Por Guillermo Wierzba
La reunión de Davos 2021 reflejó la forma en que la pandemia impactó no sólo en los niveles de actividad de la economía mundial, sino también sobre las propias ideas que, hasta el momento del advenimiento del COVID 19, parecían intocables en los países centrales de occidente.
En primera instancia resultó notable la generalización de discursos y exposiciones respecto a que el mundo pospandemia no podrá ser el mismo que la precedió. A su vez, quedaron instalados debates respecto al futuro del patrón de acumulación y los modos de la organización económica en los distintos países del mundo.
El impacto sobre las ideas del despliegue del COVID19 ha sido relevante. Todos los participantes consignaron en sus discursos, hasta los más conservadores, las cuestiones atinentes a la desigualdad. Por ejemplo Angela Merkel sostuvo críticamente el diagnóstico de que el sistema de salud en Alemania es de carácter individual y no contiene la atención primaria comunitaria, y señaló como fortaleza de su país el sentimiento de solidaridad. Estas afirmaciones marcan la sintonía social mundial de crítica al individualismo, mientras exhibe la recuperación de los valores de la solidaridad social. Además manifestó que la concentración de la economía tiene que detenerse. Sin embargo, la líder conservadora, a la hora de formular una propuesta de organización de la economía posterior a la crisis, reivindica la llamada “economía social de mercado”. La vieja propuesta liberal hegemónica en su país en la posguerra. Le suma otra propuesta que tiñó los discursos de Europa occidental durante el desarrollo del Foro, la “responsabilidad social empresaria”. Diagnósticos progresistas y propuestas gatopardistas, pero además muy débiles como proyecto, que reflejan desorientación respecto del futuro.
Emmanuel Macron hizo una intervención apologética de las décadas de neoliberalismo. Sostuvo que durante ese período accionistas y consumidores se beneficiaron como nunca y hace un elogio de los cambios tecnológicos y la modernización productiva durante ese período. Pero luego debe atenerse al clima de época de la pandemia actual, y señala que ese modelo no es replicable para el futuro, pasando a señalar consecuencias no menores del liberalismo neo: la financiarización -cuando asigna sobrerremuneración a una facción social-, la pérdida de empleo, el sufrimiento del salario, la externalización del problema climático, y hasta mencionó una potencial crisis de la desigualdad, de la demanda y climática. Pero respecto al sistema pospandemia Macron resulta taxativo en la misma lógica gatopardista que Merkel. El presidente francés reivindica el “capitalismo de las partes interesadas”, una definición más académica de la misma propuesta de Merkel de “responsabilidad social empresaria”. Advirtiendo que la respuesta de los estados no puede ser la única para detener las externalidades negativas. Ambos presidentes europeos coinciden en prevenir sobre la necesidad de disminuir el gasto fiscal devenido de la pandemia y poner un límite a la intervención del Estado. Inclusive Macron enuncia que no se puede pensar la economía sin lo humano. Pero la convocatoria es a un cambio de la actitud empresaria que corrija las plagas neoliberales. Ningún cambio de rumbo. Una manifestación de deseos ingenua, o tal vez cínica.
En todo caso aparece reafirmado el multilateralismo previo a la llegada de Trump al gobierno en EEUU, que es leído como un retorno a la normalidad. Resulta notable la insistencia de la alemana en vigorizar la OMC y el papel del Banco Mundial, asignándole a éste el rol de conseguir el equilibrio en la distribución de la vacunación.
El francés plantea un nuevo consenso sobre la base del respeto a la propiedad privada, la cooperación, la libertad individual y colectiva. Promueve el fin del Consenso de Washington y la apertura de la época del Consenso de París, que lidie con las posibles desigualdades provenientes de los nuevos sistemas digitales que resumen los aportes de la inteligencia artificial, la tecnología cuántica y la expansión de las redes sociales.
El tema del cambio climático, la economía verde y la cuestión ambiental fue una cuestión que impregnó mucho a Davos 2021. Sin embargo no hubo referencias a que los esfuerzos de los países desarrollados no pueden ser, en ese sentido, del mismo carácter e intensidad que el de los países periféricos, considerando la desigualdad entre ambos tipos de naciones.
No hubo referencias sustantivas respecto de los sistemas financieros, sólo la afirmación de apreciarlos como sólidos e inafectados por la crisis de la pandemia.
En otro paradigma, Xi Jinping afirmó que la “Historia avanza y no se vuelve atrás”. Hizo un aporte fundamental que se puede caracterizar como crítico del tono general del encuentro que reúne a líderes de las grandes potencias con hombres de negocios. Ese aporte fue el señalamiento de que “no todos los países tienen el mismo sistema social”, que era necesaria la coexistencia pacífica entre los países de distintos regímenes de organización social, y que sin la comprensión de esa diversidad no habrá progreso social. Además llamó a reducir la brecha de desarrollo entre países y advirtió que la pandemia agudiza la polarización entre países ricos y pobres. Se pronunció contra la lógica de la guerra fría, y su propuesta de valores fue: paz, desarrollo, igualdad, justicia y libertad. Promovió un sistema internacional en donde no se use la potencia del más fuerte para imponerse frente países más chicos en la resolución de diferencias. En contraste con los líderes occidentales manifestó que hoy sigue siendo más importante atender la pandemia del Coronavirus como cuestión central, expresando que estamos en épocas de seguir pensando la peste, estableciendo una diferencia con las reflexiones centradas en suponer que son tiempos de salida de la pandemia. Reivindicó un multilateralismo de iguales. Señaló que China erradicó la pobreza extrema y definió su país como de un sistema socialista moderno.
Putin puso el acento en la caracterización de una crisis política mundial, con confrontaciones cada vez más violentas y conflictos regionales en ascenso. Se pronunció por un desarrollo más equilibrado. Criticó la concentración de ingresos y estratificación social en los países más desarrollados. Señaló la reducción de la pobreza en China y Rusia.
También cuestionó el Consenso de Washington, cuyo modelo de crecimiento económico, sostuvo, estuvo basado en el crédito, la deuda y la desrregulación. Planteó la necesidad de intervención del Estado para proteger los puestos de trabajo, concibiendo para la economía futura un paradigma donde las personas deben vivir un entorno de seguridad, con empleo, jubilación, educación y salud. Reivindicó los estímulos fiscales para el desarrollo y coincidió con el líder chino en la necesidad de reducción de la brecha del mismo entre países.
El gobernante ruso hizo una crítica explícita a los EEUU respecto de su accionar político basado en la búsqueda de enemigos internos y externos. Realizó un llamado explícito a democratizar la disposición de vacunas, advirtiendo sobre la desventaja africana. También se sumó a la reivindicación unánime del multilateralismo.
El presidente argentino Alberto Fernández destacó los valores de fraternidad y solidaridad para la economía futura. Agregó al concepto de multilateralismo el de multisolidaridad y manifestó que los conceptos de economía y política son inseparables. Planteó que la contradicción de la época es entre un pacto solidario global vs un capitalismo infeliz de la opulencia.
Las reflexiones de distintos líderes glosadas brevemente en este artículo permiten plantear que la pandemia introdujo un momento de inflexión en la economía y la política global. La ruptura con la fisiología anterior de la economía globalizada de la financiarización es compartida. Pero quedaron planteadas como nunca dos alternativas. La de quienes presumen que existe un único sistema posible a nivel global y otros que promueven un multilateralismo con diversidad. Unos que quieren retornar a la época pre-Trump y otros que sostienen la imposibilidad del continuismo neoliberal, incluyendo la imposibilidad de salidas gatopardistas. La pandemia y la caída del gobierno chauvinista en EEUU dibujó un foro de Davos donde se expresa un multilateralismo que tiene dos características nuevas: 1) una menor desigualdad en la pugna entre las diversidades de enfoques sobre la sociedad futura y 2) un planteo gatopardista, al estilo del 2008, por parte de los líderes occidentales, mucho menos hegemónico respecto de cambios más profundos sugeridos por líderes de otras potencias que han alcanzado una mayor paridad de fuerzas.