La reunión de cancilleres del G7 evidenció las tensiones por las nuevas directrices de los Estados Unidos bajo la gestión de Donald Trump. Enfrentamiento entre los rebeldes hutíes y el ejército de los Estados Unidos en Yemen para controlar el tráfico por el mar rojo. Jair Bolsonaro moviliza a sus bases para reactivar la polarización y presionar por su amnistía. El gobierno del Frente Amplio en Uruguay define nuevos embajadores en países clave para sus alianzas estratégicas en política exterior.
Por Federico Montero y Pablo Macia
La cumbre de cancilleres del G7 atravesada por las nuevas directrices de Estados Unidos.
Desde el miércoles 13 al 15 de marzo se reunieron los ministros de Asuntos Exteriores de los países del G7 en Charlevoix, Quebec, en la primera ocasión desde la llegada de Donald Trump a la segunda presidencia de los Estados Unidos. El grupo conformado por Washington, Alemania, Gran Bretaña, Canadá, Francia, Italia y Japón cumplirá 50 años de existencia durante el 2025, en medio de cambios abruptos en la política norteamericana que generaron nuevas tensiones. En efecto, el cónclave estuvo marcado por el giro en el tratamiento de la guerra en Ucrania y Rusia, donde Trump restableció relaciones diplomáticas con Moscú. Pero también estuvo atravesado por el temor de los socios occidentales a las políticas de arancelamiento aduanero y de “guerra comercial” con las que el magnate neoyorquino amenaza recurrentemente.
En cuanto al primer punto, la declaración final de los cancilleres aprueba sostiene en su inicio que “los miembros del G7 reafirmaron su apoyo inquebrantable a Ucrania en la defensa de su integridad territorial y su derecho a existir, así como de su libertad, soberanía e independencia” y luego saluda la propuesta de alto el fuego, negociada en Yeda, Arabia Saudita, entre Estados Unidos y Ucrania, que propone una tregua de 30 días como inicio de un proceso de paz duradero. Esta iniciativa de la administración de Trump se contrapone a las sanciones que el país le oponía a Rusia desde el 2014 por la anexión de Crimea, y también va en contra de la posición beligerante que mantenía el demócrata Joe Biden al impulsar el conflicto entre Ucrania y Rusia que arrastraba a toda Europa. Bajo las nuevas autoridades de Washington, el proceso de paz parece ir más hacia el mantenimiento de un status quo en el que Rusia mantenga el control de las 4 provincias ucranianas anexionadas (Donestk, Lugansk, Jerson y Zaporiyia) mientras que Kiev sostendrá su seguridad en el resto de su territorio a cambio de la utilización de sus recursos naturales por parte de Washington. Desde los países Europeos del G7, amenazan con imponer más sanciones y costos a Rusia si no acepta condicionamientos, pero tras 3 años de esas medidas no parece que Moscú haya tenido problemas en mantener su economía ni su capacidad de fuego en el frente de ataque. En efecto, en materia comercial, Rusia reorientó su producción de gas y petróleo, de armas y de cereales hacia otras latitudes como China, India, Asia, África y los países árabes y musulmanes. Mientras tanto, Europa y especialmente Alemania, sufrieron las perdidas de la provisión de energía a bajo costo para su producción industrial, generando problemas de crecimiento económico y mayor inflación.

Otro punto en el que se manifestó el viraje de la nueva administración de Trump fue el de la situación en Oriente medio, donde la declaración final continúa exigiendo la liberación de todos los rehenes capturados por Hamas y la reanudación de la ayuda humanitaria, pero donde se claudicó en la propuesta de solución definitiva del conflicto palestino israelí mediante el establecimiento y consolidación de dos Estados. En reemplazo de esta consigna se impulsó “una salida negociada que cumpla con las aspiraciones de ambos pueblos”. Hace un mes, Trump había insinuado que los palestinos debían retirarse de la Franja de Gaza para que Estados Unidos reconstruya por completo la zona como una “Riviera de medio oriente”.
En donde sí se mantuvo la continuidad entre el gobierno de Trump con el de Biden fue en el tratamiento frente a China como competidor desleal en materia económica y como desafío en el indo-pacífico y con respecto a la isla de Taiwán. Desde Beijing respondieron que fue Estados Unidos quien en los últimos 30 años ha participado en guerras como las de Irak, Afganistán y ha multiplicado bases militares, al igual que otras potencias europeas en África. La diplomacia china también afirmó que su modelo de cooperación estratégica se basa en el desarrollo de infraestructura como la iniciativa de la franja y la ruta, y no con coerciones económicas y militares como las que impone occidente.
En cuanto a las políticas arancelarias y medidas proteccionistas, no sólo China, sino los demás países del G7 han comenzado a mantener tensiones con Washington en un nuevo inicio de una “guerra comercial” como la que amenaza iniciar Trump. Estos recurrentes amagues que parecen ser una estrategia de “golpear y negociar” han generado incertidumbre en los mercados, provocando caídas bursátiles en los principales mercados. De hecho, la reunión del G7 en Quebec se inició luego del incremento del arancel al acero de un 25% por parte de Estados Unidos, que afectó Canadá y a los socios europeos. La ministra de Asuntos Exteriores canadiense, Mélanie Joly, endureció su posición frente a su homólogo estadounidense, Marco Rubio, quien además tuvo que retractarse con respecto a las declaraciones de Donald Trump con respecto a que Canadá sea la estrella 51. De igual manera, la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y de Seguridad, Kaja Kallas, cuestionó las políticas arancelarias con las que Trump amenazó a Europa. Estas acciones que de momento son más amenazas que hechos consumados, han provocado incertidumbre en los socios comerciales de Estados Unidos, evidenciando una subordinación de la que no pueden escapar. Por lo pronto, las potencias occidentales han amenazado a las provocaciones de Washington con la reciprocidad de aranceles, pero la pérdida del mercado norteamericano implicaría un costo importante en las exportaciones de la mayor parte de dichos países.
El conflicto en Yemen aumenta la tensión en medio oriente.
Un nuevo foco de tensión se abrió este sábado 15 de marzo en Medio Oriente con un bombardeo masivo hacia las fuerzas rebeldes hutíes en Yemen, que según fuentes locales se ha cobrado la vida de 53 personas y centenares de heridos. El ataque iniciado por el ejército de Estados Unidos con apoyo del Reino Unido se dio en represalia hacia el grupo chiíta que atacó a embarcaciones israelíes en el mar rojo, como respuesta a la suspensión de la ayuda humanitaria en Gaza y el restablecimiento de las hostilidades de Tel Aviv en Palestina. Los hutíes nacieron en Yemen en la década de los ´90 con el nombre de Asnar Alá -que significa Partidarios de Dios, pero adquirieron el nombre de su líder, Abdul Malik al-Houthi. Como grupo chiíta son parte del eje de la resistencia, que con el liderazgo de Irán comparten su organización con Hamas en Palestina y Hezbollá en el Líbano. En 2014 tomaron la capital de Yemen, Saná, junto con una parte importante del norte y el oeste del país. Desde esa posición mantienen un control estratégico en el Mar Rojo, con el apoyo armamentístico de Teherán. Así se mantienen como un foco de inestabilidad en esa zona navegable por la que atraviesa una importante cantidad de buques mercantes.

Desde 2015, las fuerzas hutíes en Yemen han sido enfrentadas con grupos locales apoyados por Estados Unidos y Arabia Saudíta, que responde al sector sunita del islam. Así, es posible que Estados Unidos además de garantizar la navegación de sus buques por la zona, haya iniciado este ataque como forma de potenciar las contradicciones entre Teherán y Riad, que por mediación de China reestablecieron relaciones en 2023 luego de una ruptura desde 2016. La nueva administración de Donald Trump está presionando fuertemente a Irán para que desmantele su programa nuclear, mientras que Teherán afirma que su desarrollo es para fines pacíficos. Pero el fortalecimiento de las relaciones entre el magnate neoyorquino y su homólogo istaelí, Benjamin Netanyahu, también es una pieza fundamental para impulsar las presiones frente al país persa. Además, Tel Aviv está enfocado en destruir a todas las fuerzas del eje de la resistencia en el Líbano, Palestina y Yemen, con el apoyo de los Estados Unidos. De ahí el intento de aislar a estos sectores islamistas, fomentando las contradicciones con Arabia Saudita y con los emiratos Árabes, que en virtud de los pactos de Abraham en 2020 se convirtieron en el primer país del golfo pérsico en firmar un acuerdo de Paz con Israel y establecer relaciones diplomáticas. Tel Aviv ya había establecido negociaciones con Egipto en 1979 y con Jordania en 1994, siendo los Emiratos el tercer país árabe en sumarse a las relaciones diplomáticas.
Pero este nuevo ataque masivo en 47 sectores de 7 provincias de Yemen amenaza generar una reacción de los hutíes en la región, escalando el conflicto en un a zona sensible al trafico marítimo. Esto puede elevar los costos de algunos bienes y perjudicar algunas cadenas de valor a nivel regional y mundial. Pero además, el conflicto amenaza con acrecentar el sufrimiento de la población palestina en Gaza, que ha visto retomar los avances militares de Israel en la zona.
Movilización en apoyo a Jair Bolsonaro frente a sus procesos judiciales
Este domingo 16 de marzo se movilizaron los adherentes del ex presidente Jair Bolsonaro en Río de Janeiro denunciando una “persecución política” y para exigir que pueda presentarse a elecciones generales en 2026. El ex mandatario está acusado de organizar un complot para evitar la asunción del presidente Luiz Inacio Lula Da Silva el 8 de Enero de 2023, en una operación conocida como “puñal verde amarillo”. Ese día, miles de bolsonaristas invadieron los 3 poderes del Estado en Brasilia, y se orquestó una campaña mediática y de noticias falsas en redes sociales deslegitimando las elecciones y llamando a las fuerzas armadas a que consumen un golpe de estado. Además, las investigaciones de la fiscalía demostraron que Bolsonaro organizó una campaña de desprestigio del sistema electoral electrónico (que paradójicamente lo dio como ganador para presidir el país entre 2019 y 2022) a los fines de invocar fraude ante su propia derrota. Por estos hechos Bolsonaro fue declarado inhabilitado a competir en elecciones hasta el 2030. Pero además, en otros procesos en los que se lo acusa desde intento de golpe de estado hasta de intento de asesinato hacia Lula, puede cumplir hasta 40 años de cárcel.

La movilización de este domingo tuvo por objetivo presionar al congreso para que eleve una ley de amnistía hacia los condenados por impulsar el golpe de estado. Pero además, tiene un interés en instalar a Jair Bolsonaro como líder de la oposición, polarizando con Lula para que nadie más ocupe el lugar de referencia frente al gobierno del líder del PT. A pesar de la inhabilitación que le pesa en su nombre, Bolsonaro no quiere delegar su capital político en otra figura, y sueña con volver a la presidencia al estilo de Donald Trump, que lo hizo sorteando una gran cantidad de juicios. En ese sentido mantiene su candidatura y afirma que es un perseguido político. El 25 de marzo, El supremo tribunal federal decidirá si se lo imputa en un próximo juicio con cargos de hasta 40 años de prisión.
En este marco, los bolsonaristas apuestan a potenciar la polarización, para victimizarse y profundizar el odio hacia Lula Da silva, que según algunas encuestas mantiene sólo un 24% de aprobación.
El gobierno uruguayo delinea su política exterior
El gobierno del Frente Amplio uruguayo presentó el viernes pasado a los nuevos embajadores de países clave que delinearán su política exterior. Entre los designados se encuentra el ex vicepresidente del primer gobierno de Tabaré Vázquez (2005-2010) Rodolfo Nin Novoa, quien será embajador en Brasil para fortalecer la relación bilateral con el gobierno de presidente Lula. Su trayectoria y experiencia también como ex canciller de la república implica una relación privilegiada con el país vecino. Mientras tanto, el ex prosecretario de Presidencia durante el gobierno de José Mujica (2010-2015), Diego Cánepa, será embajador en Argentina, el otro integrante fuerte del Mercosur, que intenta mantener una relación privilegiada con Estados Unidos y salirse del bloque. También se designaron embajadores en el Vaticano, donde el Papa argentino Francisco I está saliendo de una enfermedad respiratoria, y en Cuba, con fuerte contenido ideológico en américa larina desde la revolución en 1959. Así, el gobierno de Yamandú Orsi va delineando las prioridades de su política exterior apostando a una impronta latinoamericana de cara a un mandato en el que se celebrarán los 200 años de la independencia uruguaya, en un mundo de importantes cambios.

En la asunción de su mandato el 1° de marzo, Orsi afirmó que Uruguay fue producto de enfrentamientos regionales que convertían al país en territorio de disputa. “Hoy Uruguay debe posicionarse como factor de convergencia en América Latina y de convivencia en paz, construyendo una sociedad justa y equitativa que le de oportunidades a todos” – afirmó. Por ello, las delegaciones latinoamericanas fueron las protagonistas en su asunción, donde se destacaron la presencia del presidente de Brasil, Lula Da Silva, el chileno Gabriel Boric, Luis Arce de Bolivia, Santiago Peña de Paraguay, Gustavo Petro de Colombia y los centroamericanos Xiomara Castro de Honduras, Bernardo Árevalo de Guatemala, Luis Abinader de Republica Dominicana y José Mulino de Panamá. La ausencia más notoria fue la del presidente argentino Javier Milei, quien sólo parece viajar a Estados Unidos, Europa e Israel pero no así a los países latinoamericanos ni a las propias provincias de su país. En ese marco se estima que Uruguay fortalezca la relación con el Mercosur y otras regiones de américa latina.