Por Nastasia Barceló¹
Fuimos un balcón al frente de un inquilinato en ruinas: el de América Latina frustrada en malos amores
Cultivando algunas flores entre Brasil y Argentina.
Alfredo Zitarrosa, Diez décimas de saludo al pueblo argentino, 1974
Los tiempos que corren presentan contextos desafiantes para los sistemas políticos nacionales de los países de América Latina, las instituciones de cooperación e integración regionales y, en general, para el bloque MERCOSUR en su conjunto. A treinta años de su fundación, el MERCOSUR presenta una historia particular a la que no le han faltado desafíos y problemas como: la evolución y el futuro de la Unión Aduanera, el tratamiento de las asimetrías, los itinerarios de la agenda externa común (las posiciones respecto al acuerdo Mercosur – UE, por ejemplo), la dimensión política e institucional, entre otros. Algunos han sido parcialmente resueltos, otros persisten y se resignificaron. Como destacan Caetano y Sanahuja (2019), el MERCOSUR que sigue siendo el principal acuerdo regional de Latinoamérica no está exento de cuestionamientos. El giro liberal-conservador, que inauguraron las presidencias de Mauricio Macri y Michel Temer, abrió las puertas para nuevos reclamos de flexibilización del bloque. Desde 2015, ese discurso ha sido más marcado en Brasil, Paraguay y Uruguay, y más matizado por parte de Argentina.
En marzo de 2020, hubo un cambio de gobierno en Uruguay. Luis Lacalle Pou, al frente del Partido Nacional (PN) o blanco, asumió la presidencia apoyada por una amplia coalición, autodenominada “Coalición Multicolor”. A partir de entonces el gobierno ha sido el principal portavoz de la agenda que propone la flexibilización del MERCOSUR, que no es más que “un eufemismo para eliminar el arancel externo común (AEC) que obliga a todos los países del bloque a cobrar la misma tasa a las importaciones de productos de fuera del bloque” (Barros, 2021).
Ahora bien, la demanda por mayor flexibilización, que implica abandonar la negociación conjunta (Resolución 32/00 CMC), tiene lugar en un contexto de profunda crisis sanitaria y económica. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina (CEPAL, 2020), podría tratarse de la peor contracción de la economía regional desde la crisis de los años 1930, estimando una reducción del 5,2% para los países de la región. A esto se suman los altos niveles de desempleo, la expectativa de bajo crecimiento del PIB, el crecimiento de la desigualdad social y la fuerte caída del comercio exterior.
Las fluctuaciones en el comercio del MERCOSUR con el resto del mundo responden, principalmente, a la demanda mundial y a los niveles de precio internacionales de commodities. Los precios aumentaron a partir de 2005, impulsados por el crecimiento de la economía china, en torno a un 10%; cayeron en 2008, como resultado de la crisis financiera internacional; y retomaron la tendencia hasta 2011. En los años de bonanza (conocidos como “boom de las commodities”), las economías de la región orientaron su estructura productiva a atender la demanda del mercado internacional, especialmente de China y de países del Sudeste Asiático. Una de las consecuencias fue la “reprimarización” de la pauta exportadora y el aumento de la dependencia. Desde 2014, los precios y la demanda de commodities empezaron a disminuir, coincidiendo con la desaceleración de la economía china. En el período 2017-2019 (a excepción del petróleo) se mantuvieron estables, pero en 2020 disminuyeron drásticamente como consecuencia del impacto de la pandemia de Covid-19.
El comercio intrarregional del bloque se encuentra en niveles históricamente bajos. A diferencia del comercio con el resto del mundo (que consiste en materias primas), el comercio entre los países de la región es más diversificado y tiene mayor valor agregado. Alcanzó sus mayores flujos entre 2008 y 2014, superando los US $200 mil millones de corriente de comercio (Cepal, 2020). Dicho período coincide con la profundización de las agendas políticas de articulación regional. La participación de China en el comercio con los socios del bloque, además de desplazar a Estados Unidos como primer socio comercial, afectó a Brasil, sobre todo en la exportación de bienes manufacturados. Asimismo, los datos de la Cámara Nacional de Industrias de Brasil indican que los mercados regionales representan 71% del total exportado por las montadoras, el 52,6% de las exportaciones de goma y material plástico y el 42,3% de las ventas externas de productos químicos. Los principales destinos fueron Venezuela, Paraguay, Argentina, Perú y Ecuador (Escobar, 2020).
En el contexto actual de crisis económica, agravada por la pandemia, el comercio intrarregional podría ser una forma de fortalecer las economías nacionales, y una estrategia de desarrollo a largo plazo. Sin embargo, los Estados parte del MERCOSUR, cada vez más orientados por una perspectiva neoliberal proponen negociar de forma separada. Una política que tiende por un lado a profundizar la dependencia económica y por otro, a fragilizar el proyecto político autonómico de los procesos de integración de este lado del Atlántico.
No es llamativo que Uruguay insista con el proyecto de rediscutir las bases económicas y políticas del MERCOSUR. Desde el proceso de redemocratización, el país ha tenido que enfrentar diversos cambios en el sistema internacional, y más inmediatamente en el contexto económico y político regional, lo que ha derivado en la realización de sustanciales cambios en su política exterior. Entre 2005 y 2010 se llevaron a cabo negociaciones comerciales con Estados Unidos, con vistas a firmar un Tratado de Libre Comercio. En ese período el Uruguay se debatió entre dos identidades estatales: la de miembro del MERCOSUR, distante de Estados Unidos, y la de Estado no tan comprometido con el bloque regional y próximo a Estados Unidos, prevaleciendo la primera, aunque sin consolidarse plenamente (Barceló, 2020). Además, fue constatado que sobreviven condiciones tales que podrían reiniciar la discusión de identidad del país en el futuro.
De acuerdo con López y Hernández (2021) para el Partido Nacional (el principal partido de la coalición multicolor) el MERCOSUR es un bloque que “opera como cerco y no como plataforma de proyección, mientras el regionalismo es una concertación política sesgada ideológicamente” (p.119). En lo que va de gobierno, el reposicionamiento frente a las instituciones de gobernanza regional implicó en un acercamiento a Estados Unidos y a la concertación hemisférica, por ejemplo, con el retornó al TIAR y el apoyo al candidato de EEUU al BID y no al candidato argentino. La búsqueda de tener una articulación directa con la potencia y no profundizar el vínculo con la región emerge como acción (López, Hernández; 2021)
Todo indica que el pensamiento de Luis Alberto de Herrera, José Enrique Rodó, Carlos Real de Azúa, Carlos Quijano y Alberto Methol Ferré quienes debatieron, -en contextos espaciales y temporales diferentes, y a partir de inspiraciones teórico-intelectuales dispares- la necesidad que el Uruguay tiene de reencontrarse con su destino latinoamericano y superar su condición de Estado tapón para ser un Estado llave de la integración continental, ha quedado en el olvido.
¹ Docente e Investigadora de la Universidad de San Pablo – Magister en Relaciones Internacionales