por Sebastián Tapia
Entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la disolución de la Unión Soviética, Europa fue el centro de la tensión mundial. No del conflicto, sino la tensión. Por eso la Guerra era Fría allí, aunque muy caliente en el resto del mundo. Tras la unificación económica e ideológica, primero de Alemania y luego del resto de Europa, el viejo continente se caracterizó por la paz, la estabilidad y su creciente integración, mientras el resto del mundo sufría grandes y violentos cambios.
Pero hay una serie de procesos que confluyen en 2020 para dar fin a esa etapa de estabilidad, paz e integración. El 2021 ya se presenta como un año de difíciles desafíos para la Unión Europea y otros países europeos. Veamos a continuación cuáles son esos desafíos.
La Pandemia, el control y la economía
Europa está siendo golpeada fuertemente por la segunda ola de la pandemia de COVID-19. A diferencia de los países asiáticos – donde los ciudadanos confiaron en las autoridades estatales, acataron la cuarentena y las medidas profilácticas y ya están recuperando su economía – los estados europeos se encontraron con una fuerte resistencia a las medidas dictadas para controlar la pandemia. Las medidas restrictivas, como confinamientos o toques de queda, han desatado una ola de protestas en varios países. En Francia, en cambio, la protesta en contra una medida del gobierno para controlar la libertad de expresión. La Ley de seguridad global busca limitar la difusión de imágenes en las que se vea a agentes policiales reprimiendo, como lo suele hacer en las protestas contra las medidas por la pandemia.
A pesar de las protestas, la UE recomienda a sus miembros mantener las restricciones durante la época de festejos navideños. Es que el pico de la segunda ola se prevé cerca de estas fiestas, por lo que aliviar las medidas podría ocasionar un aumento importante en la cantidad de casos y volver a colapsar los sistemas de salud en algunas zonas.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos? (OCDE), en su informe de diciembre, pronostica una caída del 7,5% del PBI de la zona Euro para 2020, seguido por un alza del 3,6% en 2021 y un 3,3% en 2022. El impacto de la crisis del COVID-19 en la economía europea se ve mayor a la media mundial, calculada en una caída del 4,5%. Es lógico que Bruselas termine el año tomando medidas para mejorar la competitividad de la economía europea frente a sus rivales.
Proyectando valores
Una serie de medidas que entran en vigor este Diciembre buscan regular los contenidos y las prácticas de mercado de las grandes compañías tecnológicas. Por un lado está el reglamento sobre la gobernanza de datos, que busca regular el uso que hacen las compañías de los datos privados de los usuarios, también está la Regulación de Servicios Digitales, que prevé imponer multas y sanciones a las plataformas que no puedan controlar el contenido relacionado con la desinformación, el terrorismo, la pornografía o productos falsificados, y por otro está la Regulación del Mercado Digital, que intenta regular las prácticas comerciales de las empresas tecnológicas para evitar una posición dominante.
Sin duda son herramientas necesarias para la entrada de Europa a una economía digital, pero van a crear un conflicto importante con los Estados Unidos, donde creen que están hecha a medida para afectar a las grandes compañías tecnológicas estadounidenses, como Google, Amazon, Apple, etc. La compañia de Bezos incluso ya tiene problemas con la legislación europea anterior, por lo que es esperable que aumente el conflicto con este país. Una guerra comercial entre EEUU, China y la UE no ayudará a la golpeada economía europea.
A pesar de los problemas económicos, la UE sigue haciendo un uso político de sus relaciones comerciales y económicas. Acaba de aprobar un nuevo régimen global de sanciones económicas aplicables a todo caso de violación y abuso de derechos humanos. Este régimen no reemplaza a otros anteriores aplicados a Siria, Bielorrusia o Venezuela, sino que servirá de modelo para futuras sanciones. Hasta ahora las sanciones económicas europeas no han tenido mucho éxito, Rusia fortaleció su producción alimenticia desde que le aplicaron sanciones tras la reincorporación de Crimea mientras que Bashar al Assad, Alexandr Lukashenko y Nicolás Maduro siguen gobernando sus países a pesar de las sanciones.
Más grietas en la UE
Esta vinculación entre derechos humanos y economía no sólo es de aplicación externa, sino que también se realiza dentro de la UE. Y algunos de sus miembros comenzaron a disentir con esta idea.
El presupuesto 2021-2027 de la UE se encuentra bloqueado. Hay tres países, Polonia, Hungría y Eslovenia, que se niegan a aprobar el presupuesto porque incluye la posibilidad de sanciones si no se respeta el “Estado de derecho”. No es que se opongan a la formalidad legal del Estado de derecho, sino que consideran que el término es vago como para permitir la aplicación de sanciones a quien no siga la línea de Bruselas en temas políticos en los cuales ellos están en desacuerdo. Temen la aplicación de esa cláusula por no estar de acuerdo con la política europea de migración, derechos de las minorías sexuales o el derecho al aborto. Cabe recordar que los líderes de estos tres países, Morawiecki, Orbán y Jansa son nacionalistas de derecha, cercanos a Trump y antiliberales.
El presupuesto de 1.8 billones de euros, incluye un fondo para la recuperación económica por el COVID-19 de 750.000 millones de euros que no puede ser utilizado sin la aprobación de estos miembros. Ante la necesidad económica, ya hay quienes sostienen que deberían ser excluidos estos países del fondo y aprobarse igual. O incluso la idea de un Polexit, Hungrexit o Eslovenexit sería bueno para el resto de los miembros. Por lo que el proceso de integración europea no sólo está estancado, sino que se encuentra en pleno desmantelamiento.
El Brexit ¿duro?
Por otro lado, al Reino Unido todavía le parece imposible escapar de la UE. Tras tres años de negociaciones, todavía no hay acuerdo que defina las condiciones en las que se relacionarán entre sí una vez consumado el Brexit. El gobierno de Johnson está decidido a no extender el período transitorio que termina el 31 de Diciembre, por lo que es cada vez más probable que el Brexit sea del tipo duro – sin ningún tipo de acuerdo.
La salida de la UE sin acuerdo haría que el Reino Unido se retire automáticamente de más de 800 tratados internacionales. De un día al otro comenzaría una relación basada sólo en las reglas de la OMC, por lo que se aplicarían tarifas y aranceles al comercio internacional, se requerirá visa para visitas, trabajo y residencia, etc. Pero lo peor de un Brexit duro es el retorno de fronteras fuertes y cerradas en Irlanda del Norte, lo que perjudicaría los acuerdos de Viernes Santo y podría recrudecer la violencia, y en Gibraltar, lo que afectaría gravemente la economía del sur de España. No sólo por el comercio entre el peñón y el resto de España, sino que el requerimiento de visas afectaría la llegada del turismo británico que es más del 20% de los visitantes a España.
El Brexit no sólo comenzó el proceso de desintegración europea, sino que puede incluso llevar a desintegrar el Reino Unido. Más allá del problema fronterizo de Irlanda del Norte, que podría resolverse con una integración con la República de Irlanda, también trae problemas con Escocia. Este país había conseguido un referéndum para salirse del Reino Unido en 2014, el cual falló en gran parte por la voluntad de mantenerse en la UE. El Brexit en 2016 fue considerado un cambio fundamental en la situación escocesa, por lo que su gobierno viene pidiendo un nuevo referéndum indenpendentista. La líder del Partido Nacional de Escocia y jefa del Gobierno autonómico, Nicola Sturgeon, anunció que comenzará una campaña para lograr la independencia de Escocia en 2021. Incluso en Gales hay un crecimiento del independentismo. Con el ejemplo de Escocia y una posible reunificación irlandesa, no podría descartarse la independencia de Gales y, con ella, el fin del Reino Unido.
Descongelando conflictos en el Este
El 2021 no sólo recibirá a la Unión Europea sin un miembro, sin presupuesto ni fondo para el COVID-19 y en competencia económica con las grandes empresas estadounidenses. También podría verse el retorno de dos conflictos bélicos que se encuentran congelados hace años, Ucrania y Trasnistria.
Este último lo describimos en un artículo anterior. La presidenta electa de Moldavia, Maia Sandu, declaró que buscará el retiro de las tropas de paz rusas en Transnistria para reemplazarla por una misión civil de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa). Esto lo anunció sin consultarlo con Rusia, ni con el gobierno local de Transnistria. No se puede descartar que se reavive el conflicto si la región separatista considera que su independencia se verá afectada. Cabe recordar que Sandu era la candidata pro europea en las últimas elecciones moldavas y cuenta con apoyo de gran parte de los miembros de la UE.
Por otro lado, Ucrania parece estar preparándose para reconquistar las provincias rebeldes de Donetsk y Lugansk. Las fuerzas armadas ucranianas están reuniendo equipo militar pesado cerca del borde con las provincias, creyendo que puede obtener una guerra corta y victoriosa como la de Azerbaiyán en el Alto Karabaj. La cercanía del gobierno ucraniano con el de Turquía le permitió acceder a los mismos drones que utilizó Azerbaiyán, con lo que podría dominar el espacio aéreo si Rusia no interviene. El gobierno ucraniano surge del proyecto europeo de reforma de Ucrania, iniciado en 2014 y que dió origen a la separación de estas provincias. Ucrania ahora es un estado dependiente de los créditos de la UE, aunque no es miembro ni lo puede ser mientras mantenga el conflicto territorial.
Mientras Europa no pueda decidir su destino en conjunto, y termine siendo un peón para la estrategia de contención de Rusia de los Estados Unidos, las posibilidades de descongelación de estos conflicto aumenta. Y así Europa se enfrentará a un 2021 económicamente difícil, políticamente disolvente y militarmente peligroso.