Por Florencia Tursi Colombo
La semana pasada la revista británica The Economist tituló: “The coming food catastrophe” refiriéndose a que nos acercamos a una catástrofe alimentaria mundial. La inminencia de una crisis de este tipo puso en alerta a todos los Estados. Aunque cabe remarcar que en ciertas regiones y en ciertos países ya hay situaciones críticas. África, parte de Asia y algunos países de Centroamérica encabezan la lista de los más afectados por el hambre de sus poblaciones. Además, las zonas rurales del mundo registran mayor dificultad de acceso a los alimentos que las zonas urbanas.
Aquí nos preguntamos cuáles son las causas de una posible catástrofe alimentaria mundial y cómo podría llegar a detenerse su avance.
¿Qué causa la catástrofe alimentaria?
Hay que entender la catástrofe alimentaria como producto de múltiples causas:
- La guerra en Ucrania.
En primera instancia, la guerra en Ucrania afectó la producción de trigo y cereales de aquel país, uno de los principales productores mundiales. Esto desencadenó, en primera instancia, en una inflación de los precios de los alimentos en todo el mundo. Se frenaron las exportaciones de cereales y oleaginosas de Ucrania, a lo que se le suma las sanciones económicas impuestas a Rusia que afectó tanto al comercio de fertilizantes, provocando su encarecimiento y escasez, como a los combustibles ya que Rusia era el principal vendedor de gas que abastecía Europa.
- La pandemia
Previamente, la pandemia generó una concentración de riquezas y profundizó las desigualdades. En este sentido, el ingeniero agrónomo y Subsecretario de Programas de Desarrollo Productivo de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena, Hernán Rachid, señala que “la pandemia agravó la crisis alimentaria ya que implicó, centralmente, el pasaje de millones de personas a situaciones de pobreza por la falta de ingresos durante el contexto de aislamiento”.
- Las catástrofes medioambientales
La crisis ecológica se ha acelerado también. Cada vez son más frecuentes los incendios forestales, los derrames petroleros y demás catástrofes medioambientales. La tierra no aguanta más. El cambio climático es ya un hecho. Las sequías afectan directamente a la producción de alimentos. Como remarca Rachid: “las catástrofes climáticas están empujando a millones de personas al hambre. En Argentina y en Latinoamérica estamos viviendo las consecuencias del cambio climático y es una tendencia que va a perdurar. Es decir, las crisis provocadas por factores climáticos van a ser cada vez más frecuentes”. En este sentido, la producción de alimentos en determinadas regiones semiáridas y áridas se van a ver cada vez más expuestas a sufrir situaciones críticas como producto de la crisis medioambiental.
- La concentración del mercado de alimentos
Hay un factor, no señalado por la revista The Economist, que influye en la crisis alimentaria que es la concentración del mercado. Unas pocas empresas son las que comercian internacionalmente los granos y cereales, las cuales, por su nivel de concentración son las que fijan los precios.
Esto es algo que en Argentina se ve claramente ya que hay un pequeño conglomerado de empresas que concentran el mercado alimenticio, aunque no se da la misma concentración en todas las cadenas productivas. Hernán Rachid sostiene que “si pudiéramos ver en una pirámide los alimentos, veríamos que muchos de los que consumimos todos los días aquellos frescos y masivos como verduras, carnes, huevos y pollos, son producidos por pequeños productores y de agricultura familiar, y algunas cadenas son totalmente mayoritarias en número de productores y en cantidad de volumen de producción”. No obstante, la concentración en torno al valor agregado de nuestro país es muy fuerte. Esa concentración económica en Argentina se viene potenciando desde hace décadas.
- La falta de diversificación productiva
Desde sus orígenes, el capitalismo provocó una división económica internacional en donde los países se especializaron al extremo en una única producción. Como señala Rachid: “el mundo está configurado en distintos roles productivos. Hay países que son super potencia de producción de alimentos como es el caso de Argentina. Pero hay otros países que no producen o han dejado de producir alimentos”. Aquellos países que no producen ningún alimento de los que consume su población tienen que, en consecuencia, recurrir al mercado mundial para comprarlos, lo que genera una gran dependencia externa. Son dichos países los más vulnerables ante una posible catástrofe alimentaria mundial. Esto es preocupante ya que más de la mitad de la población mundial vive en países importadores netos de alimentos. Lo que subyace es un problema estructural mundial, en donde muchos países no han podido construir esquemas de producción de alimentos que les permita, por lo menos, satisfacer la demanda interna. Agrega Rachid que “cada país debería aspirar a tener soberanía en la producción de alimentos que les permita no tener que pasar por esa situación de catástrofe tan riesgosa”.
Tomar medidas o dejar pasar
Uno de los argumentos centrales de The Economist, sobre el cual podemos plantear ciertas objeciones o contra puntos, es la crítica a los países que impusieron restricciones a sus exportaciones de alimentos. Es el caso de la India, el segundo productor mundial de trigo, que restringió sus exportaciones.
Si bien es cierto que el cierre de la exportación afecta al mercado mundial generando escasez de alimentos para aquellos países que no son productores y deben comprar todo lo que comen, también es cierto que los Estados que sí son productores tienen que privilegiar y garantizar el alimento a su población. Se presenta una problemática que es la de cómo se establece el equilibrio de manera tal que se satisfagan todas las necesidades.
En este sentido señala Rachid que “los Estados productores de alimentos tienen esa noción de soberanía interna que es el abastecer sus propias comunidades pero no pueden dejar de abastecer al resto de los pueblos que dependen de esa importación”. Agrega también que “si en Argentina llegáramos a cerrar nuestras exportaciones solo para activar nuestro mercado interno, millones de personas en el mundo quedarían desabastecidas de los productos y subproductos que nuestra economía genera. Lo mismo pasa en el caso de Ucrania y de Rusia”.
Por otro lado, el rol de la agricultura familiar y de los pequeños productores “es una de las herramientas y de las propuestas principales que se nombran en todo el mundo para paliar la crisis alimentaria y las hambrunas. Si revisamos la información de la FAO, de la ONU, de todos los portales que se dedican a la agricultura y a la alimentación en el mundo, todos plantean que hay que volver a la producción en pequeña escala para el abastecimiento local y valorizar la agricultura familiar, campesina e indígena desde un mercado distinto, que integre, que incluya y que no concentre” agrega el Subsecretario de Programas de Desarrollo Productivo de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena.
La solución no puede hallarse de forma aislada, cada país por separado, sino que debe encontrarse una respuesta a la hambruna global desde un marco internacional. Que los Estados tomen decisiones y actúen en conjunto para detener la catástrofe. Sobre esto también Rachid remarca que “se requieren relaciones solidarias internacionales pero no es algo que suceda cotidianamente, aunque en relaciones regionales si se puede ver y hay que apostar a eso en América Latina”. La integración regional será la clave en el futuro para detener las catástrofes alimentarias que puedan llegar.