una foto en donde Castillo le permitió a Bolsonaro colocarse su tradicional sombrero.
Finalmente, luego de varias movilizaciones contra el nuevo gabinete, sumado a las movilizaciones que se estaban dando contra el Congreso por aprobar una reforma universitaria que flexibiliza el control sobre las universidades privadas, Castillo debió cambiar su gabinete y designó como Presidente del Consejo de Ministros a Aníbal Torres, quien hasta ese momento se desempeñaba como su Ministro de Justicia.
Sin embargo, la crisis no concluyó. Castillo, además, reemplazó al Ministro de Salud, Hernando Cevallos, del Frente Amplio, quien, junto con Francke, habían integrado el acuerdo inicial de gobierno y fueron las dos primeras figuras y posibles ministros que Castillo dio a conocer antes de su proclamación. Es decir, ambos representaban la amplitud del gobierno y el respaldo de los distintos sectores de izquierda a Castillo. Pero eso se quebró en estas semanas. La salida de Cevallos también produjo malestar ya que él había asumido la responsabilidad de la pandemia llevando a cabo una eficaz campaña de vacunación.
En fin, el presidente Pedro Castillo, quien asumió su cargo el pasado 28 de julio, ya lleva designados 4 gabinetes distintos.
La crisis política se manifiesta en los cambios de gabinete, en las disputas al interior de Perú Libre, el partido que llevó a Castillo a la presidencia, más las disputas con los otros partidos y sectores de izquierda, y en el cuestionamiento de la oposición que se aprovecha de dichas disputas para pedir y amenazar con la vacancia presidencial.
Al mismo tiempo, la población percibe que nada cambia. Esto es lo que ha salido a la luz en estos días, la estabilidad en medio de la crisis porque no hay proyectos políticos de cambio. Castillo obtuvo la presidencia proponiendo una transformación que implicaba, fundamentalmente, el reclamo popular de una nueva Constitución. Sin embargo, dicha aspiración ha quedado lejos, ahora parece que nada nuevo, distinto y transformador se puede esperar del gobierno de Castillo. Por el contrario, la única lógica que persevera es la de la estable crisis política.